Reportajes

¿Cuánto nos afectaron las últimas crisis?

Más o menos cada diez años el país enfrenta alguna turbulencia proveniente del exterior y/ o con matices internos. En la retina está viva la del ’80 y existe temor por las consecuencias de la que está en marcha.

Por: Pamela Fierro E. | Publicado: Viernes 5 de junio de 2020 a las 04:00 hrs.
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Karina Paredes (55 años) nunca se imaginó el impacto que traería la pandemia. Durante el estallido social, su Junta de Vecinos, la Nº 22 de San Ramón, inició una olla común para generar conciencia. "Pensábamos que en este sector no había tanta vulnerabilidad, pero nos dimos cuenta de que en realidad la gente lo necesitaba", comenta.

Hasta ahora, han realizado 10 ollas comunes. La primera fue para 60 personas, y hoy 500 vecinos reciben en su hogar la merienda. Ayudas solidarias llegan de distintas partes, incluidos los almaceneros. Los aportes que no se ajustan al menú son entregados a las familias más necesitadas. "Hay gente que al inscribirse nos cuenta que no ha comido en tres días", relata.

Junto a la abrupta caída de la economía (14,1% en abril) el mercado laboral se ha resentido. El desempleo escaló a 9% a nivel nacional, y a 15% en el Gran Santiago. De los desocupados, el 68% quedó cesante en los últimos tres meses, y ya son 591.844 los trabajadores acogidos a la Ley de Protección de Empleo que no saben si retomarán sus ocupaciones, o cuándo lograrán hacerlo.

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"Aquí hay mucho adulto mayor y jóvenes sin trabajo que antes vendían informalmente o cantaban en las micros y ahora no pueden por las cuarentenas", detalla la presidenta de la Junta Nº22. La informalidad es otro problema develado en la pandemia: en Chile bordea el 30% y están parados.

Y para mayo, las expectativas anticipan una caída aún más profunda de la actividad.

Los meses más difíciles

Según el Consensus Forecast la contracción del año llegaría a 3,7%, pero hay proyecciones como la de Econsult que la sitúan en 8%. Mientras que el desempleo seguirá en ascenso hasta alcanzar el 20% en los meses más crudos, así la pobreza también escalaría al golpear con mayor fuerza a los sectores más vulnerables, cuya tasa de ocupación en la última Casen era de sólo 33,1%.

Para Rafael Cumsille (88 años), la actual crisis es por lejos la más complicada de todas. "Las anteriores fueron solamente económicas y se podían ajustar algunas actividades, se podía encontrar una solución, ¡pero aquí hay fallecidos!, no sabemos cuánto más va a durar", agrega el histórico dirigente del comercio detallista y las pymes.

Por estos días en su rubro preparan cajas de alimentos, dice. Algunos han podido seguir, otros tienen problemas para pagar los arriendos de los locales y esperan con pavor la segunda cuota de las patentes, cuyo pago vence en julio.

Mientras, a nivel de empresas las quiebras también han ido en aumento. A abril totalizaron 506, un 11,5% más que en igual lapso del año anterior. Y la de las personas también subió, un 21%, con 1.816 casos.

La crudeza de los 80

"Vivo hace 54 años en San Ramón. La población La Bandera comenzó con una toma y ahí empezaron las ollas comunes. En esos tiempos la situación económica era crítica, la gente luchaba por sus ideas y el tema social, recuerda Karina, quien para la crisis del 82 tenía 16 años.

Axel Christensen, de BlackRock, cree que la crisis en los años 80 quedó en la retina de los chilenos por su dureza. A nivel personal recuerda que estaba en el colegio y varios padres de sus compañeros pasaron por la cárcel acusados por delitos económicos. "Fue un golpe mucho más cercano y nos pilló en un momento muy particular de Chile", añade.

Para el presidente del Banco Central, Mario Marcel y la gerente de la División de Política Financiera, Solange Berstein fue abrupta, profunda y costosa. El PIB se contrajo 14% en 1982, situándose dentro de las 25 crisis financieras más severas. El desempleo se empinó hasta un 27% en 1983 y muchos recuerdan la creación de los programas PEM y POJH, programas donde se trabajaba en obras no productivas por un tercio del suelo mínimo.

"El número de quiebras acumuló 752 entre 1981 y 1984, y el índice de morosidad no ha vuelto a mostrar un registro más alto que el de 1984", según detallaron Marcel y Berstein en el documento "Sistema Financiero Chile: lecciones de la historia reciente".

El origen de la crisis fue un mix externo e interno. De acuerdo con Christensen fue gatillado por un aumento importante en las tasas a nivel mundial, con EE.UU, tratando de contener la inflación que se disparaba por el alza del petróleo, las economías de la región entraron en crisis y en Chile fue agudizada por las debilidades internas.

A mediados de los 70 se tomaron medidas para expandir el crédito sin un apropiado contrapeso en regulación y supervisión. El esquema de tipo de cambio fijo favoreció que una parte importante estuviera denominada en moneda extranjera. "Había muchas empresas endeudadas en dólares, había sociedades de papel con muchos créditos de los grupos financieros hacia sus propias empresas", agrega Christensen.

El deterioro fue acelerado. Las primeras señales de debilitamiento de la banca aparecieron en 1981. Los costos de la crisis (directos e indirectos) fueron exorbitantes, tanto para estándares históricos, como contemporáneos. Se estima que las diversas medidas aplicadas para enfrentar la crisis bancaria, tendientes a apoyar a los deudores y la recuperación de la solvencia de la banca, tuvieron un costo de entre 35% y 45% del producto.

Del resfrío a la pulmonía asiática

Karina Paredes no tiene recuerdos de la crisis asiática ni de la subprime. Rafael Cumsille, sí. "Fue bastante complicada, las tasas se fueron al cielo y las empresas pasaron por fuertes dificultades", detalla.

Mientras comenzaba la reversión abrupta de capitales que por entonces fluían desde los desarrollados hacia los emergentes y particularmente Asia, las autoridades locales aseguraban que el país estaba blindado.

Chile venía terminando la década dorada y se hablaba del país como los "tigres" de sudamérica. En marzo de 1998, el ministro de Hacienda, Eduardo Aninat dijo ante el BID que Chile tendría el mayor crecimiento de Latinoamérica, no tenía déficit fiscal y la inflación seguiría descendiendo. El PIB creció 4,3%, y la economía estaba sobrecalentada con un gasto público creciendo 10% en el último trimestre de ese año.

Se pensaba que el canal de transmisión sería a través del deterioro de las exportaciones al ser Chile una economía abierta, pero la crisis asiática evolucionó y contagió al canal financiero con restricciones al financiamiento internacional para países emergentes, alta incertidumbre global y desconfianza en el tipo de cambio fijo.

Todo ello puso presión al peso que se manejaba con banda cambiaria. El Banco Central intervino el mercado de divisas en varias ocasiones, hubo ataques especulativos contra la moneda y la autoridad monetaria elevó las tasas de interés a niveles históricos, sobre el 90% en términos reales.

Hacia 1999 la economía cayó 0,8% y el desempleo superó el 10% el año 2000.

"El economista Rudiger Dornbusch, la llamó la recesión Massad porque atribuyó el freno de la actividad al alza de tasas decretada por el presidente del ente emisor", recuerda Christensen.

Massad, ha dicho que las medidas adoptadas no se lograron comprender y recordó que en esa época hubo mucha discusión interna en el gobierno.

Una crisis financiera y global

Diez años después se encubaba otra crisis externa, que tuvo como resultado la recesión más severa desde la Gran Depresión, con epicentro en Estados Unidos y que fue gatillada por los activos ligados al sector hipotecario.

La liquidez se paralizó internacionalmente y la cadena de pagos a nivel global fue severamente afeetada. A fines de 2008, el mercado del crédito se contrajo y el riesgo de crédito se incrementó al igual que las restricciones, ante una actividad débil y la incertidumbre por los puestos de trabajo la demanda por crédito se debilitó fuertemente.

"En Chile los bancos estaban relativamente bien, aunque con el tiempo nos hemos enterado que algunos estuvieron muy cerca de tener problemas de solvencia y fueron apuntalados por el Central", agrega Christensen.

Mientras una a una las economías iban cayendo, en Chile el PIB se contrajo 1,6% en 2009. El precio del cobre –50% de la canasta exportadora en 2008– se desplomó, con una caída de más de 50% hasta alcanzar los 1,4 dólares por libra. El desempleo subió al 10%.

Pero a diferencia de las crisis previas la salida para Chile fue relativamente rápida. Christensen destaca el rol de China con el plan de estímulo para su economía que elevó nuevamente la demanda por commodities y por ende subió el precio del cobre a partir de 2010. El desempleo y crecimiento recuperaron sus niveles pre-crisis. La rentabilidad de los bancos fue menos afectada.

"A esta rápida recuperación contribuyó un número de factores, entre ellos los sólidos fundamentos institucionales, macroeconómicos y financieros; el régimen de tipo de cambio flexible, y un importante nivel de reservas internacionales construido en los años previos a la crisis. Del mismo modo, la oportunidad, celeridad y flexibilidad de la respuesta de la política monetaria y fiscal fueron claves para contener una mayor propagación de la crisis a la economía real", señalan Marcel y Berstein en su documento.

¿Cuánto hemos aprendido?

Karina Paredes nunca imaginó que tendría que hacer ollas comunes. Rafael Cumsille tampoco pensó en el encierro de las cuarentenas. "Nunca una crisis es igual a otra. No existe un manual y en lo personal soy comprensivo con los gobiernos de turno porque no se sabe si las medidas que se aplican tendrán efecto o no", advierte Christensen.

El ejecutivo de Blackrock valora que el país cuente con un seguro de desempleo y existan fondos soberanos para hacer frente a la adversidad. También que las cuentas fiscales estén ordenadas para conseguir créditos más baratos. Que exista estabilidad monetaria y financiera también ayuda.

Pero, al igual que en la crisis del 82-83 le preocupan los niveles de confianza. De ella depende, en parte, la rapidez de la salida y hasta el hecho de guardar cuarenta o incluso ponerse la mascarilla. La falta de acuerdo por estos días le preocupa.

También mira con inquietud ciertos mecanismos como el Fogape que debiera ser revisado porque no está llegando como se esperaba, pues "le están pidiendo a los bancos ser algo que no son", y con esto ya teníamos experiencia.

"Esta crisis también deja claro que se debe mejorar la red de salud. Creo que tras esto hay varias actividades donde el Estado tendrá que jugar un rol más importante", sentencia.

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