Poco duró el respaldo legislativo al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tras su primer discurso ante el congreso. Ayer, parlamentarios de ambos partidos cuestionaban al jefe de Estado, luego de que se revelara que su fiscal general, Jeff Sessions –quien fue confirmado en el cargo con votos republicanos– tuvo dos conversaciones con el embajador ruso, Sergei Kislyak, durante la campaña.
Los legisladores cuestionaban la buena fe del funcionario, quien, durante su proceso de confirmación ante el senado, aseguró que no había tenido contactos con el gobierno ruso.
El escándalo se conoce, además, en momentos en que el FBI, dependiente del Departamento de Justicia que encabeza Sessions, investiga una posible intervención del Kremlin en la campaña presidencial estadounidense.
“Jeff Sessions es un ex colega y amigo, pero creo que sería mejor para él y para el país que se inhabilite de la investigación sobre Rusia”, señaló el senador republicano Rob Portman, haciendo eco de las palabras de otros oficialistas como Lindsey Graham y Jason Chaffetz.
La oposición demócrata, en tanto, exigía la renuncia del fiscal general. El líder demócrata en el senado Chuck Schumer señaló ayer que “la información reportada muestra más allá de cualquier sombra de duda que él no podría liderar una investigación sobre interferencia rusa en nuestras elecciones, ni menos acercarse a ella”.
El propio Sessions dijo ayer en una entrevista televisiva que “cuando corresponda me retiraré yo mismo, no hay dudas sobre eso”, tras afirmar que “no me reuní con ningún ruso en ningún momento para discutir ninguna campaña política”.
Tras poco más de un mes en la presidencia, el gobierno de Trump ha sido cuestionado por los vínculos de su equipo de campaña con el Kremlin. En febrero, renunció su asesor de Seguridad Interior, Michael Flynn, tras confirmarse que tuvo conversaciones con Kislyak durante la campaña, lo que violaba la ley.