En medio de la euforia de sus partidarios, el candidato presidencial de la UDI, Pablo Longueira, no dudó en manifestar que si en dos meses había ganado las primarias, en cinco meses ganaba la presidencial. Esas palabras, pronunciadas al calor del triunfo, fueron el testimonio del ánimo con que estaba dispuesto a enfrentar la campaña, aunque sabiendo que comenzaba una carrera cuesta arriba.
Lo que no imaginaba en ese momento era que el primer obstáculo sería superar la extrema tensión con sus aliados que se instaló esa misma noche.
La historia de esas primeras horas es conocida. Luego de que, golpeado por la derrota que jamás imaginó, el abanderado RN, Andrés Allamand, manifestara que se debía al éxito de su contendor en las comunas más acomodadas, se produjo el polémico episodio en la sede de la UDI cuando se negó a saludar públicamente al candidato ganador.
Cuales sean las causas o los pormenores de lo ocurrido, el propio Longueira y sus cercanos percibieron de inmediato que los ánimos podían exacerbarse al extremo de generar un conflicto como los que la UDI ha protagonizado con RN durante su historia, reconociendo que si no lo detenían, se enterraba cualquier posibilidad cumplir con un sueño casi imposible.
Para superar ese ambiente de guerrilla, en el que en cosa de minutos parecía esfumarse todo el espíritu de unidad expresado en la campaña, se realizaron distintos gestos, que comenzaron con encuentro entre ambos candidatos el lunes donde se realizó el saludo oficial, los que culminaron con el inesperado perdón de Joaquín Lavín, cuestionado duramente por los más cercanos a Allamand, quienes lo culpaban de no haber tenido la sensibilidad suficiente esa noche cuando le pidió a derrotado candidato que se adecuara a un liberto para el que los ánimos no estaban preparados.
Con la colaboración de La Moneda y de algunos dirigentes de RN, la tensión comenzó a aplacarse luego de que entendieran que la unidad era el requisito mínimo indispensable para no ser arrasados por el verdadero huracán electoral que demostró ser Michelle Bachelet.
Cuidar la parlamentaria
Más allá de las recriminaciones recíprocas tanto públicas como en privado, los dirigentes de ambos partidos compartieron el diagnóstico de que el aplastante resultado obtenido por la candidata del pacto Nueva Mayoría -en que sola superó el 53 por ciento de los votos- no sólo mostraba una fuerza difícil de contrarrestar, sino que había instalado una sensación de triunfo que podía ser la antesala para obtener una amplia mayoría parlamentaria e incluso para ganar en primera vuelta.
Luchar contra dicho fenómeno es el tema que se analizó en el gobierno y en los dos partidos, donde coincidieron que en nada los beneficiaba seguir enrostrándose las actitudes de uno u otro, o destacando quién ganó o dónde, si ni siquiera unidos alcanzaron el 30 por ciento, que es el piso mínimo que tiene la derecha.
Es por eso que después del tenso comité político el lunes, tras el cual el presidente de la UDI, Patricio Melero, decidió encarar el argumento de Allamand, al precisar que Longueira habría ganado igual si no se contaban los votos de Las Condes, Vitacura y Barnechea, comenzaron los esfuerzos para no escalar en el espiral de la disputa.
Un papel determinante, en esa línea, jugó el presidente de RN, Carlos Larraín, quien admitió, lo mismo que gran parte de los demás senadores e incluso algunos diputados, que si no se cuadraban con la candidatura de Longueira, podrían sufrir una fuerte derrota parlamentaria, en la cual dicho partido sería el más perjudicado.
En ese cuadro, luego de que el ahora candidato único les garantizara un respaldo a todos, similar al de Sebastián Piñera a la UDI en 2009, la primera decisión conjunta fue crear un equipo para definir la plantilla con los mejores candidatos posibles, tendiente a impedir los doblajes con que amenaza la oposición, propósito que, además, se ha transformado en una de las banderas de la campaña de la propia Michelle Bachelet.
Llegar al piso
Con tal propósito como prioritario, donde la línea sería no proteger a ningún candidato, menos cuando corre el riesgo de ser derrotado, los análisis que se han realizado en el oficialismo apuntan a que lo primero que Longueira debe conseguir, es aparecer como un presidenciable competitivo, para lo que junto con consolidar el 28 por ciento obtenido por la Alianza el domingo, debe tratar de acercarse en el menor tiempo posible a los 40 puntos que es el piso con que podría mostrar que existe alguna opción.
En la mirada de personeros aliancistas, si no se logra eso, desparece toda esperanza de que es posible repetir la hazaña del año '99 cuando Lavín logró revertir los 26 puntos con que partió al empatar con un Ricardo Lagos triunfalista después de los más de 70 que sacó en las primarias.
Como es prematuro aun para tener ideada una estrategia definitiva, porque recién se está trabajando en la estructuración del comando, sólo existen los primeros aprontes que apuntan a que la tarea principal es tratar de encantar a sus propias bases primero, de manera de generar el entusiasmo necesario para que se comprometan e impedir que la ciudadanía o se desentienda o prefiera apostar a la carta ganadora en la presidencial, lo que podría llevar aparejado un desastre parlamentario para la Alianza.
El gobierno no basta
El tema es cómo. En esa línea lo que se da por descontado es que si actualmente el gobierno y el propio presidente Sebastián superaron el umbral de los 40 puntos, pueden representar un aporte significativo, en la medida en que se encargue de destacar sus logros o adoptar medidas a favor de la ciudadanía, además de asumir el compromiso explícito de sumarse a la campaña que anunció la vocera Cecilia Pérez cuando confirmó que se había puesto fin a la prescindencia.
Pero tanto en La Moneda, en los partidos como también en el círculo longueirista, tienen claro que no es suficiente, en parte porque saben deben estar atentos a las acusaciones de intervencionismo, pero además, porque los resultados del domingo reflejan en cierto modo una derrota para el propio gobierno, donde lo ocurrido en Dichato -en que pese a la reconstrucción, Bachelet sacó más del 80 por ciento- es el ejemplo más elocuente.
De ahí que con los resultados en mano que permiten concluir que sus propios electores no participaron como se esperaba, se determinó que junto con la necesidad de aceitar más las máquinas partidarias, también se requiere entender el mensaje implícito que entregaron las cifras de estas primarias.
En ese contexto, uno de los principales temas ha sido tratar de interpretar ese 9 por ciento de electores que se inclinó por el independiente Andrés Velasco, al presumirse que gran parte no es de oposición, sino por el contrario, pero que consideraron dicha opción más atractiva que las dos de la alianza.
Por eso, más que continuar en el debate en torno a que si el éxito de Velasco fue un factor que perjudicó o no al candidato RN, para el círculo de Longueira lo importante es tener en cuenta que probablemente muchos de ellos ni siquiera hubieran ido a votar. Por eso una de las tareas que se han propuesto como prioritarias es buscar las fórmulas para atraer a ese segmento que, rechazando a los políticos, comparte los mismos principios económico sociales liberales, pero que además es liberal en todos los ámbitos.
En esa línea se ha planteado la necesidad de que en el comando jueguen un papel destacado figuras independientes como Laurence Golborne o Luciano Cruz Coke - quienes han sido contactados- por la capacidad que podrían tener para conquistar a un tipo de electores distintos que es necesario encantar.
Como la campaña está aun en etapa incipiente, son pocas las decisiones que se han tomado, aunque la idea sería realizar una reestructuración que incluso dé con un slogan que sea atractivo para los electores.
Los primeros trazos apuntan, en todo caso, a que Longueira no necesariamente debe cambiar su perfil, porque no debe exponer la credibilidad que se estima entre sus activos, sino que debe consolidar aquél que lo muestran preocupado de los problemas sociales, de los abusos o las desigualdades, que aparecen como a gran demanda de la ciudadanía.
Como pocos desconocen que, en ese terreno, la lucha frente a Bachelet es difícil porque la gente afectada considera que la solución pasa por reformas profundas como las que ella propone, en su círculo postulan que el gran desafío de Longueira en es encontrar un equilibrio que se haga cargo de la necesidad de cambios, pero con la fuerza suficiente para demostrar que no en todos los casos, es la solución.
Una compleja tarea en la que, además, debe enfrentarse al carisma imbatible de Bachelet, para lo que su apuesta debería ser contrastarlo con la capacidad de liderazgo que ha mostrado durante su historia política.