Los bonos del gobierno británico y la libra esterlina se derrumbaron este miércoles, luego de que el primer ministro Keir Starmer evitara respaldar públicamente a la canciller Rachel Reeves, quien se quebró al borde del llanto durante una tensa sesión de consultas en el Parlamento, en medio del dramático giro del gobierno laborista respecto a su reforma al sistema de bienestar.
Starmer se negó a confirmar si Reeves continuaría en su cargo, durante un duro intercambio con la líder conservadora Kemi Badenoch, tras la abrupta eliminación de un recorte planificado de 5 mil millones de libras esterlinas en beneficios por discapacidad.
La tasa de los bonos a 10 años se disparó 15 puntos base hasta 4,60%, el mayor salto diario desde la crisis del mercado de bonos, en abril. Al mismo tiempo, la libra cayó 1,2% frente al dólar y 0,8% frente al euro, ante la creciente preocupación del mercado por el estado de las finanzas públicas británicas.
El Tesoro británico emitió rápidamente un comunicado asegurando que Reeves estaba afectada por un “asunto personal” no especificado. Desde el equipo de prensa de Starmer insistieron en que la canciller no renunciará.
Mike Riddell, gestor de fondos de Fidelity International, advirtió que los inversionistas temen que, si Reeves es reemplazada, aumente el riesgo de que se abandonen las reglas fiscales del gobierno, lo que podría implicar mayores déficits e incremento en la emisión de deuda.
Durante la sesión parlamentaria, Reeves pareció derramar una lágrima luego de que Starmer evitara respaldarla de forma contundente frente a las preguntas de Badenoch. Una diputada conservadora calificó la escena como “una de las lágrimas más caras de la historia”.
Más tarde, la oficina de prensa del primer ministro intentó contener el daño, afirmando que Reeves cuenta con el “respaldo total” de Starmer y que “no irá a ninguna parte”. Sin embargo, la tibia defensa del premier avivó las especulaciones sobre la fragilidad del cargo de la canciller.
Dudas sobre el futuro de Reeves
Desde las filas laboristas han surgido críticas por el manejo de las reformas al sistema de bienestar, y Reeves se ha convertido en blanco del descontento interno. Badenoch acusó a Starmer de utilizarla como “escudo humano para ocultar su incompetencia”.
Robert Jenrick, parlamentario conservador y ministro de Justicia en la sombra —quien es visto como posible sucesor de Badenoch—, fue aún más directo: “Es hora de que Reeves se vaya”.
Tras el fin de la sesión, Reeves abandonó la Cámara de los Comunes acompañada por su hermana Ellie Reeves, también diputada y presidenta del Partido Laborista,
La vocera de Starmer recordó que el primer ministro ya había dicho que Reeves sería canciller durante toda la legislatura: “No tiene por qué repetirlo cada vez”, señaló. También confirmó que Reeves no ha ofrecido su renuncia.
Un parlamentario laborista declaró que “Keir y Rachel deben mostrar una señal pública de unidad en las próximas dos horas. Él debió haberla respaldado durante la sesión, pero simplemente no es lo suficientemente ágil para improvisar”.
Desde la oficina de Reeves reiteraron que se trata de un asunto personal y que la canciller trabajaría esa tarde desde Downing Street. En tanto, un portavoz de Badenoch cuestionó esa explicación: “Eso no lo cubre. Deberíamos saber qué está ocurriendo”.
La prensa británica especula sobre los motivos detrás del malestar de Reeves, luego de que varios parlamentarios afirmaran haber presenciado un intercambio tenso entre ella y el presidente de la Cámara, Sir Lindsay Hoyle, minutos antes de la sesión. El día anterior, Hoyle la interrumpió abruptamente durante una intervención, lo que llevó a Reeves a reaccionar visiblemente molesta. Ni su oficina ni la del presidente quisieron comentar al respecto.
“No comentamos sobre los mercados”
Consultada sobre el impacto que podría tener en los mercados ver a la canciller llorando en el Parlamento, la vocera de Starmer respondió: “No comentamos sobre los mercados”.
El viraje del gobierno en torno a la ley de bienestar —que ocurrió la noche del martes— evitó una derrota parlamentaria, pero implicó eliminar todas las medidas que podrían haber generado ahorros a largo plazo. Esto abre un agujero fiscal de 5.000 millones de libras esterlias en los planes de Reeves, quien opera con un margen presupuestario muy estrecho.
“La venta masiva de bonos podría volverse autoalimentada si no se controla la preocupación fiscal del mercado”, advirtió Mark Dowding, CIO de renta fija de RBC BlueBay Asset Management.
Ante este panorama, crece la presión sobre Reeves para que aumente los impuestos en el presupuesto de otoño o recorte los planes de gasto del laborismo, en un momento en que los parlamentarios de base están cada vez más conscientes del poder que pueden ejercer sobre la agenda del gobierno.