XX AÑOS DE HUMANITAS
Extracto del discurso pronunciado en el Salón de Honor de la UC por el director de HUMANITAS al conmemorarse 20 años de esta publicación.
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Muchas gracias Sr Rector por presidir este acto conmemorativo de los 20 años de HUMANITAS y por sus palabras iniciales.
Muchas gracias también al ex Rector Vial y a usted por ese intercambio epistolar que se ha leído al comienzo y al que luego deseo referirme.
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Obligado por determinada circunstancia, caí días atrás, sin quererlo, en un texto publicado en el primer número de HUMANITAS. Mirando su título -Sombras y esperanzas después de la caída del Muro - me vi súbitamente trasladado a la atmósfera, más bien optimista, que recordaba subconscientemente como la predominante en el mundo en general durante el tiempo en que se fundó HUMANITAS. Hubo quien, según sabemos, que apoyado en inconmensurables recursos publicitarios, se aventuró entonces a pronosticar incluso “el fin de la historia”.
Adentrándome más tarde en dicho texto de HUMANITAS, vientre tanto que junto con algunas esperanzas, en realidad se advertían allí muchas sombras en el horizonte. Sin claudicar de la esperanza -algo muy distinto del mero optimismo- caí así en la cuenta que aquello que publicamos fue sin duda un realístico gran acierto, por cuanto nos daba ya muchas claves de lo que habríamos de vivir.
Tan intenso y vertiginoso ha sido todo lo que se ha sucedido en estos 20 años -o en 26 si lo medimos desde aquel acontecimiento histórico sucedido en Berlín en noviembre de 1989- que perfectamente alguien podría postular que supera lo que la humanidad pudo cambiar, en otro tiempo, en el lapso de dos siglos.
Al recapitular este andar de HUMANITAS, podemos agradecer la oportunidad magnífica que se nos concedió de acompañar de cerca la vida de tres grandes pontificados de la historia moderna. Mas, a la par, decir que hemos visto también, y hasta con crueldad, el cumplimiento de muchos de esos pronósticos sombríos a que se refería es publicación del primer número de HUMANITAS. Cuando hoy oímos al Papa Francisco decir –y lo ha repetido en varias ocasiones- que “vivimos una tercera guerra mundial por etapas”, advertimos bien que esas piedras del Muro de Berlín no se transformaron precisamente en polvo, y que su derrumbe afectó muy principalmente al propio hemisferio, el occidental, donde la aberración ideológica que lo había levantado tuvo su origen e incluso su mayor desarrollo como contra-cultura.
Tal ha sido el escenario histórico en que nos hemos desarrollado.
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Subrayando la importancia de lo que conmemoramos, en su respuesta al Dr. Vial Correa usted señala, Rector, que por el cometido que define su naturaleza, “HUMANITAS pasa a ser un instrumento excepcional entre quienes deseamos generar conocimiento y discusión en torno a aspectos de interés universal y que precisan de una mirada ampliada con la perspectiva de la fe y la razón en conjunto”.
Efectivamente, la fidelidad de la communio fundadora de HUMANITAS a esta misión que usted recuerda, mantenida en forma perseverante durante los 20 años que la Providencia le ha regalado, está en la raíz de lo que celebramos y es también la condición, creo así, de que volvamos, y vuelvan luego otros a celebrarlo, por muchos años más.
Cuando nació HUMANITAS esto que dice Usted estaba naturalmente implícito, pero fue en la brega del camino que había que hacer, que esta realidad fue aclarándose y tomando carne. Tuve ocasión de relatarlo en una entrevista dada la Agencia Zenit cuando se cumplieron los primeros diez años, publicada luego en Humanitas Nº 40.
¿Eran las preguntas de la razón que nos hacíamos y desarrollábamos en HUMANITAS, ellas mismas fruto de nuestra fe o constituían -y debían constituir- una parte del discurrir especializado y secularizado de la cultura de nuestro tiempo, quizá más elaboradas y categorizadas, por provenir de una Universidad de la importancia que tiene ésta?
La cuestión no era menor. Comprometía, vemos ahora, lo que algún filósofo como Etienne Gilson llamó la “unidad del saber”, pero sin duda también algo más, y hasta bastante más, por las características con que se producía esta disyuntiva.
¿Dependería de ella -de la secularización de la humanitas, tal vez con una connotación “iusnaturalista”, concedámoslo- la amplitud de la influencia que habría de alcanzar el proyecto y el apoyo que recibiría de la sociedad civil?
El norte trazado a la revista en relación al Magisterio de la Iglesia, principalmente el magisterio pontificio, daba claridad a la dirección del timón. Pero era perfectamente presumible que, en el tráfago vertiginoso de temas y debates contemporáneos, en ese diálogo de fe y razón en que nos situábamos, de no entender las preguntas de la razón como parte y parte vivificadora de la misma fe, sucumbiríamos probablemente en las aguas, no de la laicidad (que es el estado desde el que nos corresponde actuar, como señala el Concilio), sino del laicismo, como tendencia cultural y sobre todo ideológica predominante.
Fue en esas condiciones que, entre 1977 y 1978, durante un viaje a Italia, se dio al director de HUMANITAS la oportunidad de una inesperada conversación con el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger. Con sobrecogedor y paterno interés preguntó él de todo, se desfundó plenamente el tema y luminosamente definió con caridad y sabiduría criterios que dejaron de lado cualquier incertidumbre y que marcaron nuestra historia.
A la hora de los agradecimientos a que convida este momento, es de justicia referirse en particular a la persona de nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI. Su presencia es, en la configuración de esta communio yo diría que decisiva, y es extraordinario que en la hermosa carta que nos dirigió al término de su pontificado, se refiera él a una relación de 25 años, cuando ahora celebramos tan sólo veinte. Sin duda que conocía esto y participaba de nuestro camino desde sus más remotos orígenes.
A él se dirige, pues, el agradecimiento de todos. Como también, a su turno, se dirige a nuestros mayores, al ex rector Juan de Dios Vial Correa, al entonces decano de Filosofía profesor Juan de Dios Vial Larraín, al también entonces prorrector, no tan mayor, profesor Pedro Morandé, al abad emérito de Las Condes Padre Gabriel Guarda –al alero de cuya hospitalidad se reunió por muchos años el Comité Editorial de HUMANITAS- y a distinguidas personalidades, que un tanto más a distancia, como Don Angelo Scola mientras fue rector del Laterano, nos prodigaron su apoyo y cercanía.
Sobre este fundamento humano se resolvería entonces, con gran riqueza, la referida disyuntiva. HUMANITAS se explicaba a sí misma no por un eruditismo secular o mediático, ansioso por medirse en una competencia entre iguales con otras instancias. Tampoco, téngase claro, por un doctrinarismo “axiomático” que le permitiese pontificar sobre las complejas realidades de la sociedad y de la cultura en que había de navegar. Ni una y otra de esas alternativas, ni la reducción “liberal” ilustrada, ni la simplificación “conservadora” axiomática -estereotipos prototípicos de la nomenclatura que impone el sistema mediático- se avenían con la naturaleza de HUMANITAS.
Sin alardes, de forma muy normal, ésta naturaleza había de encontrar cómo comprenderse y desarrollarse en otra formulación, “epistemológica” si se me permite así llamarla. Esto es, en la de la “traditio”, la del cauce largo de un pensamiento y una enseñanza que va creciendo en el tiempo con fidelidad a sí misma y de ningún modo a paso de ruptura.
De San Juan Pablo II al Papa Francisco, en un espacio que se enriquece paulatinamente con afluentes de orígenes y tiempos bien distintos,
por donde confluye también la tradición milenaria de pensamiento de la Iglesia- HUMANITAS encuentra su lenguaje de diálogo con la sociedad y la cultura del tiempo presente. Es bien obvio que un soporte importante en el todo de ese enfoque lo constituye el lenguaje de la belleza, no como simple solaz de la vista, sino más bien como instrumento dialéctico de su propio discurso o mensaje.
Como cualquier creación de su especie en nuestro tiempo, HUMANITAS habría de registrar a su paso los clásicos etiquetamientos a que hemos hecho referencia. Hay que decir, entre tanto, que tales etiquetamientos no tuvieron jamás influencia alguna sobre nosotros, o más bien, que “no fueron tema”. La pasión de seguir la luz que se nos regalaba, hacía que cualquier preocupación semejante resultase una vulgar banalidad.
Descubríamos en cambio, con verdadero gozo, que sin proponérselo programáticamente -porque lo que voy a declarar no es, además, exactamente definible en términos de programa- … descubríamos, repito, que nos acercábamos, sin darnos cuenta y haciéndolo sin embargo íntimamente nuestro, al campo epistemológico de nuestro muy admirado John Henry Newman: ex umbris et imaginibus in veritatem (“de las sombras e imágenes a la verdad”). Motu éste que Newman –cuando allí residía y enseñaba- a diario leía (al ir rezar), en la pared de la capilla del Oriel College de Oxford, y tanto se identificó con él, que llegó incluso a adoptarlo como epitafio.
Es decir, el andar de HUMANITAS se definía, en sintonía con y al compás de Pedro -buscando “reflejar las preocupaciones y enseñanzas del Magisterio Pontificio”, como reza el decreto fundacional de Octubre del 95- siempre, precisamente como una búsqueda, y esto por la simple razón que dicho andar parte de la fe, revelada por Dios y definida y enseñada por ese Magisterio, mas no de un programa, conservador o liberal, progresista o tradicionalista, de derecha, de centro o de izquierda, acomodarse a cualquiera de los cuales constituiría una ideologización o una mundanización de nuestra misión, para expresarlo en el lenguaje tan característico de nuestro Papa Francisco. La variedad tan rica y viva de factores que se integran en esta todavía breve historia -algunos de los cuales hemos apreciado en los documentos y fotografías del Video que se proyectó- se explican por estas claves, que deben con cuidado ser preservadas.
Cuando entre las alentadoras cartas recibidas con ocasión de los XX años de publicaciones y tareas realizadas por la revista, leemos a una persona tan estimada y cercana al Papa Francisco, como es el Cardenal Andrés Rodríguez Madariaga -presidente del Consejo cardenalicio que asiste al Papa en la reforma de la Curia Romana quien dice algo tan comprometedor para nosotros y para la Universidad, como que HUMANITAS “realiza una misión insustituible en Hispanoamérica”, debemos dar muchas gracias a Dios. Pues, en efecto, cábenos pensar, con justificada razón, que el modo escogido al iniciar el camino y su ulterior y paulatino desarrollo fue el que correspondía, y a todo ello nos ayudó el Espíritu Santo a través de su esposa y madre nuestra, María Santísima.
Muchas gracias.