Liszt y Chopin: 
Dos románticos entre la rivalidad y la admiración

Por: | Publicado: Viernes 25 de febrero de 2011 a las 05:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

 Por Fernando Martínez Guzmán*




*

Liszt es un año menor que Chopin y lo precede en París por ocho años. Llega a París desde su Hungría natal, desde donde pequeño había demostrado sus asombrosas dotes para el piano. Los músicos se conocen en París en 1831 y desde ese momento se respetan. Liszt admira a Chopin como compositor y Chopin admira a Liszt como pianista. Su relación es cálida y siempre mantienen un respeto mutuo. La muerte de Chopin, en octubre de 1849, marca la sensibilidad de Liszt. Al poco tiempo, Liszt comienza a redactar una biografía del músico polaco e inicia una serie de composiciones que muestran una fuerte influencia de Chopin, como se aprecia en “Funerales”, la obra de piano donde destaca un fragmento muy similar a la “Polonesa Op. 53” de Chopin. Otro hecho que refuerza la conexión es que el primer nombre de “Funerales” fue “Marcha fúnebre”, el mismo título del famoso tercer movimiento de la “Sonata No. 2 para piano Op. 35” de Chopin.





L

iszt: gigante del piano y la composición 


Liszt es uno de los grandes pianistas de que exista recuerdo. Nacido en Hungría en 1811, es el concertis­ta más ostentoso de la época. Dotado de una estiliza­da figura donde destaca su frondosa cabellera, para él no existen cosas difíciles: puede retener la música que otros tardan meses en aprender; sus composicio­nes son tan complejas de ejecutar, que se dirá “toca hipnotizado”. Liszt lleva la técnica del piano a altu­ras insospechadas, ni siquiera alcanzadas por el pro­pio Chopin. Muchas de sus obras, como “Rapsodias húngaras”, “Estudios de ejecución trascendental” o el “Vals Mefisto”, reflejan un enorme virtuosismo. Al mismo tiempo, él utiliza su popularidad para revelar al público la música de compositores como Bach y Schubert. Las sinfonías de Beethoven y de Berlioz forman parte de sus conciertos, en arreglos para piano, y la fama de estas obras crece gracias al éxito del pianista. Pese a todo, Liszt es un hom­bre insatisfecho. Luego de retirarse del círculo de virtuosos, en 1848 es nombrado director musical de la Corte en Weimar. Transcurren trece años de dirección y composición, explorando nuevas posibilidades para la orquesta y creando estilos de armonía y una nueva forma musical romántica:

el Poema Sinfónico

. Liszt interpreta la obra sinfónica de Schumann y de Wagner y da a conocer al público alemán la ópera italiana de Bellini, Donizetti y de Verdi. Son famosas sus “fantasías” sobre las célebres arias de Norma, Lucia di Lammermoor, Rigoletto, Traviata y Trovador, fragmentos de impresionante virtuosismo, como

Estudios trascendentales

, obra donde conjuga con notable balance inspiración y técnica por el instrumento. Al piano, Liszt crea una técnica absolutamente nueva, y establece para el instrumento las leyes de una verdadera ejecución orquestal. 
Liszt es un año menor que Chopin y lo precede por ocho años en París. Llega a la capital de Francia desde su Hungría natal, donde muy temprano demuestra sus asombrosas dotes para el piano. El padre, un administrador del príncipe Esterhazy y un experto aficionado a la música, llevó al niño a Viena, donde Czerny y Salieri le imparten una sólida formación musical. Los primeros conciertos revelan una naturaleza excepcional de improvi­sador y virtuoso. ¿No parece una leyenda cuando vemos a Beethoven asistiendo a su segunda sesión de conciertos y besando en la frente al niño del milagro? Münich, Stuttgart y Estrasburgo confir­man el entusiasmo desencadenado en Viena. Sin embargo, en París el “pequeño Liszt” debuta con un fracaso: Cherubini, quien ejerce las funciones de director del Conservatorio, cerrará a Liszt las puertas por

su calidad de extranjero

. Es sabido también que a Cherubini ¡no le agradan los niños prodigio! El hecho constituye una llaga profunda para Liszt que tardará tiempo curar. Pero París enloquece y el profesor Paër —quien imparte al joven lecciones de composición— aconseja al padre que arriende el Teatro de la Ópera para presentar a su hijo acompañado por la orquesta. El éxito es estrepitoso y el niño es invitado a recorrer los palcos para recibir las felicitaciones. En torno al fenómeno se produce un delirio similar al de la llegada de Paganini, prototipo del concertista del siglo XIX, que domina totalmente el instrumento e imprime a la música una expresividad tal que resulta una experiencia imborrable para quienes lo escuchan. El éxito prosigue en Londres y en toda Francia. Pero Liszt decide dejar sus extensas giras y el glamour de concertista para dedicarse a la composición. Su vida se orienta al lado espiritual llegando incluso a tomar órdenes religiosas menores. Como director de la Corte de Weimar explora nuevas posibilidades para la orquesta, creando una nueva forma musical: el Poema Sinfónico. En 1886, a los setenta y cinco años de edad, tras concluir una gira de conciertos, Liszt muere en Bayreuth durante el festival creado por Wagner. 



Liszt versus Chopin


Los dos músicos se conocieron en París en 1831 y siempre se respetaron mutuamente. Liszt admiraba a Chopin como compositor y Chopin admiraba a Liszt como pianista. Fernando Díaz-Plaja narra en su libro “

George Sand y Frédéric Chopin. Parejas que hi­cieron historia

(1999)”, que Chopin poseía tal facilidad para hacer imitaciones, que entre sus anécdotas se cuenta que un día copió a Liszt su manera de vestir y hablar, con tal exactitud, que un ingenuo admirador que asistía a su representación, al encontrarse días después con el auténtico Liszt, le dijo indignado: “¡Ah! ¡No, Chopin, esta vez usted no me engañará!”.

En el mundo de intereses y envidias que existe en cualquier profesión, Chopin y Liszt se llevaron en forma ejemplar con mutuo respeto hacia sus respec­tivas habilidades. De aquí nace la conocida anécdota que los directores de cine no han dejado de mostrar: 


Era una noche de mayo y los invitados estaban reunidos en el salón de la casa. Liszt interpretaba un “Nocturno” de Chopin, pero, siendo él mismo compositor, no se limita­ba a interpretarlo tal como estaba escrito. Así, intercalaba variaciones de todo tipo, saliendo y entrando a su capricho de la partitura. Todos estaban admirados de su habilidad, menos Chopin, que no podía ocultar su nerviosismo al ver como su obra era tratada con tanta libertad. Por fin se acercó al piano y le dijo: Querido amigo, si me haces el honor de tocar algo mío, toca lo que está escrito; sólo Chopin puede corregir a Chopin. Liszt se levantó un poco molesto. De acuerdo. Tócalo tú, entonces. Con mucho gusto. Cuando Chopin se sentaba al piano, una mariposa se acercó a la vela apagando completamente la llama. Alguien intentó reavivar la llama, pero el músico se opuso: apagad también todas las velas. Me basta la luz de la luna. Así Chopin tocaba sus obras durante una hora iluminado únicamente por los rayos que entraban a través de la ventana. Cuando terminó, los presentes se levantaron entusiasmados; el primero fue Liszt, que abrazándole le dijo:
Querido amigo, tenías razón, las obras de un genio como tú son sagradas, y quien se atreva a corregirlas comete una profanación. Chopin lo tranquilizó, y los amigos se abrazaron entre los aplausos del público. La anécdota circuló por los salones de París, y Chopin la contaba con la satisfacción de quien ha ganado una partida difícil. Días después, en el mismo salón donde había ocurrido la pugna anterior, Liszt rogó a su amigo que se sentara al piano mientras ordenaba a un criado que apagase todas las luces para que el ambiente fuese más íntimo; esta vez sin siquiera la luz de la luna. Ya a oscuras la sala, y cuando Chopin iba a empezar, Liszt le dijo al oído que le dejara la banqueta. Chopin imaginando que se trataba de una broma, se deslizó silenciosamente hasta la butaca vecina. Entonces Liszt procedió a interpretar todas las composi­ciones que Chopin había tocado en la famosa velada y lo hizo con tal pureza que los emocionados asistentes creían que el polaco repetía su concierto anterior. De pronto, Liszt se detuvo, y encendió las velas que había encima del piano. Asombro en la sala. ¡Creíamos que era Chopin!, a lo que el bromista contestó, saludando: “Como veis, Liszt puede ser Chopin cuando quiera, pero Chopin, ¿podría ser Liszt?” Nunca más se supo, pues Chopin, tal vez por temor o por orgullo, no aceptó el desafío, con lo que la pugna quedó en tablas.



La relación entre Liszt y Chopin fue cálida. Pese a que después se alejaron, siempre se respetaron mutuamente en el ámbito profesional.



“Funerales” 


La muerte de Chopin, quien sucumbió a la tubercu­losis en octubre de 1849, fue un acontecimiento que impactó la sensibilidad de Liszt. Al poco tiempo, Liszt comenzó la redacción de una biografía del mú­sico polaco. Y en relación a su producción musical, el músico húngaro inició una serie de composiciones que muestran una fuerte influencia de Chopin, como por ejemplo “Funerales”, que parece ser la primera pieza donde destaca un fragmento muy parecido a la “Polonesa Op. 53” de Chopin. El propio Liszt, mientras daba una clase de piano a un alumno que interpretaba “Funerales”, decía:

«esta parte es básica­mente una imitación de la famosa “Polonesa de Chopin

”,

pero aquí lo he hecho un poco diferente

». Otro hecho que refuerza la conexión entre Chopin y la pieza de Liszt es que el primer nombre que tuvo “Funerales” fue “Marche funebre”, es decir, el mismo título del famoso tercer movimiento de la “Sonata No. 2 para piano Op. 35” de Frédéric Chopin.

“Funerales” es una de las obras que mejor reflejan la faceta espiritual y religiosa de Liszt. Pertenece a una colección de piezas para piano, llamada “

Armonías poéticas y religiosas

”, publicada en 1853. El subtítulo de la pieza dice: «

Octubre 1849

». Durante dicho año, dos importantes acontecimientos afectaron profundamente al compositor: la muerte de Chopin y después la derrota de la Revolución Húngara, que significó la muerte de muchos de sus compatriotas.



“Funerales” y Hungría


Liszt nació en Hungría pero vivió muy poco en su país. Ni siquiera hablaba

magyar

, la lengua húngara. Sin embargo, fue generoso con su patria: cuando en 1838 hubo un desastre nacional, el músico realizó una gira de conciertos donando todo el dinero al go­bierno de su país. En retribución a su generosidad, el poeta húngaro Mihály Vörösmarty dedicó una oda a Liszt, uno de cuyos fragmentos del extenso poema dice así:


Escribe una canción para nosotros, gran amo del sonido, y cuando cantes el pasadodeja que las cuerdas del piano reverberen desastre,haz que suene el trueno de la batalla y templa las canciones de guerra con una melodía de prometida victoria.



Años más tarde, Liszt escribiría en una de sus cartas que había respondido a la petición del poema con su obra “Funerales”. Otro punto que refuerza la conexión entre su Hungría natal y ”Funerales”, es que en un cuaderno de apuntes de Liszt, aparece un bosquejo de uno de los temas de “Funerales”, con el título de «magyar». 



“Funerales” y la guerra


Desde inicios del siglo XIX, Hungría había lu­chado por obtener su independencia del Imperio Austriaco. En 1848, los húngaros declararon la independencia y el Imperio Austriaco acordó que Lajos Batthyány - amigo de Liszt - fuera nombrado Primer Ministro. Pero poco después, comenzó la guerra entre Austria y Hungría, y con el apoyo de Rusia, Hungría fue derrotada. En octubre de 1849 los austriacos ejecutaron a 13 generales húngaros, entre ellos a Batthyány. Los oficiales húngaros fueron reclutados como soldados rasos en el ejército austriaco y sus mujeres azotadas frente a las filas del ejército vencedor. Los sangrientos episodios impactaron fuertemente a Liszt; sin embargo, el compositor fue duramente criti­cado por no haber participado en la lucha por la independencia de su país. A raíz de estos hechos, el poeta Heinrich Heine dedicaría a Liszt un irónico poema:

En octubre de 1849

.

Sin embargo, Liszt utilizó armas diferentes a la espada y al cañón, que si bien no ayudaron en su momento a su país, hoy en día nos hacen reflexio­nar sobre la crueldad de los hechos ocurridos. Al escuchar atentamente la obra “Funerales”, podemos percibir el dolor y el sufrimiento de las pérdidas humanas causadas por la tragedia de la guerra.



La música de “Funerales”


La obra de Liszt comienza con una “

Introducción

” en las notas graves del piano, disonante y dramática. Poco a poco la intensidad sube hasta alcanzar un clímax y luego se desvanece. Después comienza el tema titulado “

magyar

” (indicado en el cuaderno de apuntes del músico), que se repite, pero con mayor sonoridad y un registro más agudo en la melodía. Un poco más adelante aparece otro tema, marcado en la partitura como “

lagrimoso

”, de naturaleza muy contrastante con el tema anterior. Al igual como su­cede con la sección “magyar”, el tema “lagrimoso” se repite con una sonoridad reforzada y en una octava más aguda en la melodía. Cuando termina el “

lagri­moso

”, continúa la parte que se asemeja a la

Polonesa Op. 53 de Chopin

. Al igual que en la introducción, esta sección sube de intensidad hasta alcanzar un clímax. Después de una breve pausa, aparece por última vez el tema “

magyar

”, continúan algunos compases del “

lagrimoso

”, en un fuerte contraste con lo anterior, y luego se escucha una parte de la sección semejante a la “

Polonesa

” y la obra termina de manera sorpresiva.

Lo más leído