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Columnistas

¿Dejaremos morir el sueño chileno?

José Miguel Izquierdo Director Main Comunicación

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 4 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.

José Miguel Izquierdo

El gobierno echó mano a una mal diseñada estrategia que buscaba retomar el control de la agenda pública. Fracasó, por falta de criterio de oportunidad y por desprolijidad en sus movimientos. La Administración calculó mal, provocando un alto costo, no sólo en términos de capital político y apoyo público, sino también en términos de la pérdida de fe en el sueño de llegar a tener un per cápita cercano a US$ 30 mil, y comenzar a compararnos con países desarrollados, como Portugal.


La ambición del chileno se ha visto menguar, progresivamente. El ánimo cayó y la Mandataria no logró revertirlo con sus movimientos. El plan consistía en sacar la corrupción de la agenda a través de un golpe de timón que reforzara su autoridad. Pero cometió errores evidentes. Primero, hizo crecer expectativas y tensionó al máximo el ambiente al demorarse y al anunciar que todos los ministros habían presentado sus renuncias. Pero, luego de incluir a un ministro cuestionado por su participación en el caso Arcis y de llevar a Defensa a un promotor de la entrega de soberanía a Bolivia para que salga al mar, no permitió al nuevo ministro de Hacienda moderar el discurso y tampoco sacó al director de Impuestos Internos. Con todo ello mató la ilusión de moderación que se buscó instalar para recuperar espacios de confianza.


Michel Jorratt debió salir por presiones públicas, de los medios de comunicación y de los parlamentarios y partidos políticos. Todos los actores coincidieron en hacer ver a La Moneda lo equivocados que estaban al tomar esa decisión, en un alineamiento que rara vez ocurre, por lo demás.


El discurso del 21 de mayo empeoró el ambiente en lugar de ayudar a revertir errores. La Presidenta abrió y mantuvo nuevos y viejos temas que provocan desconfianza política y económica. Insistió en un ritmo de gasto fiscal elevado, en abrir el debate constitucional y prometer un esquema de gratuidad para quienes se forman en las universidades del CRUCH, lo cual, además de inadecuado, no está financiado.


Si el cambio de gabinete fue tardío y desprolijo, el último mensaje presidencial obtuvo un pobre resultado. Peligrosamente se va instalando la idea de que se debe dejar gobernar –por cierto, hay que hacerlo- y que debemos aguantar, porque aumentar la crisis no conviene a nadie.


Pero aceptamos la mediocridad, esa actitud que lesiona la imagen país, la confianza en su promesa como plataforma de inversiones, nos conformamos con el vuelo de patos, rasante y corto, quedando entrampados en la majadería de quienes prefieren el reparto por sobre el incentivo de la libertad, la iniciativa emprendedora y la autoimposición de metas altas. Nos quedamos atrás, sin rebelarnos, sin abrir la boca. Y en dos años más estaremos llorando el desempleo.


No nos conformemos. Sigamos presionando por más. Obliguémonos a ser escuchados. Consigamos más gente que trabaje por recuperar la convicción de que Chile puede mucho más.

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