En 2009, Kenneth Rogoff publicó, junto a Carmen Reinhart, el libro Esta vez es distinto: ocho siglos de insensatez financiera, donde tuvo una aproximación relevante a la economía chilena, la cual analizó como parte del patrón recurrente de crisis de deuda en América Latina, destacando su default en los años 80 tras un período de sobreendeudamiento.
Para el economista estadounidense, el país enfrenta un dilema cíclico: el rápido crecimiento de décadas pasadas permitió cerrar parte de la brecha con el mundo desarrollado, pero ahora ha entrado en una fase que –según él– pocos países logran superar. El dinamismo ya no es el mismo, tampoco las demandas ciudadanas. La clave, afirma, está en seguir el ejemplo de quienes han tenido éxito: reinventarse continuamente.
En ese escenario, no cree que la solución pase por un mayor impulso fiscal, sino por atacar los problemas estructurales, como la calidad de la educación y la inclusión laboral de las mujeres. Tampoco propone abandonar el modelo exportador, pero sí sugiere explorar nuevas industrias, como la de servicios, donde ve ventajas comparativas para el país.
“Veo una gran oportunidad para que Chile expanda su comercio de servicios. Allí su aislamiento geográfico no es una gran desventaja y puede replicar modelos exitosos como el de India”.
- Chile creció a un ritmo superior al 5% anual entre 1990 y 2010, pero en la última década su expansión se redujo a menos del 2%. ¿Cómo observa este desafío para el dinamismo del país?
- Es un desafío que enfrentan muchos países. El ingreso per cápita de Chile ronda los US$ 16 mil a US$ 17 mil. Ciertamente, muchos países que alcanzan los US$ 15 mil o US$ 20 mil per cápita tienen problemas para seguir creciendo rápidamente.
Esto, por los rendimientos decrecientes tanto de la inversión y como del proceso de catch up (crecimiento acelerado de los países en desarrollo que logran cerrar la brecha con países avanzados). Y, sobre todo, debido a que al alcanzar el ingreso medio, surgen más demandas por beneficios sociales, redes de seguridad social, dificultando el crecimiento por el aumento de los impuestos. Eso es muy típico.
Entonces, Chile vivió una transición muy marcada, pero ahora está en una etapa que han experimentado muchos otros países, pero -para ser honesto- que pocos países superan. Corea es realmente el único país grande que lo ha logrado, junto con economías pequeñas como Singapur o Hong Kong.
Además, Chile tiene otros problemas. La demografía ha cambiado, su fuerza laboral ya no crece al ritmo de antes, su población envejece.
Aun así, existe la posibilidad de crecer mucho más rápido. Principalmente a través de la educación, la inclusión de mujeres en el mercado laboral y, por supuesto, diversas medidas para tratar de tener una economía más orientada al mercado, lo cual, como dije, es muy difícil cuando se alcanza el ingreso medio.
- Siguiendo con el diagnóstico, ¿qué tan problemático le parece que la deuda bruta del Gobierno haya pasado de alrededor del 5% del PIB en 2007 a casi el 40% hoy? ¿Limita la capacidad para enfrentar futuros shocks?
- Ese es el límite. Quiero decir, Chile tiene una deuda baja en comparación con los estándares internacionales y con los de países de ingreso medio. Probablemente, sea uno de los países con menor deuda en América Latina. Eso es positivo. Pero, por otro lado, Chile enfrenta una gran volatilidad en sus exportaciones de materias primas y en sus términos de intercambio. En ese sentido, es comparable a países como Australia, Canadá o Nueva Zelandia, que tienden a mantener niveles bajos de deuda, precisamente, porque enfrentan mucha volatilidad en precios y comercio.
Es mejor deber menos. La deuda de Chile subió bastante durante la pandemia, como ocurrió en muchos otros países. También hubo un fuerte aumento del gasto asociado a los cambios políticos que experimentaron. Pero no está fuera de control. No creo que esa sea la principal razón de la desaceleración.
- Considerando este escenario, ¿el modelo económico chileno está mostrando sus límites?
- Singapur, con una población pequeña, de 6 o 7 millones, es uno de los países más ricos del mundo, gracias a que se reinventa constantemente, siempre está buscando nuevas industrias, nuevos sectores donde desarrollarse. Eso es clave: ser creativos como economía.
Una de las formas de lograrlo es a través de las fuerzas del mercado. Pero también se puede ser creativo mediante lo que hace el Estado: fomentar la innovación, promover la educación, impulsar la inclusión laboral. No hay una respuesta única. Pero sí, absolutamente, todos los países llegan al final de su modelo.
Estados Unidos cambió completamente su modelo. En el siglo XXI nos hemos convertido en una economía centrada en la alta tecnología y antes éramos una economía de manufacturas y servicios. Nos reinventamos. Y si miras, todos los países que lo han hecho bien se han reinventado continuamente.
Fundamentales y servicios
- ¿Vale la pena apuntar a medidas rápidas y audaces para reactivar el crecimiento, como un gran estímulo fiscal?
- No creo que esto sea un problema de falta de estímulo fiscal. Claro, su crecimiento es menor que en los años 90… Pero el caso de Chile es un poco complicado. Según los datos del FMI, claramente está alcanzando el nivel de ingreso medio-alto, está muy cerca. En ese punto, se vuelve más difícil crecer. Además, como decía, está envejeciendo. Son factores fundamentales y no creo que un estímulo fiscal temporal sea la solución, especialmente con las tasas de interés globales al alza.
El país que más célebremente ha logrado superar esto es Singapur, pero Estados Unidos también lo sigue haciendo, porque tenemos un sistema muy orientado al mercado. Eso nos permite seguir siendo creativos, incluso siendo ya un país rico.
- Si abordamos esos fundamentos, ¿por dónde partir?
- Definitivamente, hay espacio para mejorar el nivel general de educación. Corea lo hizo. Hay límites, claro, pero mejorar la educación, especialmente la de la clase trabajadora, es muy valioso.
Por otra parte, ha habido varias intervenciones en el último tiempo: se expandieron los impuestos, se amplió el tamaño del Estado. Si solo te importara el crecimiento, podrías revertir algunas de esas políticas que no son precisamente pro crecimiento. Pero, claro que no debería importar solo el crecimiento…
- Chile tiene un modelo centrado en exportaciones de recursos naturales, ¿eso es lo que se agotó?
- Ese no es un mal modelo en este momento. Se avecina una escasez global de litio y Chile tiene enormes reservas. Además, es un actor dominante en cobre, para el cual también se prevé una gran escasez. Ahora bien, hay preguntas sobre si conviene privatizar esas industrias, hacerlas más competitivas. Esas son discusiones válidas. Pero no creo que sea malo ser bueno en recursos naturales.
Por otro lado, veo una gran oportunidad para que Chile expanda su comercio de servicios. Allí su aislamiento geográfico no es una gran desventaja y puede replicar modelos exitosos como el de India o de ciertos países de Europa del Este, en áreas como centros de datos, programación…Sin duda, hay chilenos que podrían ser muy buenos en eso.
Chile tiene algunas universidades muy buenas. Su educación, aunque desigual, es muy competitiva en ciertas áreas. Además, tienen una reputación en términos de Estado de derecho, de ser un país confiable, algo muy valioso cuando uno quiere ser relevante en servicios.
Chile no va a competir en manufacturas, porque los costos de envío son muy altos. Pero sí puede hacerlo en servicios, que son cada vez más importantes.
- En el marco del debate por la elección presidencial de este año, se planteó un modelo de crecimiento impulsado por la demanda interna. ¿Qué le parece?
- No está mal que aumente el consumo. Eso es bueno. Hacer que la gente sea más rica, que el consumo aumente, está bien. El problema es que es muy difícil ser competitivo si uno se enfoca solo en la economía doméstica.
Es muy usual que surjan monopolios. El ejemplo clásico es México, que durante mucho tiempo se centró en la demanda interna y contaba con dos compañías de teléfonos, dos marcas de tacos, dos de pan... a veces solo una... En cambio, si compites internacionalmente, te mantienes más eficiente.
Creo que la razón por la que el modelo de crecimiento asiático -que Chile en muchos sentidos ha adoptado- ha sido tan exitoso, es precisamente porque mantiene a la economía competitiva.
Si logras desarrollar un sistema político y judicial interno muy sólido que mantenga una política de competencia efectiva, entonces un modelo basado en demanda interna puede funcionar. Pero ningún país lo ha hecho. Creo que necesariamente debe ir de la mano con el crecimiento del sector exportador.
Considerando que “Chile un país amigo” y que EEUU necesita el cobre, califica de “incomprensible” el arancel de 50% al metal
Consultado por la política arancelaria de Donald Trump, en particular por el arancel del 50% al cobre que afecta a Chile, Kenneth Rogoff no duda: “Es incomprensible. Simplemente, no lo entiendo”, afirma, y se pregunta: “¿Quién lo convenció? ¿Quién le hizo una donación de campaña? ¿Qué está pasando ahí? Es, realmente, muy difícil de entender”.
Desde su perspectiva, la medida perjudicará directamente a sectores clave de la economía estadounidense. “Va a afectar a la industria del petróleo de esquisto y del gas, que dependen mucho del cobre. Además, aumentará el precio de los automóviles, las viviendas, de todo”, advierte. También señala que “a Estados Unidos le tomará mucho tiempo construir nuevas minas de cobre”.A esto suma un argumento geopolítico: “Chile no es China. Chile es claramente un país amigo, un aliado”, lo que —a su juicio— vuelve aún más inexplicable la medida. Y concluye: “Toda la guerra comercial de Trump está equivocada”.