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Publicado: Miércoles 28 de octubre de 2020 a las 04:00 hrs.
Hoy vivimos en un mundo hiperconectado: más de 4 mil 500 millones de personas usan internet de manera frecuente, cerca del 59% de la población. Debido a esta realidad y a mi cercanía con el mundo digital y la tecnología, desde hace algún tiempo, una extraña idea ha rondado en mi cabeza, ¿qué pasaría si nos atacara un virus igual de peligroso al que nos enfrentamos hoy, pero virtual?
Imagino que un hacker de una potencia mundial, creara un malware o código maligno, con la capacidad de ingresar a nuestros dispositivos conectados a internet y extrajera todas las claves almacenadas.
¿Qué sucedería si esa información confidencial se publicara en la Deep Web, para luego ser transada al mejor postor?
¿Qué pasaría si este virus atacara a celulares, tablets, servidores, máquinas industriales, aviones, autos, sistemas de control de tráfico aéreo y terrestre, cajeros automáticos y, en general, a cualquier dispositivo con IoT?
En este supuesto escenario, el enemigo, que llamaré Covirtual-19, sería mucho más complejo y sofisticado que la pandemia que enfrentamos hoy en día. Por su velocidad de propagación, no tardaría semanas en llegar al país, sino tan sólo segundos.
Por la dificultad de detectar conexiones e interacciones, cada usuario conectado a la red, pondría en peligro, de manera simultánea, a toda persona con quien se relacione.
A diferencia de lo ocurrido con el Covid-19, donde los profesionales de la salud han puesto su cuerpo y alma a disposición de la sociedad, para tratar de frenar este virus; con su par virtual, lamentablemente, no pasaría lo mismo.
Desafortunadamente, la cantidad de expertos en ciberseguridad a nivel nacional e internacional, es escasa. Salvo algunas notables excepciones en Israel.
Los efectos en la economía serían desastrosos. Si bien, podríamos desplazarnos libremente; no podríamos enviar emails, emitir facturas electrónicas, pagar impuestos, transferir sueldos, pagar a proveedores y así una larga lista de tareas.
Tendríamos reuniones físicas, pero no podríamos usar los sistemas de colaboración virtuales, para hablar con contrapartes de otras ciudades o del extranjero. Esta situación nos obligaría a utilizar soluciones que hoy están en retirada; como el teléfono, el cheque, el vale vista o la factura en papel.
La amenaza de perder información y/o que ésta fuera publicada, llevaría a las empresas a tomar medidas extremas: equipos desconectados de la red y, quizás, los más radicales trabajarían sólo con lápiz y papel. Lo anterior, provocaría bajos niveles de productividad, generando un desastre financiero en empresas de todos los sectores.
En este contexto, no nos penaría el encierro de las cuarentenas: podríamos desplazarnos libremente entre ciudades. Sin embargo, las estaciones de servicio sólo recibirían efectivo, debido a que los cajeros automáticos no estarían operativos; los supermercados no podrían vender, ya que los sistemas de inventario y boletas no estarían disponibles; las autopistas no podrían usar los sistemas de telepeaje y volveríamos al cobro manual, generando caos y atochamientos.
Después de pensar y analizar diferentes escenarios, me pregunto: ¿estamos preparados para una pandemia tecnológica, para un Covirtual-19? La respuesta, definitivamente, es negativa.
De hecho, tengo la duda respecto de cuál de estos virus generaría un mayor impacto, tanto a nivel local como global.
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