Estimaciones de ONU Mujeres indican que, en el peor de los escenarios climáticos, de aquí a 2050, hasta 158,3 millones más de mujeres y niñas podrían caer en la pobreza en todo el mundo, mientras que hasta 236 millones podrían experimentar inseguridad alimentaria.
Enero de este año fue el mes más caluroso jamás registrado, con un incremento de 1,75°C en la temperatura del planeta por sobre los niveles preindustriales. Un escenario en el que las mujeres de todo el mundo enfrentan un riesgo mayor, a raíz de la falta de equidad y de oportunidades. Según el informe “Justicia climática feminista: un marco para la acción”, publicado en octubre pasado por ONU Mujeres, las desigualdades de género intensifican la vulnerabilidad a los efectos del calentamiento global, mientras que la emergencia climática se superpone a otras crisis , agudizando sus consecuencias.
“Lo primero es reconocer la existencia de una triple crisis planetaria: el cambio climático, la contaminación y la pérdida de la biodiversidad”, plantea la integrante del Comité Científico Asesor del Cambio Climático y profesora titular de la Universidad de Concepción, Amaya Alvez.
La académica explica que la Ley Marco de Cambio Climático definió como principios a la equidad y la justicia climática, y estableció como un deber del Estado procurar una justa asignación de cargas, costos y beneficios, resguardando la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades, con enfoque de género y especial énfasis en sectores, territorios, comunidades y ecosistemas vulnerables al cambio climático.
“Una perspectiva de género supone reconocer que el cambio climático impacta de manera diferenciada a las mujeres y niñas”, señala Alvez, quien asegura que muchas veces las brechas sociales provocan desigualdades estructurales entre hombres y mujeres, como por ejemplo, en acceso a recursos y herramientas para actuar ante los efectos del cambio climático.
En este sentido, la jefa de oficina de ONU Mujeres en Chile, Gabriela Rosero, resalta que el cambio climático exacerba las desigualdades históricas, incrementando los riesgos de profundizar la pobreza, aumentar la violencia de género y limitar el acceso a recursos y servicios básicos para mujeres y niñas, entre otras consecuencias, considerando la vulnerabilidad regional a los impactos de este fenómeno que amenaza los recursos naturales.
Estimaciones de ONU Mujeres indican que, en el peor de los escenarios climáticos, de aquí a 2050, hasta 158,3 millones más de mujeres y niñas podrían caer en la pobreza en todo el mundo, mientras que hasta 236 millones podrían experimentar inseguridad alimentaria. De hecho, en 2022, el 28% de las mujeres del mundo enfrentaron la falta de alimentos a nivel moderado o grave, un 3% más que los hombres.
Rosero explica que las mujeres, a menudo, se dedican a la agricultura de subsistencia y al sector informal, áreas que son particularmente vulnerables a las perturbaciones relacionadas con el clima. “A medida que el cambio climático provoca fenómenos meteorológicos más frecuentes y graves, como sequías, inundaciones y tormentas, las mujeres corren un mayor riesgo de perder sus medios de subsistencia e ingresos. Además, tienen menos probabilidades de acceder a créditos bancarios, lo cual les dificulta recuperar sus medios de vida”, enfatiza.
Desde Colectivo VientoSur indican que aproximadamente cuatro de cada cinco personas desplazadas por los impactos del cambio climático son mujeres y niñas, y que la interrelación entre las múltiples crisis existentes provoca que sean ellas y las infancias quienes resultan más afectadas. “Las probabilidades de morir luego de un evento climático extremo son 14 veces más altas para mujeres e infancias que para los hombres”, detallan, citando datos de ONU Mujeres, y destacan que “las mujeres están a cargo del cuidado, la crianza y alimentación y son las primeras en sufrir, por ejemplo, la falta de agua cuando la sequía azota”.
El camino: más equidad
La directora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), Pilar Moraga, sostiene que el cambio climático es un componente adicional a la situación actual de desigualdad que viven las mujeres y niñas y, por esto, la manera de avanzar en esta contingencia es precisamente desarrollar mayor equidad en la sociedad, de manera que las mujeres no partan de una base de mayor vulnerabilidad que los hombres. “Por lo tanto, el trabajo en equidad va a permitir que exista menos desigualdad en general y, por supuesto, también menos desigualdad frente a los efectos del cambio climático”, afirma.
Reducir las inequidades es clave en un contexto donde la temperatura global aumentó 1,55°C en 2024, el año más cálido de la historia, y las proyecciones para 2025 no son mejores. Un objetivo en que, a juicio de Rosero, “necesitamos del compromiso de todos y todas”, incluyendo el trabajo de los estados, los organismos internacionales y la sociedad civil.