La cómoda ventaja que mantuvo Cristina Fernández en las encuestas hasta el cierre de las campañas, no dejaba dudas sobre su triunfo en las elecciones presidenciales -por mayor o menor margen-, e hizo entonces que la atención de los observadores se enfocará principalmente en su agenda post electoral. El principal desafío que afronta su gobierno es el deterioro de las condiciones económicas globales. El espectacular crecimiento de Argentina en los últimos años ha sido impulsado por precios récord de los commodities agrícolas (particularmente la soya, la principal cosecha de Argentina) y el auge de demanda en Brasil y China, los principales socios comerciales del país. Las dudas sobre la trayectoria de los precios de los commodities y la demanda en Brasil y China, combinadas con las preocupaciones sobre las distorsiones provocadas por la política fiscal y monetaria extremadamente expansivas del gobierno, están fomentando especulaciones sobre los tipos de ajustes económicos que podrían ser necesarios para la siguiente fase del gobierno. Esto podría tener el potencial para generar nuevos conflictos sociales y complicar la toma de decisiones políticas en el segundo mandato de Fernández.
La respuesta inicial del gobierno al último ciclo de caídas a nivel global fue negar que vaya a afectar a la economía argentina. De hecho la presidenta generó una intensa polémica al asegurar que “Argentina está blindada”. El jefe de gabinete, Aníbal Fernández, más tarde se vio obligado a reconocer que la economía era vulnerable a los shocks externos. Sin embargo, hasta ahora no ha habido ninguna señal de cómo pretende el gobierno responder al deterioro de la situación global. La Economist Intelligence Unit espera que va a permitir cierto grado de devaluación de la moneda, al igual que ajustar la política fiscal un poco en un esfuerzo por contener la inflación (que, aunque según las cifras del gobierno se encuentra en un 9,9% anual, los economistas privados estiman que en realidad se ubica entre 20% y 25%).
Mirando un tercer gobierno?
El frente político la atención ha girado a la posibilidad de una reforma constitucional que le permitiera a Fernández postularse para un tercer período. El debate alcanzó un nuevo ímpetu cuando Elisa Carrió, una candidata presidencial (que figuraba sexta en las encuestas con apenas 2% de apoyo) y que es una crítica declarada de la presidenta, recientemente denunció que se había alcanzado un acuerdo entre Fernández y Hermes Binner, el segundo candidato mejor ubicado en los sondeos previos, para llevar adelante una reforma después de las elecciones. Las propuestas de reforma electoral de Binner incluyen la adopción de un sistema parlamentario, que en teoría podría permitir una reelección perpetua.
Binner más tarde tuvo que aclarar que él no apoyaría ningún intento de la mandataria por perpetuarse en el cargo. Sin embargo, el Partido Socialista de Binner ya ha apoyado algunas controvertidas iniciativas del gobierno en el pasado, como la ley de medios de 2010 (que fue considerada por muchos como un intento del gobierno para amordazar a sus críticos). Binner también ha asumido una posición más conciliadora con la presidenta desde su convencedor desempeño en las elecciones primarias de agosto. Esto podría ser parte de un intento del candidato socialista para obtener influencia en el gobierno después de las elecciones.
Reacomodo de alianzas
Las maniobras de Binner podrían ser señal de un cambio en las alianzas que ahora es evidente dentro de la oposición. Aunque los partidos de la oposición ya se habían resignado a la derrota en la contienda presidencial, se produjo cierto reacomodo de alianzas en una apuesta por darle a sus candidatos al congreso y cargos en gobiernos locales las mejores posibilidades de victoria en la elección del domingo. De hecho, con la amplia ventaja mantenida por Fernández, el foco de la batalla electoral se trasladó a estas otras contiendas.
Lo más notable es una alianza electoral formada entre Alberto Rodríguez Saá, el candidato presidencial de Compromiso Federal (una facción del Partido Peronista que es contraria al gobierno de Fernández), y Francisco de Narváez, candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires por la Unión para el Desarrollo Social (Udeso). Esto resultó algo sorpresivo, considerando que De Narvaéz ya se había aliado con otro candidato presidencial de la oposición, Ricardo Alfonsín, de la UCR. Sin embargo, los nuevos arreglos tienen cierto sentido, ya que De Narváez está alineado más cerca políticamente con elementos del ala de la derecha del Partido Peronista que con la UCR. Aparentemente, Alfonsín ha accedido a este acuerdo, sobre las bases de que un buen desempeño de parte de De Narvaéz ayudaría a los candidatos de la UCR a colocar al 50% de la lista parlamentaria de Udeso.
En tanto, en una clara señal del fortalecimiento del poder político de Fernández, Peronismo Federal —una influyente facción de legisladores peronistas disidentes que perdió fuerza tras la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, en 2010— ha seguido perdiendo miembros clave. A fines de septiembre el congresista Felipe Solá anunció que abandonaría el bloque, y es probable que regrese al ala Kirchnerista del Partido Peronista.
La partida de Solá es emblemática, ya que él formaba parte del trío (junto con De Narváez y el jefe de gobierno de Buenos Aires, el empresario Mauricio Macri) que derrotó a Kirchner en las elecciones legislativas de 2009. Con seguridad va a ser seguido por otros disidentes peronistas, algunos de los cuales abandonará Peronismo Federal para buscar una reconciliación con el gobierno, mientras que otros buscarán formar nuevas alianzas.