Donald Trump arrasó en las elecciones por la presidencia y lideró además la victoria del partido republicano en el congreso, que mantuvo el control de la Casa de Representantes y del Senado.
Los demócratas aumentaron sus cupos en la cámara baja, pero con 194 escaños se quedaron lejos de los 218 que necesitaban para recuperar la mayoría, y aunque los republicanos perdieron asientos en la cámara alta, mantuvieron el retroceso dentro del rango de un dígito, mucho menos de lo que proyectaban los analistas.
El partido le debe gran parte de este éxito a Trump, que lejos de ser el lastre para sus aliados que muchos temían, resultó clave para su victoria. Algunos de los candidatos demócratas de hecho financiaron campañas publicitarias asociando a sus rivales a la figura del polémico presidente electo. Pero el resultado fue el opuesto. Barbara Comstock, que no había respaldado a Trump y no había hecho nada por acercarse a él, se impuso en los suburbios de Washington por siete puntos, de modo similar a Mike Coffman, que ganó en las afueras de Denver por ocho puntos, pese al alto número de hispanos en su distrito.
Diferencias de fondo
La idea de que un partido controle el gobierno y ambas cámaras suele sugerir un gobierno con capacidad para sacar adelante su programa de manera eficiente. Sin embargo, en el caso de esta nueva administración, eso está lejos de estar asegurado.
Pese al papel que jugó en el triunfo de su partido, Trump no fue un candidato republicano tradicional, y las relaciones con sus propios aliados fueron tensas desde el comienzo. Tras una larga y agresiva primaria, Trump fue dejando en el camino a todos sus contendores, pero sus tácticas confontacionales generaron anticuerpos en su sector. Pero más allá de su estilo mediático, existen diferencias de fondo. Trump comparte con los republicanos tradicionales su visión sobre la Corte Suprema y los impuestos, además de un odio jurado al programa de salud de Obama. Sin embargo, alienó a muchos de sus correlegionarios con sus planes de inmigración, aumentos del gasto, comercio exterior y alianzas militares.
Muchos republicanos emblemáticos, como la familia Bush, se negaron a respaldar su candidatura y el ex secretario de Estado, Colin Powell, incluso anunció su decisión de votar por su rival. La convención republicana en julio resultó un tenso evento, cuando el senador Ted Cruz, quien había perdido en las primarias, se negó a respaldarlo.
Las relaciones con el líder de la mayoría en la Casa de Representantes, Paul Ryan, y del Senado, Mitch McConnel, también fueron complejas. Tras una resistencia inicial, Ryan dio su apoyo a Trump en mayo, pero tras el escándalo sexual por la revelación de un video, tuvo duras críticas para el candidato. Trump, por su parte, lo calificó de “débil e ineficiente”, al igual que al senador Mark Kirk, e incluso negó que el senador John McCain fuera un héroe de guerra por haber sido capturado en Vietnam.
Enemigos internos
Muchos republicanos, sin embargo, se apresuraron ayer a reconocer la capacidad de Trump para interpretar los intereses del ciudadano común, anuncinado su intención de alinearse con el futuro presidente. Muchos interpretaron los resultados como una señal de cambios en la base de votantes que debe ser tenida en cuenta por el sector.
La atención de los analistas está puesta ahora en saber si Trump y su partido están dispuestos a dejar atrás los rencores y enfocarse en una agenda conjunta, o si el presidente electo buscará usar su nueva posición, fortalecida por el masivo respaldo de los votantes, para castigar a sus enemigos internos.
Uno de los más interesados en responder esta incógnita es el propio Ryan, que está postulando a la reelección como líder de la cámara baja, y que se encuentra ahora buscando apoyo de las figuras del partido. La última vez que los había contactado fue para informales que ya no respaldaría a Trump tras el incidente del video, aunque en las semanas finales de la campaña, se jugó decididamente por la unidad del sector. “Esta fue una gran noche para nuestro partido, y ahora debemos enfocarnos en volver a unirnos”, dijo tras conocerse los resultados.
Un factor determinante será el papel que puede jugar el compañero de lista de Trump, Mike Pence, que tiene buenas relaciones dentro del partido y es cercano a Ryan. El futuro vicepresidente será clave en apoyar a Trump, quien es conocido por su foco en los objetivos generales, a navegar a través de los complejos detalles del gobierno. Ryan, en tanto, domina perfectamente los manejos legislativos, y puede ser vital para sacar adelante los planes de Trump en el congreso.
Aunque los demócratas no consiguieron mayoría, mantienen la capacidad de bloquear proyectos legislativos, y podrían tratar de entrabar su programa de gobierno.