Stephanie Shirley: La filántropa disruptiva
La empresaria británica Stephanie Shirley fue refugiada de guerra a los cinco años. Antes de cumplir 30 fundó su propia compañía de software y se propuso contratar solo mujeres. Hoy tiene 87 años, es millonaria y se dedica a la filantropía.
Por: Sofía García-Huidobro
Publicado: Jueves 1 de octubre de 2020 a las 04:00 hrs.
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La vida de Stephanie Shirley es tan de película que está en camino de convertirse en una. Nació en 1933, bajo el nombre de Vera Buchthal, en la ciudad de Dortmund, Alemania. Con la llegada de Hitler al poder, su familia, judía, comenzó un éxodo por distintas ciudades de Europa en busca de trabajo y refugio. Se instalaron en Viena, ciudad natal de su madre, hasta que los nazis invadieron Austria y tuvieron que escapar por los Alpes suizos tal y como La novicia rebelde, cita la empresaria y filántropa. En 1939, la pequeña Vera de cinco años, viajó a Inglaterra, de la mano de su hermana Renata, de nueve, como parte del programa Kindertransport que en plena guerra mundial permitió evacuar a unos 10 mil niños, en su mayoría judíos, a Inglaterra y otros países. Esos dos días de viaje permanecen vívidos en su memoria casi 80 años después, y, asegura, marcaron el resto de su existencia. “Desde muy temprana edad conocí la desagradable sensación de supervivencia. ¿Por qué me salvé yo y no otros miles de niños? ¿Cómo hago para que mi vida sea merecedora de haber sido salvada? No son emociones saludables para una niña pero decidí que iba a vivir mi vida lo mejor posible y que no desperdiciaría mis días”, sentencia la empresaria inglesa en el encuentro virtual gestionado por Yael Scholnick, directora ejecutiva de G-100, en el que estaban presentes varios miembros de esta agrupación de emprendedores creada hace un año atrás, incluido su presidente Nicolás Shea.
Vera fue adoptada por una familia inglesa, a los 18 años obtuvo la ciudadanía y cambió su nombre a Stephanie Brook. Al salir de la escuela, en la decada de los 50, comenzó a trabajar en la Estación de Investigación de la Oficina de Correos Dollis Hill, construyendo computadoras y durante seis años tomó clases nocturnas de matemáticas. Desde entonces comenzó a ver frustrada su capacidad laboral por el hecho de ser mujer. En 1962 se casó con el físico Derek Shirley, y con un capital de 6 libras de la época, fundó su propia empresa de software que bautizó Freelance Programmers (luego se llamó FI y más adelante, Xansa). “Cuando comencé mi negocio enviaba cartas con promociones, pero no conseguía ninguna respuesta. Entonces mi querido esposo me sugirió que usara mi sobrenombre familiar: Steve. Mandé las mismas cartas pero firmando como Steve Shirley, y, sorpresa, sorpresa, comencé a obtener respuestas y a fijar reuniones. Eso demuestra lo subvaloradas que éramos las mujeres”, comenta la empresaria a través de la cámara del Zoom. Vestida de rojo y con impecable pelo blanco, afirma que la pueden llamar Steve o Dame Stephanie, su título honorífico.
Teletrabajo femenino
Su principal innovación, además de emprender en la industria tecnológica en los años 60, fue que en un comienzo sólo contrató empleadas mujeres, y la gran mayoría de ella en formato freelance. La idea era darle una oportunidad a las mujeres para trabajar desde sus casas. “Creé una compañía de mujeres porque estaba cansada del sexismo al que me había enfrentado. Sabía que si podía proporcionar un entorno en el que las mujeres tuviéramos la flexibilidad y equilibrio que pedíamos, podría generar una gran fuerza laboral. Lo pensé en un sentido social y no por el mero interés de ganar dinero. De hecho demoré casi 25 años en pagar el dividendo, pero construí mi empresa de manera sólida, paso a paso”, afirma. Dame Stephanie dice que espera haber sido parte de los cambios que han llevado a las mujeres a tener un rol igualitario en el ámbito laboral y económico: “Soy feminista de hecho, pero no de palabra. Nunca me llamé feminista porque en los años sesenta, el feminismo era anti hombres, y yo no lo soy. Pero me cansé de ser tratada condescendientemente por ser mujer. Se nos permitía hacer ciertas cosas, pero otras no. No podíamos trabajar en la Bolsa, ni manejar un autobús. No podía conseguir una hipoteca ni abrir una cuenta bancaria sin la firma de mi marido. Entonces me dije: Voy a hacer algo sobre los problemas de las mujeres”. Llegó a tener 300 mujeres empleadas y apenas tres hombres. Steve cuenta que durante años midió el éxito de su empresa según la cantidad de mujeres que era capaz de emplear: cuántas madres solteras, cuántas mujeres sostenedoras del hogar, cuántas mujeres discapacitadas. Paradójicamente en 1975 la Ley de discriminación sexual promulgada en Inglaterra la obligó a contratar hombres: “Desde entonces se ha equilibrado en términos de género, que es como debería ser”.
Aprender y emprender
Shirley también llegó a ser la undécima mujer más rica de Inglaterra con una fortuna de 150 millones de dólares. A estas alturas de su vida, luego de publicar sus memorias Let it Go (2012) -libro en el que basará la película que dirigirá la cineasta Haifaa Al-Mansour y que se encuentra en pausa debido a la pandemia- y de lanzar una exitosa charla TED en 2015 que se tituló “¿Por qué las mujeres ambiciosas tienen la cabeza plana?” (la respuesta resumida es por los constantes empujones y palmadas condescendientes que deben soportar), tiene algunas reflexiones esenciales al momento de emprender.
“Amo los negocios. Traté de aprender de los libros, pero aprendí en el trabajo. Mi consejo para los emprendedores es mantener la equidad y hacer algo diferente, no más de lo mismo. Ser disruptivo. Cuando me llamaron disruptiva por primera vez, pensé que estaban siendo groseros, pero luego me di cuenta de que eso es lo que soy. Si haces algo especial para ti, nadie lo hará mejor que tú”, asegura. Su mirada es entusiasta y positiva, pero está lejos de ser ingenua: “Si estás pensando en crear un negocio es normal asustarse: la mayoría de las empresas nuevas fracasan. Si piensas en hacer fortuna con facilidad, seguro te decepcionarás. Pero puedes mejorar tus posibilidades de éxito siguiendo reglas muy simples, como rodearte de buenas personas. Elige algo que te importe, para lo que seas bueno y disfrútalo. Si no funciona, puedes empezar de nuevo, pero lo bueno de emprender es que nunca te aburres”.
La aventura filantrópica
En 1993, con 60 años, Steve se retiró para dedicarse a la filantropía. Fundó Shirley Foundation, organización que financia investigaciones pioneras sobre el espectro autista, condición que padeció su hijo mayor. También es cofundadora del Oxford Internet Institute, departamento multidisciplinario de la Universidad de Oxford que investiga los alcances sociológicos, económicos, legales y éticos que compromete el uso de la tecnología, y que va desde temas evidentes como poder detectar noticias falsas hasta asuntos más específicos como el funcionamiento del humor en el mundo digital.
Antes de retirarse, Dame Stephanie se encargó de que los trabajadores de su compañía se convirtieran en copropietarios. “Hice millonarios a 70 empleados, pero quiero explicar por qué. En los años 70 tuvimos una recesión fuerte y casi cerramos. Fueron los trabajadores freelance los que mantuvieron la empresa andando con su trabajo y compromiso. Cuando superamos esa crisis sentí que un sistema de bonificación no era suficiente. Estas personas se habían comportado como socios, como copropietarios. Y creo que es correcto compartir la riqueza. Si puedo hacer algo por ti, espero que hagas algo por mí, no en el sentido quid pro quo, sino que todos nos ayudemos unos a otros”, explica la ex empresaria. Shirley practica filantropía de riesgo (venture philanthropy). “Donar dinero para caridad puede ser un acto de generosidad pero si quiero que pasen cosas y que exista impacto social debo involucrar también mis capacidades y conocimientos. Pensar la filantropía en términos de proyectos, y eso significa invertir no solo dinero, también tiempo, energía y contactos”, explica la empresaria al ser consultada sobre el significado del concepto. Los últimos 20 años los ha dedicado al estudio del autismo, en memoria de su hijo y también por tener la experiencia y los medios para poder aportar. Creó un colegio donde asisten unos 100 niños y jóvenes autistas, un paso inmenso considerando que antes eran considerados niños ineducables. “Nuestro objetivo es darles trabajos sencillos: horticultura, cría de animales, limpieza de verduras en la cocina. Cuando veo que lo logran es tanta mi satisfacción, que estoy convencida que la filantropía de riesgo es una transacción equilibrada”, dice Steve.
Memoria y futuro
Los miembros de G-100 presentes en la conversación por Zoom, son de los primeros en conocer la portada del libro que Shirley lanzará durante los próximos días, señala su propia autora. Let it Speak (2020) es una selección de los múltiples discursos que la filántropa ha dado a lo largo de los años. Se refieren a su historia como refugiada de guerra, emprendimiento, tecnología, feminismo y autismo. Los hay breves y extensos. Algunos de ellos tienen más de 40 años y Steve afirma que estuvo tentada de editar ciertos pasajes para que se ajusten a su actual postura frente a ciertos temas, pero decidió respetar el contexto en que fueron escritos, aunque estos incluyan ideas políticamente incorrectas. “También hay comentarios interesantes sobre la industria informática. Hablo sobre correos electrónicos y los teléfonos de visión, como Zoom, el año 1987. Me refiero a la realidad virtual en 1997 y así”, cuenta sobre su nuevo título. Sus memorias anteriores, Let it go se destacaron por su honestidad; habla de la traición que le tocó vivir por parte de una persona muy cercana a su círculo familiar, también de sus crisis matrimoniales, entre otros asuntos personales.
Respecto de la pandemia y los posibles escenarios futuros, a sus 87 años Shirley se declara optimista: “tiendo a ver el vaso medio lleno”. Por una parte confía que el caracter global de esta crisis sanitaria y económica podría acercarnos como humanidad. “El teletrabajo, que yo vengo implementando hace 50 años, de pronto se hizo realidad. Cumplir con una jornada laboral sentados en una oficina no es requisito para lograr grandes cosas. Y en términos de tecnología, que es algo que yo disfruto mucho, hemos avanzado más en 10 semanas que en los últimos 10 años. Están pasando cosas nuevas y eso es emocionante”.
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