Industriales y sectores proteccionistas en EEUU han encendido las alarmas ante el acuerdo alcanzado por el presidente Donald Trump con Japón, argumentando que pone en riesgo sus objetivos declarados de reequilibrar las relaciones comerciales y reactivar la manufactura local.
Trump y sus principales negociadores celebraron el miércoles el pacto como un posible modelo para futuros acuerdos con otros países interesados en obtener concesiones arancelarias, destacando la promesa de Tokio de crear un fondo de inversión de US$ 550 mil millones destinado a EEUU.
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Sin embargo, la decisión del presidente de otorgar alivio arancelario a Japón en materia automotriz desató críticas por no abordar la principal fuente del déficit comercial estadounidense con ese país, mientras perjudica a los tres gigantes de Detroit. Alrededor del 80% de la brecha comercial entre EEUU y Japón corresponde a vehículos y autopartes.
El anuncio del martes fue la última señal de que Trump está dispuesto a negociar aranceles específicos por industria, incluyendo chips y productos farmacéuticos, lo que podría debilitar el componente más estable de su estrategia tarifaria.
La reacción revela los riesgos del estilo de negociación transaccional del presidente. Industrias que han respaldado gran parte de su política comercial y que se benefician de altos aranceles a competidores extranjeros podrían verse perjudicadas por cambios en sus planes.
“Cualquier acuerdo que imponga un arancel más bajo a las importaciones japonesas sin contenido estadounidense que a vehículos norteamericanos con alto contenido local es un mal acuerdo para la industria automotriz y los trabajadores de EEUU”, afirmó Matt Blunt, presidente del American Automotive Policy Council, que representa a Ford Motor, General Motors y Stellantis.
Críticas al acuerdo
Trump defendió su enfoque, que se tradujo en una rebaja del arancel específico para Japón a 15% y equiparó los gravámenes de EEUU para autos y autopartes a ese nivel, inferior al 25% aplicado globalmente a los vehículos.
“Solo reduciré aranceles si un país acepta abrir su mercado. ¡Si no, tarifas mucho más altas! ¡Los mercados de Japón están ahora abiertos (por primera vez en la historia!). ¡Las empresas estadounidenses se dispararán!”, publicó el mandatario.
Su secretario de Comercio, Howard Lutnick, calificó el jueves de “ridículas” las quejas de las automotrices estadounidenses y aseguró que los ejecutivos con los que habló “están conformes”.
“Si tu competidor pasa de un arancel de 25% a uno de 15%, es comprensible que te sientas un poco frustrado. Pero vamos, no hay arancel si produces en EEUU”, comentó en CNBC.
Lutnick argumentó en una entrevista con Bloomberg Television el miércoles que el acuerdo también aumenta la presión sobre Corea del Sur y Europa para que realicen concesiones similares o sus fabricantes podrían quedar en desventaja. Por su parte, la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, aseguró que el enfoque de Trump está eliminando barreras a los productos estadounidenses en el extranjero.
“Gracias al presidente Trump, estos países están accediendo por primera vez a abrir sus mercados a productos fabricados en EEUU, lo que se traducirá en un auge de ventas y utilidades para las empresas locales”, señaló a la prensa el miércoles.
Aun así, los fabricantes de autos y otros actores industriales criticaron duramente el acuerdo. Advirtieron que conceder a Japón una rebaja ilimitada en aranceles automotrices debilita el uso de esos gravámenes no solo para autos, sino también para metales, semiconductores y otros bienes.
“Las importaciones ilimitadas con aranceles inferiores a los vigentes bajo la Sección 232 socavan gravemente” la intención de esa legislación y podrían incluso fomentar la deslocalización, señaló Jon Toomey, director ejecutivo de la Coalition for a Prosperous America, un grupo defensor de mayores controles comerciales.
La disposición sobre autos japoneses es considerablemente más amplia que la rebaja otorgada a Reino Unido para el acero y el aluminio, que establece una cuota limitada de importaciones con aranceles reducidos.
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Los aranceles específicos por industria impuestos bajo la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial son vistos como una herramienta más duradera que los gravámenes por país impulsados por Trump, ya que tienen una base legal más sólida y algunos han perdurado durante múltiples administraciones. Los gremios industriales también sostienen que las tarifas por producto otorgan mayor certeza para fomentar la inversión en plantas locales.
Según fuentes conocedoras del tema, otros países ya están buscando alivios sectoriales, y el pacto EEUU-Japón envía la señal de que tales negociaciones están abiertas. Dos de esas fuentes pronosticaron que el acuerdo también fortalecerá las demandas de las industrias automotriz y petrolera para eliminar aranceles al acero.
“No tiene sentido permitir importaciones ilimitadas de vehículos al 15%, mientras se cobra 25% a autopartes y 50% al acero”, añadió Toomey.
Tampoco está claro cómo y cuándo se materializará el fondo de inversión de US$ 550 mil millones o si terminará siendo tan ilusorio como las promesas de inversión que Trump obtuvo de China en su primer mandato a cambio de reducir aranceles. En 2020, Beijing prometió comprar US$ 200 mil millones adicionales en productos agrícolas y otros bienes de EEUU, pero solo se concretó un 58% de esas compras, según el Peterson Institute for International Economics.
“Esto impulsa otros acuerdos”,
Funcionarios del gobierno de Trump presentaron el acuerdo con Japón, así como marcos similares con Indonesia y Filipinas, como incentivos para que socios como la Unión Europea y Corea del Sur presenten sus mejores ofertas de inversión y compras.
“Esto impulsa otros acuerdos”, comentó el asesor comercial de la Casa Blanca Peter Navarro en Bloomberg Television.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, fue claro al afirmar en Bloomberg que el plan de inversión ayudó a Japón a asegurar la rebaja arancelaria: “Obtuvieron el 15% porque estuvieron dispuestos a proporcionar este mecanismo innovador de financiamiento”.
Lutnick explicó en esa misma red que Japón actuará como financista, aportando capital, préstamos y otros apoyos a plantas manufactureras, infraestructura y otros proyectos en EEUU.
Otros países enfrentarán presión para seguir este modelo, según un alto funcionario de la administración que pidió anonimato dado que los detalles no han sido anunciados oficialmente. Los acuerdos de inversión podrían resultar especialmente atractivos para Trump, quien frecuentemente destaca los anuncios de gasto en EEUU desde su regreso a la presidencia en enero. El mandatario y sus asesores también resaltan los ingresos generados por los nuevos aranceles, que ya suman US$ 113 mil millones este año, según el Tesoro.
El énfasis del acuerdo EEUU-Japón en la inversión sugiere que la promesa de mayores ingresos fiscales ha cobrado más peso que la protección de la industria local, según una fuente al tanto.
Si bien la inversión extranjera directa puede ayudar a expandir la capacidad manufacturera y de Inteligencia Artificial del país, no necesariamente hará más competitivas sus exportaciones.
Algunos analistas también expresaron dudas sobre la apertura real del mercado japonés a productos estadounidenses.
La administración presentó la aceptación por parte de Japón de vehículos fabricados según los estándares de seguridad estadounidenses —sin requerimientos regulatorios adicionales— como una victoria para Detroit.
Sin embargo, uno de los principales obstáculos para las ventas de autos estadounidenses en Japón son los propios diseños de estos vehículos y no solo las barreras comerciales. En términos simples, los consumidores japoneses muestran poco interés en manejar vehículos de Ford o GM, a diferencia de la popularidad que tienen los de Toyota y Honda en EEUU.
Por cada auto que EEUU vende en Japón, Japón vende 84 en el mercado estadounidense.
“Los autos estadounidenses, que suelen ser grandes, simplemente no encajan bien con las necesidades, deseos y exigencias del público japonés”, concluyó Colin Grabow, subdirector del centro de políticas comerciales del Cato Institute. “No está claro cuál es el beneficio real aquí.”