Lucy Kellaway

Deberíamos admitir que no odiamos a los corredores de propiedades

BUSINESS LIFE Lucy Kellaway

Por: Lucy Kellaway | Publicado: Lunes 15 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.
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En el último mes he pasado mucho tiempo con los profesionales menos queridos por todos. Nuestra casa está en venta y estamos buscando casas alternativas para varios miembros de la familia, lo cual significa que todos los días hablo con varios corredores de propiedades ya sea para discutir el progreso del proceso de vender nuestra casa, o la posibilidad de pagarle una suma irrazonable para obtener la casa de otro.

Hasta que comenzó este agotador, emocionante y totalmente inquietante proceso, yo hubiera dicho que existían cuatro aspectos negativos de los corredores de propiedades. Para empezar, cobran demasiado. Si venden una casa por 1 millón de libras podrían ganar 20.000 libras, un buen retorno por tomar algunas fotos y enseñarle casas a unas pocas personas.

Segundo, son víboras engañosas, siempre listas para asegurar a los compradores que hay "mucho interés" en cualquier sótano diminuto, mientras que a la vez les dicen a los dueños que una pobre oferta es lo mejor que van a conseguir. Tercero, tienden a ser densos: vender casas no requiere ninguna calificación particular y este sector atrae a los que son demasiado tontos para ingresar en el mundo de las finanzas o la ley. Y finalmente, destrozan el lenguaje con sus estúpidos y transparentes eufemismos.

Me tomó un par de semanas de asociación con estos tipos repugnantes para darme cuenta que algo estaba mal. No eran nada repugnantes. Ninguno de la docena que he conocido, procedentes de varias firmas, ha sido más que levemente molesto. En ambos el lado de la venta y de la compra han sido civilizados, suficientemente inteligentes, más o menos confiables y algunos han sido categóricamente agradables. Han llegado a tiempo a todas las citas. Han tratado de no venderme propiedades que son evidentemente inadecuadas.

El equipo que está vendiendo nuestra casa parece cumplir con el trabajo según mis instrucciones. En cuanto al lenguaje, es verdad que una casa que me interesaba con un "jardín privado grande" resultó tener un patio de tamaño medio, pero en general los corredores de propiedades no usan las palabras con más ligereza que otras profesiones. La única verdadera duplicidad es sobre las fotos. La cámara nunca miente, excepto cuando tiene un lente ultra gran angular. En el documento de venta de nuestra casa un sofá para dos personas luce como si pudiera acomodar a ocho.

Aunque los corredores de propiedades sean menos reprensibles de lo que pensamos –y menos que la última vez que tuve algo que ver con ellos hace quince años– esto no responde a la pregunta central. ¿Por qué existen todavía estos corredores? Los agentes de viajes han desaparecido, o están a punto de hacerlo. Los corredores de propiedades, que eran odiados mucho antes de que Tim Bernes-Lee dejara su afición por los trenes para inventar el World Wide Web, iban a ser los primeros en desaparecer cuando llegara la era del Internet. En cambio, está sucediendo lo opuesto: yendo a casa en bicicleta por Islington el otro día conté 17 oficinas de bienes raíces en una sola calle.

No tiene sentido. En otros tiempos uno los necesitaba para que le dijeran lo que estaba en venta. Ahora Internet se encarga de eso. Google Earth nos dice cómo luce el lugar por fuera; el vendedor puede tomar sus propias fotos; y los videos para mostrar cómo es por dentro. Hasta un niño de ocho años podría calcular el precio, ya que puede buscar en cuánto se vendieron las casas de los vecinos y ajustar el precio como corresponde.

Lo único que sería difícil hacer uno mismo es enseñar la casa, ya que la mayoría de los dueños están fuera durante el día, y en cualquier caso no es agradable oír como los posibles compradores piensan arrancar el linóleo amarillo y el papel pintado William Morris que uno ha instalado recientemente y con tanto amor. Pero hasta esta función pudiera ser fácilmente reemplazada: podría haber un Uber de mostrar casas, quien dejaría entrar a los posibles compradores, cobrando no 20.000 libras sino un billete de diez la hora.

A pesar de todo esto, cuando se venda nuestra casa, le entregaré una fortuna al corredor con sólo un leve resentimiento. La razón por la que ellos existen tiene poco que ver con la lógica. Es porque al comprar y vender casas las personas están pasando por uno de los momentos más irracionales de sus vidas. Nuestra casa no es sólo donde vivimos, pero donde también vive todo nuestro dinero. Es la mayor propiedad y la más sentimental, y hasta las personas más cuerdas pierden el juicio cuando llega el momento de comprar y vender. Cambian de opinión. No saben qué hacer. Se sienten timados. Se rompen las convenciones y todo el mundo se siente violado.

Si el espíritu animal mueve los mercados, el espíritu animal del mercado inmobiliario es como una gansa canadiense madre en una furia para proteger a su cría. El mundo allá afuera es demasiado aterrador para hacerlo uno mismo, y nos sentimos agradecidos por los servicios de estos jóvenes bien arreglados que se ponen de nuestro lado.

Y esto es en realidad, creo yo, por qué odiamos a los corredores de propiedades. Porque están haciendo algo que pudiéramos hacer nosotros mismos si tuviéramos más confianza, si no le tuviéramos miedo a sumas tan increíblemente enormes, y si fuéramos más juiciosos sobre los lugares donde vivimos.

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