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Columnistas

Nuestras acciones nos definen

Gonzalo Said

Por: Equipo DF

Publicado: Miércoles 3 de junio de 2015 a las 05:30 hrs.

El mundo privado se ha visto sacudido por una serie de episodios que han puesto en jaque su legitimidad social. Estos hechos, por cierto lamentables, han despertado dudas sobre el rol actual de la empresa y de los empresarios, y han llevado a cuestionar el aporte que, desde ese sector, se hace al bienestar de las personas.


Intentando buscar el origen de esta situación, observamos que, por muchos años, la ética fue relegada a un segundo plano. La consciencia de los propios actos y la forma como éstos repercuten en otros perdieron peso en nuestro sistema social. Así, en todos los ámbitos -política, empresa y también en la ciudadanía- vemos actos éticamente incorrectos: vicios culturales que, lamentablemente, se han comenzado a enraizar.


Por otra parte, muchas decisiones corporativas se han enfocado principalmente en la eficiencia y en la rentabilidad de las compañías, sustentándose en la legalidad y no tanto en la legitimidad. Asimismo, si bien en las últimas décadas se ha incorporado el concepto de "públicos de interés" en la gestión empresarial, la sociedad en su conjunto no siempre es considerada como aquel cuerpo al que es fundamental servir y aportar, y con el que hay que establecer relaciones de colaboración en la labor cotidiana.


En este contexto, los gobiernos corporativos no han tenido la capacidad de alinear a sus organizaciones en visiones valóricas y éticas comunes. La mayor regulación y tamaño del Estado bien se puede explicar, al menos en parte, por esta ausencia de autorregulación.


La sociedad chilena, qué duda cabe, ha cambiado. Dejamos atrás el país que siempre fuimos, donde las primeras necesidades eran pan, techo y abrigo. Lenta pero sostenidamente, las prioridades han mutado y la ciudadanía ha comenzado a demandar un mayor protagonismo en la construcción de su propio destino; con instituciones que reconozcan la igualdad en dignidad y derechos de las personas. Se exige, asimismo, que los privilegios sean cada día menos justificados y que todas las personas que ostentan algún grado de poder respondan con mayores niveles de responsabilidad.


En este marco, creemos imperativo impulsar iniciativas que permitan recomponer confianzas, entendiendo el problema como global: todos sufrimos las consecuencias y debemos ser protagonistas de las soluciones, tomando la responsabilidad en nuestras propias manos. De eso depende el futuro.


Por todo lo anterior, los empresarios -desde los gobiernos corporativos- están llamados a gestionar una cultura organizacional que promueva y cuide el rol que la empresa tiene en el desarrollo integral de las personas. Así, serán las acciones, actitudes y comportamientos los que hablen por sí mismos y definan en la práctica, día a día, el carácter y el rol de empresas y empresarios. Recién entonces se reconstruirán los lazos de confianza con la ciudadanía y se percibirá a la empresa como una entidad enfocada en aportar de forma consistente al bien común de todos los chilenos.

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