Por M. Fajardo/I. Ramos
El Papa Benedicto XVI anunció ayer su renuncia por “edad avanzada”, en una decisión que tomó por sorpresa al propio Vaticano y desató inmediatas especulaciones sobre su sucesor.
“Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”, dijo el Papa durante el consistorio para fijar las fechas de canonización de tres causas.
Benedicto XVI, que cumplirá 86 años dentro de dos meses y que comenzó su pontificado el 19 de abril de 2005, gobernará hasta el 28 de febrero.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, destacó que el Papa tomó la decisión en plenas facultades mentales y recordó que la renuncia de un Pontífice está prevista en el Derecho Canónico.
Pese a ello, es la primera vez en casi 600 años que un papa renuncia. La última vez fue en 1415, con Gregorio XII.
Preocupación por la economía
Durante su pontificado, a Benedicto XVI le tocó enfrentar la crisis financiera que comenzó en 2008, y la crisis europea que tiene a millones de personas desempleadas.
El Papa se pronunció en varias ocasiones respecto de temas económicos. Su mayor aporte fue la encíclica “Caritas in veritate”, la tercera de su período al mando de la Iglesia, y publicada en julio de 2009.
Entre otros temas, el Pontífice llamó a resistir la tendencia a rebajar los sistemas de protección social y a evitar el aumento de las desigualdades, manteniendo el acceso al trabajo como una de las prioridades.
Respecto del mercado, aseguró: “sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado”.
“El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente”, agregó.
En agosto de 2011, antes de su participación en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, el Papa citó a su predecesor Juan Pablo II ante los medios y afirmó que “el hombre debe estar en el centro de la economía y la economía no debe medirse únicamente por la maximización de los beneficios, sino por el bien común”.
En octubre de ese mismo año, el Vaticano publicó el documento “Por una reforma del sistema financiero y monetario internacional en la perspectiva de una autoridad pública con competencia universal” (ver recuadro), presentado por el cardenal Peter Turkson, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz.
Sucesor en marzo
Es justamente Turkson quien suena como un potencial sucesor del Pontífice. El cardenal de origen ghanés es uno de los favoritos, según los corredores de apuestas británicos e irlandeses. A él se suman el cardenal nigeriano Francis Arinze y al canadiense Marc Ouellet.
Otros candidatos son el brasileño Joao Braz de Aviz, el estadounidense Timothy Dolan, el ítalo-argentino Leonardo Sandri y el filipino Luis Tagle.
El sucesor será elegido en marzo, cuando se realice el cónclave de cardenales, que aún no ha sido convocado.
Un nuevo banco mundial
En 2011, el Vaticano emitió un documento titulado "Por una reforma del sistema financiero y monetario internacional en la prospectiva de una autoridad pública con competencia universal". Allí se pronunció sobre varios temas, entre ellos la necesidad de un "banco central mundial" que "regule el flujo y el sistema de los intercambios monetarios, con el mismo criterio que los bancos centrales nacionales. Es necesario redescubrir la lógica de fondo, de paz, coordinación y prosperidad común, que portaron a los acuerdos de Bretton Woods, para proveer respuestas adecuadas a las cuestiones actuales". Y advirtió que el FMI "ha perdido un carácter esencial para la estabilidad de las finanzas mundiales, es decir, el de reglamentar la creación global de moneda y de velar sobre el monto de riesgo del crédito asumido por el sistema".
Tasar las transacciones
Otra propuesta del documento fue tasar las transacciones financieras "mediante alícuotas equitativas, pero moduladas con gastos proporcionados a la complejidad de las operaciones, sobre todo de las que se realizan en el mercado 'secundario'". Según el Vaticano, "dicha imposición sería muy útil para promover el desarrollo global y sostenible, según los principios de la justicia social y de la solidaridad; y podría contribuir a la constitución de una reserva mundial de apoyo a los países afectados por las crisis, así como al saneamiento de su sistema monetario y financiero". La propuesta ya se está haciendo realidad: en enero, la Unión Europea aprobó que once países avancen en esta medida, con la cual podrían recaudar hasta 37.000 millones de euros, para que los bancos asuman su responsabilidad en la crisis financiera.
Un gobierno mundial
El texto también señala la necesidad de establecer "de constituir una autoridad política mundial" para tratar temas como la paz y la seguridad, la promoción de los derechos humanos, la economía y las políticas de desarrollo, la gestión de los flujos migratorios, la seguridad alimentaria y el medio ambiente, ante "la necesidad de respuestas, no sólo sectoriales y aisladas, sino sistemáticas e integradas, inspiradas por la solidaridad y por la subsidiaridad, y orientadas hacia el bien común universal". "Sus decisiones no deberán ser el resultado del pre-poder de los países más desarrollados sobre los países más débiles. Deberán, en cambio, ser asumidas en el interés de todos y no sólo en ventaja de algunos grupos formados por lobbies privados o por gobiernos nacionales", asegura.
Reglas globales
El informe también señala la "necesidad de un corpus mínimo compartido de reglas necesarias para la gestión del mercado financiero global, que ha crecido mucho más rápidamente que la 'economía real'" debido a "la abrogación generalizada de los controles sobre los movimientos de capitales y de la tendencia a la desreglamentación de las actividades bancarias y financieras" y "los progresos de la técnica financiera favorecidos por los instrumentos informáticos". El reporte también propone la recapitalización de los bancos "condicionando el apoyo a comportamientos 'virtuosos' y finalizados a desarrollar la 'economía real'", así como diferenciar la banca común y de inversión, para "una disciplina más eficaz de los 'mercados paralelos' privados de controles y de límites".