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A la izquierda ya no le basta despotricar contra el neoliberalismo para ganar en Latinoamérica

Por: | Publicado: Martes 23 de febrero de 2016 a las 04:00 hrs.
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Por John Paul Rathbone

La semana pasada marcó un punto de inflexión en la batalla “neoliberal” que supuestamente se libra por el alma de Sudamérica. También podría ser un llamado de atención a los autoproclamados radicales en otras partes que han mal interpretado el prolongado uso en la región de la palabra.

“Neoliberal” es un término cargado de connotaciones. Acuñado en los años ’30 para describir un oscuro camino intermedio entre liberalismo y socialismo, sólo obtuvo relevancia global en los ’80 para describir las políticas de libre mercado del dictador chileno Augusto Pinochet.

Desde entonces ha degenerado en un término peyorativo amplio para cualquier cosa popularmente considerada reaccionaria, desagradable o cruel. Eso puede incluir los programas del FMI para Latinoamérica, la austeridad en España o simplemente patear a un perro.

Un ejemplo es Mauricio Macri, el presidente “neoliberal” de Argentina. La semana pasada dio un giro a las negociaciones en la larga batalla de su país con los acreedores que no han aceptado el canje de deuda, la última en una serie de reformas supuestamente poco populares, incluyendo la devaluación y alzas en las tarifas eléctricas, que le han dado niveles de apoyo sorpresivamente altos.

En cambio, el gobernante Partido de los Trabajadores de Brasil se reunió el miércoles para discutir cómo rescatar al país de la crisis económica sin “recurrir al neoliberalismo”.

En Latinoamérica la palabra “neoliberal” como una descripción despectiva se ha ido devaluando por un uso indebido, quizás porque ha estado resurgiendo en otras partes. Entre 2008 y 2015, según un estudio de la consultora Factiva, su uso en la prensa anglo parlante se ha triplicado. Típicamente, quienes la usan incluyen a partidarios de Bernie Saunders en EEUU y Jeremy Corbyn en Reino Unido.

En Latinoamérica, sin embargo, levantarse contra el “neoliberalismo” se ha convertido en un lugar común de la política. En ningún lugar eso se ve más claro que en Venezuela. Allá, la semana pasada, el gobernante partido socialista se embarcó en una campaña de medios sociales para recordar a los ciudadanos que el 16 de febrero marcó el aniversario número 27 de el impopular programa de ajuste “neoliberal” llamado “Paquetazo”.

La advertencia tácita era que Venezuela se encuentra hoy en crisis, pero sin el presidente socialista Nicolás Maduro y sus desesperados últimos anuncios de reformas, la situación sería mucho peor. Vale la pena preguntarse por qué la palabra tiene tales resonancias ­especialmente porque los ajustes dolorosos o “neoliberales” van a ser un tema este año en Sudamérica, a medida que el auge de los commodities se acaba, las economías se frenan y los déficit crecen. Una de las razones se encuentra en los dolorosos programas de ajustes de los ’80 y ‘90. Estos sentaron las bases para el auge económico de 2000. Pero su traumático costo social también dio forma al discurso político, incluyendo el uso de neoliberal como una palabra de odio.

Nuevos tiempos

La derecha está ahora más consciente de los temas sociales. Muchos sudamericanos reconocen también ahora que el auge de los commodities impulsado por China terminó. Puede que no quieran un ajuste económico pero reconocen que es necesario.

Más aún, después de los avances sociales de la última década, tienen un mayor interés en el sistema. Naturalmente, quieren que esté bien manejado. Los políticos que han estado por mucho tiempo al mando presidiendo gobiernos plagados de corrupción y que no pueden demostrar una buena gestión están siendo sacados de sus cargos.

El referendo en Bolivia para permitir que Evo Morales pueda postularse a un cuarto período y donde según los resultados preliminares triunfó el “No” es un buen indicador del ánimo en la región. Morales hizo del anti “neoliberalismo” un tema central de su campaña. Pero también se vio involucrado en un escándalo de corrupción luego de que la empresa china encabezada por su ex pareja se convirtiera en un importante contratista del gobierno.

El “neoliberalismo” se ha convertido en un espantapájaros. En vez de eso, la verdadera guerra por el alma de Sudamérica está en combatir la corrupción y la impunidad. En Miami, son los miembros de la exiliada burguesía venezolana los que se ganan la vida como choferes de Uber, mientras los enriquecidos funcionarios oficiales pasean en limosinas.

Esos son los verdaderos blancos para los electores descontentos y radicales en Sudamérica y otras regiones. También es un panorama más cercano al ánimo político en Occidente: descontento popular cada vez que una economía es dominada por élites o funcionarios corruptos, o cualquier engendro político.

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