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REGÍSTRATE AQUÍPor: Equipo DF
Publicado: Lunes 14 de diciembre de 2015 a las 04:00 hrs.
El pasado martes, en un trágico accidente, murió el empresario, filántropo y ecologista Douglas Tompkins. Las opiniones con respecto a su figura han sido siempre controversiales. Algunos lo postulan casi como un héroe porque, tal como él mismo decía, su misión era salvar el paraíso de la explotación comercial; por otro lado, algunos lo veían como una persona con intereses ocultos, al límite de la especulación conspirativa de comprar tierras para construir el nuevo estado de Israel en Chile.
Sin duda, Tompkins no fue ni lo uno ni lo otro, sino una persona comprometida con sus ideales y que destinó tiempo, esfuerzo y dinero para hacerlos prevalecer en la sociedad. Sus convicciones arraigadas en la ecología profunda, lo llevaron a adquirir inmensos predios con el solo objetivo de entregárselos al Estado para que estos fueran conservados. Luego, a través de un fondo levantó dineros para replicar este modelo en otros lugares del sur de Chile y Argentina buscando conservar intacto estos parques.
Fue también su ecología la que lo llevó muchas veces a financiar o estar directamente en contra de distintos proyectos y empresas que se instalaban cerca de sus terrenos. Se enfrentó a los salmoneros, al Ministerio de Obras Públicas (MOP) cuando ejerció su influencia contra la construcción y pavimentación de la carretera austral para que esta no atravesara el Parque Pumalín, dejando a la región de Aysén conectada únicamente por transbordador, o por Argentina. Quizás lo más llamativo de los últimos años fue su apoyo a la ONG “Patagonia Sin Represas”, organización que lideró la oposición al proyecto hidroeléctrico de HidroAysén.
Más allá de que si uno está a favor o en contra de estas distintas iniciativas (salmoneras en los fiordos, Carretera Austral o HidroAysén), todas las acciones del empresario estaban motivadas por sus creencias particulares. Es deber del Estado y de la política en general ser garante del bien común y por lo tanto, el deber de velar por el interés del país en estas materias. Por muy increíbles que sean los lugares que se buscan proteger, Chile no se puede transformar en el patio trasero del mundo, donde conservamos una especie de paraíso inmaculado que tranquiliza las conciencias de otros.
Aunque, sí es nuestro deber ser líderes en la construcción de un desarrollo más sustentable que nos permita exigir con propiedad a aquellos países responsables de más del 60% de las emisiones de CO2 del mundo (Estados Unidos, la Unión Europea, China y Rusia) que cumplan los acuerdos tomados en la cumbre del cambio climático finalizada el viernes recién pasado.
Por muy valorable que pueda ser la intención de un filántropo ambientalista como Tompkins y el respaldo que hizo el Estado de Chile al convertir varios de sus proyectos en parques nacionales, Chile depende, en gran medida, de que otros puedan incluir el factor mediambiental en sus funciones de maximización. De lo contrario, nuestros esfuerzos están condenados a ser irrelevantes.
La startup cerró un contrato que permitirá a la entidad usar sus herramientas educativas potenciadas con inteligencia artificial para apoyar el aprendizaje de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.