Enrique Valdés Vergara y el hundimiento del Blanco
Por Alejandro San Francisco Profesor del Instituto de Historia y la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile.
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 2 de diciembre de 2011 a las 05:00 hrs.
La guerra civil de 1891 fue dramática por muchas razones. A los miles de muertos en los campos de batalla habría que sumar el establecimiento de la dictadura de Balmaceda, el fin de las libertades políticas que habían enorgullecido a Chile, la división del Ejército y del país en general, además de una larga lista que incluye saqueos, venganzas y persecuciones. En uno de esos episodios tristes y fatales participó como actor principal el joven Enrique Valdés Vergara (1859-1891).
Era un hombre activo y decidido, que había ejercido como redactor del periódico El Heraldo, de Valparaíso, de tendencia radical y clara oposición contra el presidente Balmaceda; todo ello en medio de la polarización y militarización de la política que enfrentó el país en esa administración tan progresista como polémica. La incapacidad de llegar a acuerdos permanentes entre el gobierno y la oposición del Congreso puso en peligro la convivencia social, y hacia fines de 1890 ya era inminente una resolución militar del conflicto.
Recordando los días previos al estallido de la revolución, Luis Orrego Luco sostenía que Enrique “hacía constante propaganda entre los oficiales de Marina para obtener de los jefes la promesa de resistir por la fuerza, en caso que el Presidente intentara seguir gobernando sin ley de presupuesto y sin Congreso, después del 1° de enero de 1891”. Y así ocurrió: el 7 de enero se produjo el levantamiento de la Escuadra, mientras Balmaceda contó con respaldo en un Ejército que finalmente se dividiría, marcando el comienzo de la guerra civil.
Valdés Vergara asumió como Secretario General de la Escuadra (liderada por Jorge Montt), y se convirtió en una figura importante y motivadora del bando congresista. Lamentablemente para sus intenciones, el 23 de abril se produjo uno de los momentos más dramáticos de la guerra civil. En la madrugada de ese día el cazatorpedero Lynch, balmacedista, atacó al blindado Blanco Encalada, de las fuerzas congresistas. El buque, que se encontraba lleno de gente, recibió un certero impacto en el centro, que provocó el rápido hundimiento del Blanco.
Entre los que fallecieron, como explicó después Luis Goñi, comandante del blindado, estaba “el valiente y entusiasta secretario de la Escuadra Enrique Valdés Vergara”, provocando la ira de los congresistas que llamaron a vengar su memoria. El periódico clandestino La Revolución habló del “horroroso crimen mandado a cometer por el tirano Balmaceda”. Ismael Valdés Vergara asumió en reemplazo de su hermano, esperando que “el sentimiento de la venganza ha de suplir mi incapacidad”.
El gobierno, por su parte, reaccionó con cierta moderación, en medio de un ambiente oficial que pedía celebraciones: “las victorias contra hermanos no se celebran con fiestas”, fue la sintética respuesta de Balmaceda. Sin embargo, Alberto Fuentes y Carlos Moraga, los autores del hundimiento, fueron ascendidos a capitanes de navío, como reconocimiento a su acción de guerra. Era la paradoja y el drama de la guerra civil.
Era un hombre activo y decidido, que había ejercido como redactor del periódico El Heraldo, de Valparaíso, de tendencia radical y clara oposición contra el presidente Balmaceda; todo ello en medio de la polarización y militarización de la política que enfrentó el país en esa administración tan progresista como polémica. La incapacidad de llegar a acuerdos permanentes entre el gobierno y la oposición del Congreso puso en peligro la convivencia social, y hacia fines de 1890 ya era inminente una resolución militar del conflicto.
Recordando los días previos al estallido de la revolución, Luis Orrego Luco sostenía que Enrique “hacía constante propaganda entre los oficiales de Marina para obtener de los jefes la promesa de resistir por la fuerza, en caso que el Presidente intentara seguir gobernando sin ley de presupuesto y sin Congreso, después del 1° de enero de 1891”. Y así ocurrió: el 7 de enero se produjo el levantamiento de la Escuadra, mientras Balmaceda contó con respaldo en un Ejército que finalmente se dividiría, marcando el comienzo de la guerra civil.
Valdés Vergara asumió como Secretario General de la Escuadra (liderada por Jorge Montt), y se convirtió en una figura importante y motivadora del bando congresista. Lamentablemente para sus intenciones, el 23 de abril se produjo uno de los momentos más dramáticos de la guerra civil. En la madrugada de ese día el cazatorpedero Lynch, balmacedista, atacó al blindado Blanco Encalada, de las fuerzas congresistas. El buque, que se encontraba lleno de gente, recibió un certero impacto en el centro, que provocó el rápido hundimiento del Blanco.
Entre los que fallecieron, como explicó después Luis Goñi, comandante del blindado, estaba “el valiente y entusiasta secretario de la Escuadra Enrique Valdés Vergara”, provocando la ira de los congresistas que llamaron a vengar su memoria. El periódico clandestino La Revolución habló del “horroroso crimen mandado a cometer por el tirano Balmaceda”. Ismael Valdés Vergara asumió en reemplazo de su hermano, esperando que “el sentimiento de la venganza ha de suplir mi incapacidad”.
El gobierno, por su parte, reaccionó con cierta moderación, en medio de un ambiente oficial que pedía celebraciones: “las victorias contra hermanos no se celebran con fiestas”, fue la sintética respuesta de Balmaceda. Sin embargo, Alberto Fuentes y Carlos Moraga, los autores del hundimiento, fueron ascendidos a capitanes de navío, como reconocimiento a su acción de guerra. Era la paradoja y el drama de la guerra civil.
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