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¿Qué deben hacer los inversionistas si la reacción anti globalización prevalece?

El creciente sentimiento plantea desafíos para los inversionistas de gran capitalización

Por: Stephen Foley, Financial Times | Publicado: Martes 12 de abril de 2016 a las 20:08 hrs.
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"Las acciones mundiales se hundieron de nuevo el viernes, completando el peor mes en la historia y las guerras comerciales con China y México parecen inminentes . . . "

Así fue como el Boston Globe comenzó un reporte sobre las primeras semanas de una presidencia Trump, en una portada satírica que publicó el fin de semana para ilustrar la oposición de su consejo de redacción ante la posibilidad de que Donald Trump se convierta en el candidato republicano.

Los inversionistas no tienen que esperar a que Trump ocupe la Casa Blanca para estar profundamente preocupados por el estado de ánimo antiglobalización que el político multimillonario está explotando.

En EEUU, la candidata de centro Hillary Clinton, ha asumido una postura contra el Acuerdo de Asociación TransPacífico; en Gran Bretaña y en toda Europa, la tolerancia para la inmigración y la integración parece haberse agotado; incluso en Asia, el primer ministro de Sri Lanka Ranil Wickremesinghe advirtió el mes pasado que la oposición al libre comercio va en aumento y "la ventana para generar crecimiento, recurriendo a los mercados mundiales, parece estarse cerrando rápidamente".

Una pregunta obvia surge ¿hay algo que un inversionista pueda hacer para proteger su cartera frente al sentimiento proteccionista?

Para muchos inversores, la piedra angular de su cartera será un fondo índice ponderado por capitalización de mercado, o fondos de gestión activa referenciados a un índice ponderado por capitalización de mercado, lo que significa que es probable que estén muy expuestos a las grandes empresas multinacionales que tendrán más que perder ante el fin de la era de la globalización.

Los inversores tienen que pensar en dos posibles escenarios. El más peligroso implica el estallido de las guerras comerciales, provocado por alguna revocación incendiaria contra los acuerdos internacionales existentes. La otra es una desglobalización más insidiosa, en la que los políticos renunciarían a cualquier nuevo intento por liberalizar el comercio y unificar las normas y sucumbirían al proteccionismo poco a poco.
En un escenario de guerra comercial, habría impactos dramáticos sobre empresas específicas, pero los inversores tendrían que ser ágiles en la respuesta a los detalles de las tarifas previstas y las acciones de represalia.

Cuando la administración Obama impuso aranceles a los neumáticos chinos en una disputa en 2009, las acciones de los fabricantes de neumáticos estadounidenses Goodyear y Cooper subieron en previsión de mayores márgenes de beneficio.

Pero el comercio no es un juego de suma cero; crece el mercado para todos, por lo que los perdedores, por definición, superan en número a los ganadores. Una guerra comercial más amplia podría desatar una venganza china o mexicana que afectaría a los fabricantes de alta tecnología y a los grupos agrícolas en EEUU. Cualquier empresa con una cadena de suministro global sufriría un aumento de costos, que, de ser aprobados en adelante, perjudicarían las ventas.

Sin duda es justo que el Boston Globe asuma que los mercados entrarían en una recesión en tales circunstancias. Los inversores suelen escoger acciones defensivas para enfrentar una recesión así, pero dado a que muchas empresas de productos de consumo básico dependan de manufactura en el extranjero, los servicios públicos y de salud pueden ser mejores coberturas contra este tipo de riesgos.

Es más difícil para los inversores prepararse para el escenario de la desglobalización, ya que sus efectos se harán sentir gradualmente durante años. Las empresas de tecnología que se encuentran entre los principales beneficiarios de la última ronda de conversaciones de armonización del comercio no verían la deseada protección de los derechos de propiedad intelectual; la presión a la baja sobre los precios de los bienes de consumo disminuiría; en conjunto, los márgenes de ganancia de fabricación quedarían atrapados.

Pero mientras que éstos se convierten en contravientos a largo plazo para los mercados de valores, su efecto sobre el precio de las acciones probablemente se afectaría en un período determinado por el ciclo económico u otros desarrollos.

Lo que sí parece probable, sin embargo, es que la desglobalización será un mayor viento en contra para las empresas conectadas a nivel internacional que para las empresas se centradas en un país, y esto a su vez sugiere una posible cambio en las carteras de los inversores a largo plazo, alejándose de la gran capitalización y enfocándose en las acciones de pequeña capitalización donde las empresas nacionales son más comunes.

Esto tiene la ventaja de estar en sintonía con una bien establecida, todavía en gran parte misteriosa, tendencia de acciones de pequeña capitalización de tener mejor rendimiento a muy largo plazo.
En EEUU, un inversor podría considerar sobreponderar el índice de pequeña capitalización Russell 2000, en comparación con el Russell 1000 de acciones de gran capitalización.

Las acciones de pequeña capitalización de EEUU han tenido su mejor mes desde 2011— el Russell 2000 subió 8% en marzo — pero están lejos de haber recuperado su prima histórica de valoración frente a sus pares de gran capitalización. Barclays calcula que las acciones de pequeña capitalización típicamente han tenido una prima de valoración de 14,5%; actualmente se valoran sólo 6,9% sobre las acciones de gran capitalización.

El aumento en el sentimiento antiglobalización necesitará tiempo para afectar los mercados globales, pero los inversores que prestan atención a los titulares — reales e imaginarios — tendrán una buena oportunidad de encontrar maneras para protegerse.

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