Columnistas

La tragedia griega

Mario Mora Socio Director Equation Partners

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Grecia, el país que probablemente más contribuciones ha hecho al mundo en filosofía, artes, política, arquitectura, etc., está enfrentando su propia tragedia griega de la mano de su actual gobierno de izquierda. A diferencia de su primer colapso en 2010, esta vez la situación se anticipa sin vuelta atrás. El euro fue lanzado en 1999 y Grecia lo adoptó recién en 2001 tras hacer compromisos políticos y mostrar cifras económicas satisfactorias (que luego probaron ser falsas). Alemania siempre dudó de la poca disciplina fiscal griega y de las inmensas distorsiones de su economía: alto gasto fiscal, bajo nivel de inversión y pobre especialización industrial. Pero esta especie de oveja negra logró ingresar y vivir un gran bienestar aparente por casi una década. El euro fue la “silicona” que le ayudó a cubrir las grietas, fisuras e imperfecciones de su andamiaje económico, financiero y social.

¿Cómo llegó entonces a su situación de país quebrado hoy? Más que en la economía de mercado o en las políticas de estabilización, debemos buscar las razones en el ADN del país. Una de las más importantes, creo, es la gran “vocación” de gasto público del sistema griego. Al cerrar 2011 la deuda pública era un 400% superior a sus ingresos. Más de la mitad de la economía griega depende del Estado en todas sus formas: clientelismo, corrupción, subvenciones, una población de empleados públicos de casi 20% de la fuerza laboral y una estructura de beneficios que ya quisiera cualquiera de las 10 economías más desarrolladas del mundo.

En esta misma línea están las leyes que regulan el sistema de pensiones estatal. Hace pocos años los griegos se podían jubilar pasando los 60 años con casi el 95% de sus sueldos y tenían la posibilidad de acogerse a los 50 y/o 55 años a distintos esquemas de jubilación, también generosamente pagados por el Estado.

Grecia también se destaca por su alto nivel de evasión tributaria. Versiones periodísticas señalan que menos de 5.000 contribuyentes, en una población de más de 12 millones, reconocían hace un par de años ingresos superiores a 100.000 euros al año, y que dos tercios de los médicos privados, por ejemplo, no pagaban ni un solo euro en impuestos, pues declaraban ingresos bajo el mínimo.

La gran miopía de la elite dirigente griega no se relaciona sólo con haber vivido en la burbuja de la “plata fácil” entre 2001 y 2010, sino con querer seguir viviendo en la creencia de que se puede lograr desarrollo y bienestar sin esfuerzo, a partir de visiones más ideológicas que fundadas en la racionalidad.

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