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Porqué la salida de la eurozona es hoy una opción válida para Alemania

¿Debería Alemania abandonar el euro? Después de todo...

Por: | Publicado: Miércoles 26 de septiembre de 2012 a las 05:00 hrs.
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¿Debería Alemania abandonar el euro? Después de todo es un país grande con una obvia opción de salida. La pregunta es más pertinente después de la decisión de Angela Merkel, canciller alemana, de apoyar a Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), en vez de a Jens Weidmann, su designado como cabeza del Bundesbank, sobre los planes de compra de bonos de los gobiernos en dificultad. El presidente del Bundesbank, la institución alemana más respetada, se ha convertido en el vocero de los alemanes conservadores euroescépticos. Una vez más, nos recuerda que la eurozona está empezando a ser un matrimonio miserable. ¿Quizás una separación, aunque disruptiva, sería mejor?
Si abordamos esa pregunta desde la perspectiva alemana, debemos distinguir los argumentos falsos de los válidos. Como Paul de Grauwe, economista belga de la London School of Economics, muestra en un reciente artículo con co-autor*, es fácil encontrar ejemplos de argumentos engañosos.

Este trabajo se pregunta si la acumulación de reclamaciones netas dentro del sistema europeo de bancos centrales, significa que Alemania perdería demasiado si la eurozona se separa. La respuesta es: no.

Primero, Alemania ha acumulado reclamaciones netas en el resto del mundo –y en otros miembros de la eurozona–no por la contabilidad interna del banco central, sino porque tiene un gran superávit de cuenta corriente. Los alemanes han estado manejando dos negocios: la exportación de bienes, para el cual son excelentes, y la importación de reclamaciones financieras, en el que no lo son. En resumen, los superávit de Alemania han expuesto a los alemanes al riesgo financiero. Pero los balances dentro del eurosistema no son un buen indicador de ese riesgo. Ellos han estallado, argumenta el artículo, por los flujos de especulación financiera, no por el desequilibrio en la cuenta corriente.

Estos flujos no alteran las reclamaciones netas transfronterizas. Supongamos que los dueños de una cuenta bancaria española van a transferir su dinero a un banco Alemán. Esto aumentaría los pasivos del banco central español y los activos del Bundesbank, dentro del eurosistema. Mientras tanto, el banco Alemán tendrá una obligación con el inversionista español y una posición de reserva en el Bundesbank. La posición neta de Alemania no cambiaría. Pero las reclamaciones netas del Bundesbank aumentarían, mientras que las del sector privado alemán se contraerían.

Segundo, esto no expone al contribuyente alemán a grandes pérdidas. El valor de los pasivos del Bundesbank –la base monetaria- no depende del valor de sus activos. El valor del dinero depende de su poder de compra. En un sistema monetario fiat (no respaldado), los bancos centrales no necesitan activos, más que para propósitos de control monetario. Ellos son capaces de crear dinero de la nada. Lo que le da valor al dinero no es el respaldo, sino el que las personas estén preparadas para acordar transacciones y el Estado para resolver las obligaciones tributarias, en respuesta por ello.

El peligro para Alemania, en el evento de un quiebre del euro, es que podría haber demasiada divisa alemana como resultado de los esfuerzos de los no residentes por pasarse a la nueva moneda. El Bundesbank podría prevenir esto, al restringir la conversión sólo a residentes alemanes. Las pérdidas entonces recaerían sobre los residentes de los países cuyas nuevas divisas colapsarían en valor.

Acepto los argumentos del profesor Grauwe. Pero podríamos invertirlos. Si los alemanes han acumulado reclamaciones sin valor, a través de su enorme superávit de cuenta corriente, habría sido mejor para ellos no haber acumulado los superávit. De igual modo, el hecho de que Alemania podría salir sin sufrir daños que las personas temen, convierte a la salida en una opción.

De hecho, Charles Dumas de Lombard Street Research, con base en Londres, argumenta que la membrecía del euro ha motivado a Alemania a entrar en una costosa estrategia mercantilista a expensas de sus ciudadanos y de la productividad de su economía. Dumas destaca que los ingresos personales disponibles reales de Alemania han aumentado en forma notable desde 1998. Entonces, también, el consumo real. La productividad por hora creció más lento en Alemania que en Reino Unido o EEUU entre 1999 y 2011, quizás por la membrecía del euro negocio protegió a las empresas de una divisa fuerte. El estancamiento de los salarios reales, el endurecimiento fiscal y las relativamente altas tasas de interés reales han contenido la demanda severamente. Pero ahora la cura necesaria para la enfermedad de la eurozona impondrá una mayor inflación en Alemania, que los alemanes detestarán; prolongadas recesiones deflacionaria en importantes mercados de la eurozona; y la continuación de las transferencias de recursos oficiales a sus socios.

Todo esto significa que ni la ganancia económica ni política de la membrecía a la eurozona han sido lo que los legisladores alemanes habrían querido. Aún peor, ahora se vienen por delante años de conflictos sobre “rescates”, reestructuraciones de la deuda, reformas estructurales y ajustes impopulares en la competitividad. Quizás un doloroso divorcio realmente sería mejor que eso.

Dumas lo cree así. Él argumenta que volver a apreciado marco alemán presionaría las ganancias, aumentaría la productividad e incrementaría los ingresos reales de los consumidores. En vez de prestar los excedentes de ahorros a extranjeros derrochadores, los alemanes podrían disfrutar de un estándar de calidad de vida más alto en casa. Los análisis del profesor Grauwe y de Dumas concuerdan en un punto significativo. Si Alemania continúa registrando un gran superávit de cuenta corrientes, necesariamente debe acumular grandes reclamaciones extranjeras. Si la experiencia sirve de guía, mucho de esto resultaría ser un desperdicio.

La acumulación de reclamaciones dentro del eurosistema no es en sí misma peligrosa, el peligro es que la estrategia de la supresión del salario real y el creciente superávit externo es un costoso callejón sin salida. Bien podría dañar a la economía alemana y ciertamente presiona a Alemania a trasferir recursos a sus “clientes”, de una u manera, pero siempre con altos costos.

La salida es, en efecto, una opción. Si es rechazada, como yo predigo, muchos de los mismos ajustes ocurrirán en última instancia de formas aún más dolorosas. La alternativa es la unión de transferencias que los alemanes tanto temen. Alemania ha pagado un alto precio por la estrategia mercantilista. Dentro o fuera del euro, no puede –y no debe– mantenerse.

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