Panorama

Siria, epicentro en el avispero árabe

Por: | Publicado: Viernes 13 de septiembre de 2013 a las 05:00 hrs.
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Casi la única esperanza de la paz


Francisco Medina *

Imagen foto_00000002Es preocupante. La contienda fratricida a la que estamos asistiendo desde hace más de dos años empieza a tomar unas dimensiones que han superado los niveles. El empleo de armas químicas desvela que alguien está interesado en desestabilizar el país, con el objeto de producir un efecto dominó en toda la región. Hay motivos para estar preocupado: la libertad religiosa está en peligro. Y el Papa Francisco parece ser la única voz que parece haber entendido lo que está en juego.
Cuando se produjo la Primavera Árabe hace un par de años: primero, en la Plaza Tahrir, en Egipto; luego, en Túnez...la esperanza de una democratización en el mundo árabe fue lo primero que se nos vino a la cabeza. Esa "corazonada" vino respaldada por algunos hechos acaecidos en Egipto, con la caída de Mubarak y la celebración de elecciones...Pero  la etapa de gobierno de Mursi y sus Hermanos Musulmanes, caracterizada por el enfrentamiento ideológico y las pretensiones de imposición de la sharia, y la intervención del Ejército nos puso de bruces ante la realidad.
Y no es que podamos decir que nos dejásemos engañar. Quizá no hemos querido ver más que nuestras propias ensoñaciones de exportar la democracia europea de forma acrítica, en lugar de entender qué estaba pasando: con todos los numerosos atropellos y vulneraciones a los derechos humanos que han teñido al país durante su mandato, el régimen de Bashir Al Assad proporcionaba aún una contención frente a la inestabilidad que estaba produciendo Al-Qaeda en la zona. El problema es que el régimen sirio ha cruzado el límite de lo tolerable, socavando toda esperanza de poder liderar un proceso de restablecimiento institucional y de normalidad democrática.  A ello, se agrava el hecho que, detrás de la insurgencia rebelde, Al-Qaeda sigue moviendo los hilos, consciente de su capacidad para desestabilizar tanto el país como la región entera.
Detrás de lo que está sucediendo en Siria y Líbano, parece librarse una guerra hegemónica entre el sunnismo y el chiísmo (Hezbolá en el Líbano, con el apoyo de Irán; las insurgencias iraquí y siria, con apoyo de Al-Qaeda), a la que Occidente parece estar respondiendo con cálculos políticos. Rusia parece amenazar a su vecino saudí si sigue apoyando a la insurgencia. Estados Unidos, cada vez más,  va perdiendo peso en el plano internacional. Obama parece ser más víctima de una situación producida que protagonista del escenario. Israel ha protagonizado hace poco un enfrentamiento con el vecino turco, otro actor en discordia. La situación, ya complicada de por sí, parece haber adquirido la forma de un avispero.
El problema es que en esta situación, es la libertad religiosa la que sale perdiendo. Conscientes de su condición de minoría, los cristianos sirios (y, en general, las minorías cristianas de los países de Oriente Medio). Ya hemos visto cómo, tras su llegada al poder, los Hermanos Musulmanes comenzaron su ofensiva contra los cristianos coptos. Es algo cuasi-matemático: el avance del islamismo radical está asociada al ataque a la libertad religiosa. Primero, fue Iraq; luego, Egipto; y, finalmente, parece que Siria está siendo víctima de las pretensiones  hegemónicas del islamismo salafista (patrocinado por el vecino saudí). Las minorías cristianas, al igual que en Iraq, ya están empezando a sufrir la persecución.
A todo esto, ¿qué papel está jugando la Unión Europea en todo este asunto?. En el fondo, el de un Poncio Pilato que se lava las manos, porque ni él mismo es consciente del valor de la libertad religiosa como factor de desarrollo y como generador de convivencia. Europa está, lamentablemente, encerrada en su modelo socialdemócrata del enfoque de derechos, el cual, paradójicamente, concibe la libertad religiosa como mera neutralidad. El hecho de que Europa no conciba la libertad religiosa como un bien y se deje llevar por un laicismo hegemónico genera otro obstáculo. No le queda otro remedio: si quiere que haya una esperanza de paz en la región, Europa ha de empezar a tomarse en serio a los cristianos árabes, los únicos actores capaces de tender puentes entre Occidente y el mundo árabe. Ya es hora de que volvamos a poner a Schumann, De Gasperi y a Monnet en nuestra cabecera...y de tirar a Voltaire y a Comte a la basura. ¿Tendrá el coraje la UE de escuchar el llamamiento del Papa Francisco contra la guerra en Siria y volver a apostar por la libertad religiosa? Si la respuesta es negativa, es que los europeos, entonces, somos presa del síndrome de Estocolmo ilustrado.
*Colaborador de Páginas digital

Como en Ratisbona, mensaje para Occidente y para el Islam


José Luis Restán, periodista y escritor español.

Imagen foto_00000001La vibrante homilía de Francisco en la Vigilia por la Paz del pasado sábado en San Pedro tiene variados registros que nos hacen recordar aquel histórico discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, profético por tantas cosas.
Ciertamente el Papa pensaba en el clima violento que propicia el nihilismo occidental al afirmar que "cuando el hombre piensa sólo en sí mismo... y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al enfrentamiento". Encontramos aquí un eco de algo que dijo también en la isla de Lampedusa, al referirse al abandono de Dios y las consiguientes idolatrías como clave para entender la indeferencia frente al sufrimiento de nuestros hermanos.
También podemos entender un mensaje a los poderes de Occidente cuando sostiene que hoy "hemos perfeccionado nuestras armas, nuestra conciencia se ha adormecido, hemos hecho más sutiles nuestras razones para justificarnos", olvidando que la violencia y la guerra traen sólo más muerte. No se trata, como hacen algunos, de contraponer la figura de Francisco a la de Obama en una especie de dialéctica que entretiene a los Medios. Se trata de reconocer la profundidad de la mirada del Papa (Lumen Fidei) que permite desliar la madeja mejor que muchos sesudos análisis.
Pero sin negar el reclamo que el Papa dirige al mundo occidental, no podemos olvidar el fuerte mensaje dirigido también al Islam. La racionalidad que nace del Evangelio vivido en la historia de la Iglesia también tiene algo que decir a la profunda y violenta crisis interna que vive el mundo musulmán. Francisco no ha hablado de una paz genérica sino de una paz que nace del designio de un Dios cuya respuesta a la injusticia y el mal ha sido precisamente la cruz: "Mi fe cristiana me lleva a mirar a la Cruz. ¡Cómo quisiera que por un momento todos los hombres y las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte. En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz". Es ésta una experiencia de Dios (la del Hijo que sube a la cruz) que no puede dejar de impactar y chirriar a los musulmanes, pero que también puede abrir inusitadas perspectivas.
Apenas unas horas antes de que estas palabras rasgaran la noche romana, el Patriarca de los Caldeos, Louis Sako, había indicado desde Bagdad que el mundo musulmán necesita también "cambiar una mentalidad de violencia y de venganza, abriéndose al diálogo y aceptando la diversidad, porque la idea de un Estado basado en la Sharía no puede funcionar". Días atrás el Rey Abdullah de Jordania había acogido a los jefes de las Iglesias cristianas del Medio Oriente en Amman, y había propugnado una gran alianza de cristianos y musulmanes contra el sectarismo y la violencia.
Cuentan las crónicas que durante la adoración eucarística en la Plaza de San Pedro algunos dirigentes musulmanes presentes se arrodillaron en medio de aquel pueblo cristiano presidido por el Sucesor de Pedro. "Que cada uno mire dentro de su propia conciencia y escuche la palabra que dice: Sal de tus intereses que atrofian tu corazón, supera la indiferencia hacia el otro que hace insensible tu corazón, vence tus razones de muerte y ábrete al diálogo, a la reconciliación; mira el dolor de tu hermano... y no añadas más dolor, detén tu mano, reconstruye la armonía que se ha roto". Son palabras que deben ser escuchadas de norte a sur, de oriente a occidente. Pedro existe también para eso.

 

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