Pensar un proyecto inmobiliario es mucho más que retorno y utilidades. Ciertamente lo es. Hay una inversión detrás y ella tiene que generar rentabilidad en un tiempo definido para que se justifique el esfuerzo financiero.
Pero no es lo único. Los proyectos que construimos quedarán y serán parte del patrimonio de las ciudades; generarán cultura y nuestra gente vivirá en torno a ellos y sus barrios. Entonces, si queremos generar valor -económico y social- debemos enfrentar los desarrollos inmobiliarios con una nueva mirada desde su origen. Las construcciones que levantemos -casas, departamentos, oficinas, por ejemplo- tienen que ser un aporte urbanístico a las ciudades. Tenemos la obligación de pensar en la vida útil que tendrán y, como consecuencia, entregarle plusvalía a nuestras ciudades.
Entendamos bien el enfoque y hagámonos cargo de mirar las ciudades como un todo y con una visión de largo plazo. Buenas obras arquitectónicas generan mayor valor económico; proyectos viales bien pensados mejoran la calidad de vida; construcciones bien ejecutadas aportan a la ciudad y alargan la vida útil de los activos; proyectos de paisajismo le dan vida a los barrios, y el conjunto de todas las variables es obligadamente el origen de activos más apreciados y un win win para el Estado (que consigue mayor recaudación a través de las contribuciones), para los inversionistas y las personas. Insisto no es sólo responsabilidad de los Departamentos de Obras Municipales definir y fiscalizar la normativa mínima. Los desarrolladores inmobiliarios también deben preocuparse de generar valor.
Las normas y exigencias gubernamentales han conseguido mejorar los estándares mínimos en el tiempo. Un desarrollador inmobiliario con mentalidad de futuro debe considerar estas directrices como el "desde" de su propuesta y no el "hasta". Sobre todo ahora que el desarrollo y el crecimiento ahogan nuestras capitales regionales se llenan de smog y congestión y necesitan con desesperación una mirada sustentable. Económica y socialmente sustentable.
Muchos suelen ver como un aumento en los costos la posibilidad de contar con profesionales expertos y dedicarle más tiempo del necesario a pensar el proyecto y la manera en que este impactará en la ciudad. Buscando maximizar los beneficios de corto plazo, no se dan cuenta que están sacrificando mejores beneficios en el mediano y largo plazo. Lo que se considera puro costo hoy, en realidad, es pura inversión. Vamos en la búsqueda de la generación de valor.