Hace unos días se publicó una leve disminución en la brecha salarial entre hombres y mujeres, alcanzando 15,5%, lo que en la práctica reduce la diferencia salarial en 9 décimas con respecto al año 2013. Esto sin duda constituye una buena noticia. Sin embargo, la brecha remuneracional entre géneros resulta de todos modos llamativa si consideramos que la mayoría de los titulados de las universidades, centros de formación técnica e institutos profesionales son mujeres y que además éstas corresponden en numerosas ocasiones a los mejores alumnos de sus carreras.
A las universidades ingresan más hombres que mujeres y tomando en cuenta la información anterior, cabe preguntarse dónde se produce el problema que condena a las mujeres a recibir injustamente un menor salario por similares servicios. Algunos responsabilizan de esta situación a la maternidad, considerando que los permisos maternales encarecen la contratación de las mujeres por lo que de alguna forma este mayor costo se compensaría con la diferencia de salarios. Este argumento empeora aún más al observar que similar perjuicio ocurre en los programas de jubilación y en los planes de salud que ofrecen las isapres. En resumidas cuentas, los logros demostrados por las mujeres en rendimiento académico y el mejor desempeño que reiteradamente se les atribuye en su labor profesional al parecer no son suficientes para otorgarle paridad en las remuneraciones.
Esta situación largamente denunciada no ha encontrado solución y el reclamo por reivindicaciones no ha sido en absoluto efectivo. Contrariamente, cuando ha sido necesario disponer de mano de obra en períodos difíciles, se han dejado de lado todos los prejuicios y se ha incorporado a las mujeres en labores productivas, incluso de alta demanda de esfuerzo físico. Es lo que ocurrió durante la Revolución Industrial, en la Segunda Guerra Mundial, en el ejército rojo de la Unión Soviética y en la minería del carbón de Lota en nuestro país, solo por nombrar algunos ejemplos.
Hoy día, el mundo requiere con urgencia iniciativas para hacer más grata la vida en sociedad. Se requieren procedimientos más eficientes que permitan diseñar novedosas formas de afrontar los desafíos profesionales en conjunto con el cuidado de los hijos y demás deberes destinados a hacer viable la familia. La creatividad necesaria para el desafío de innovar no distingue entre géneros cuando se trata de capital humano, más todavía cuando son ellas las que posibilitan a la sociedad crecer y de ese modo asegurar el recambio generacional.
Sin desconocer que la maternidad provoca dificultades en la continuidad laboral, es necesario terminar de una vez por todas con el sesgo de la remuneración, equiparar los costos de los planes de salud e introducir modificaciones para no seguir afectando sus fondos de jubilación, más aun considerando que tal como están las cosas muchas de ellas se convertirán en el corto plazo en jefas de hogar. Del mismo modo hay que idear nuevas alternativas que permitan compartir más equitativamente las responsabilidades de la familia y cuidado de los hijos, porque no podemos darnos el lujo de desperdiciar el talento femenino.
Lo que ocurre actualmente no resulta eficiente, ni efectivo, ni justo, ni rentable. Más aún, mantener las cosas como están no resuelve ninguno de los desafíos que como sociedad tenemos por delante. Este enorme porcentaje de fuerza laboral y de alta calificación en muchos casos, es un recurso que como país no estamos en condiciones de desaprovechar si realmente queremos disminuir la pobreza y alcanzar el desarrollo.