Durante su campaña electoral, el republicano Donald Trump dijo que cambiaría el mapa político en Estados Unidos y lo hizo. Aseguró que los ciudadanos querían un cambio y que solo él podía ofrecérselo, y convenció. Desafió a las encuestadoras asegurando que estaban equivocadas y que daría una sorpresa mayor a la impresionante victoria del Brexit en el Reino Unido, y estuvo en lo correcto.
Los expertos y los sondeos estimaban que su retórica peyorativa hacia casi todos los sectores de la sociedad –latinos, afroamericanos, veteranos, mujeres y musulmanes– lo descalificaría en su camino hacia la Casa Blanca; pero no ocurrió así.
El analista y asesor político Javier Maza lo atribuyó a cuatro razones: el descontento social, el voto oculto que no permitió tener el verdadero pulso electoral, la candidatura fracasada del empresario Gary Johnson que dio sus seguidores al magnate, y el último episodio de las declaraciones del director del FBI que interrumpieron la campaña en el mejor momento de la demócrata Hillary Clinton. “Eso puso freno en seco al entusiasmo que ella había logrado, finalmente, despertar”, dijo en entrevista con DF.
Maza resumió la victoria en una frase: “Trump logró canalizar la indignación del estadounidense promedio en contra de Washington”. “Lo que ocurrió fue un voto castigo pero no en contra de Clinton, sino en contra de la clase política. Y hay que resaltar que tampoco fue un triunfo republicano; fue una victoria de Trump”, aseguró.
“Candidato que no llega al corazón, no gana una elección”, apuntó Maza. Y precisamente ese sería otro punto en contra de la ex secretaria de Estado. “Clinton fue un mal producto de marketing electoral. Una candidata muy preparada y eficiente pero muy fría. Trump, en medio de su incontinencia verbal, siempre conectó con el elector”.
Radiografía del votante
A pesar de lo que las encuestadoras, personalidades, analistas, políticos y medios de comunicación auguraban, el magnate conquistó –desde muy temprano en la carrera presidencial– el voto duro de la comunidad blanca, que terminó representando el 70% del electorado nacional. Y de ese total, 58% se inclinó por él. “Específicamente, el obrero blanco mayor de 45 años, con muy poco nivel de educación, muy emocional y que conectó muy rápido con el mensaje populista de Trump”, explicó Maza.
Además, el republicano logró captar más voto latino que sus antecesores, John McCain (2008) y Mitt Romney (2012), “posiblemente también parte de la clase trabajadora” según el consultor, y sumó un importante respaldo entre los jóvenes que buscaban una propuesta distinta a la de la política tradicional.
“Hay un resurgimiento de dos nuevas generaciones que están cambiando, en mucho, el panorama electoral: los millenials y la generación Z. Tienen otra lectura política; no les interesa ni el candidato ni el discurso, sino cómo se valoran los temas importantes para ellos. No interesa la edad de los políticos sino las ideas”.
El ejemplo más tangible fue el apoyo que obtuvo en precampaña el senador Bernie Sanders. Con 78 años, logró que el 80% de los menores de 29 años se uniera a su propuesta.
Nuevo golpe a las encuestas
Los resultados demostraron nuevamente la incapacidad de los métodos cuantitativos de interpretar las complejas realidades del mundo actual. Para el analista, “las encuestas han perdido crédito y deben buscar cómo reinventarse con metodologías eficientes que logren medir de forma más fidedigna los acontecimientos”.
El desafío por delante será la reconciliación de un país dividido que vio ganar al hombre que, por mucho tiempo, fue subestimado por las mediciones y por personalidades que lo consideraron incapaz para liderar una potencia mundial.
