Como una forma de incentivar el crecimiento de la economía de Brasil, que durante el último año ha mostrado síntomas de estancamiento, el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff lanzó una serie de medidas enfocadas a impusar la construcción de carreteras y vías férreas en ese país. ¿La meta? lograr atraer nada menos que hasta unos US$ 66.000 millones (133.000 millones de reales) de inversión privada, los que se destinarán a obras que permitan despejar los cuello de botella que se registran en Brasil.
Las medidas incluyen un plan para aumentar al doble la capacidad de las autopistas, con concesiones para caminos y líneas férreas, según comentó en Brasilia el ministro de Transporte, Paulo Passos, consiga la agencia Reuters.
Además de los planes para construcción de grandes carreteras, el gobierno de Rousseff espera captar inversiones para unos 10.000 kilómetros de vía férrea. De esta forma, afirmó la mandataria, el país “contará con una infraestructura compatible con su tamaño”, y lo llevará a ser “más rico, más sólido, moderno y competitivo”.
Con la modernización de la infraestructura vial y ferroviaria, el gobierno espera que se logren bajar los costos para las empresas, y entregarle una mayor eficiencia a la economía durante los próximos años.
Efectos a corto plazo
Si bien algunos beneficios de este paquete de medidas se verán en un mediano plazo, lo cierto es que al menos desde el punto de vista económico, algunas ventajas se percibirán en un horizonte de tiempo más acotado. El secretario de la cartera señaló que se espera que la inversión contemplada para estas iniciativas se concrete en el curso de los próximos cinco años, agregando que “éste no es un programa para que las inversiones se diluyan en los siguientes 15 a 20 años”.
Es por ello que los economistas recibieron de forma positiva el anuncio, después de que varios hicieran notar que Brasil debía modernizar sus obsoletos caminos, puertos, líneas ferroviarias y terminales aéreos. “Este conjunto de medidas, si se materializa, sería un esfuerzo muy positivo para tratar las restricciones en el potencial de crecimiento de largo plazo del país”, afirmó el analista de RBC Dominion Securities de Toronto, Nick Chamie, en un reporte citado por Reuters.
Cabe señalar que la infraestructura deteriorada implica, además de una mayor demora en el movimiento de bienes y servicios, el incremento de los precios de prácticamente todos los productos: desde el combustible, el espacio de almacenamiento, hasta el costo laboral. Esto, de paso, hace más difícil la batalla contra la inflación que se ha mantenido por largo tiempo en ese país, lo que a su vez le resta competitividad a las compañías brasileñas.
Al hacer la comparación con China, donde el gobierno ha invertido de forma rápida e intensiva en infraestructura, los proyectos que Brasil prometió seguir durante su reciente expansión se materializaron lentamente.
El resultado de esto, según expertos en logística, fue que los bienes se demoraron como mínimo el doble en recorrer la misma distancia que en China y en otros mercados más eficientes.