Con entusiasmo celebró Michelle Bachelet el aplastante triunfo obtenido en las primarias, aunque también con cautela, como lo hizo con su llamado a seguir trabajando para repetir la hazaña en las elecciones de noviembre.
Es que como se encargaron de destacar en su propio comando, si bien estos resultados le allanan el camino para regresar a La Moneda, la experiencia indica que el exceso de triunfalismo no es el mejor aliado, como ocurrió el año '99 con Ricardo Lagos, cuando después de que se impuso por un 70% en las primarias contra Andrés Zaldívar, terminó prácticamente empatado con Joaquín Lavín.
Eso no quiere decir que el escenario actual sea comparable, porque no sólo participó casi el doble de personas que en esa oportunidad, sino que además, hubo una medición con el otro pacto político, donde Bachelet sola dobló a la suma de los dos candidatos del oficialismo.
Por eso los resultados de anoche indican que la abanderada de la oposición corre con una amplia ventaja, aun cuando sus propios partidarios destacan que, pese a la alta participación, debe considerarse que en las elecciones de fin de año lo harán por lo menos tres millones más de personas, lo que implica que queda camino por recorrer para consolidar su triunfo frente a la Alianza, en la que contra muchos pronósticos, terminó imponiéndose el abanderado de la UDI, Pablo Longueira.
En el escenario que comienza a dibujarse a partir de ahora, está claro que los dos candidatos que ganaron las primarias deberán enfrentarse al desafío de conquistar tanto a esos electores menos comprometidos que no acudieron a votar en las primarias, como a aquellos que lo hicieron por los postulantes de sus propios pactos que no necesariamente se sumarán a los triunfadores.
El ruido de Velasco
Con el aplastante apoyo que recibió, Michelle Bachelet quedó con un liderazgo indiscutido para tomar las decisiones que ella estime en relación a la conformación de su comando, como a las definiciones finales de lo que será su programa de gobierno.
Pero no todo resultó como esperaban en su entorno. Porque la amplia votación obtenida por Andrés Velasco, que logró ganar la batalla por el segundo lugar, le complica más las cosas que si se hubiera impuesto el DC, Claudio Orrego, porque en parte es el reflejo de que un número importante de electores se inclinó por su opción sabiendo que no ganaba, como una manera de mostrar el respaldo a una opción no sólo más moderada, sino distante de lo que es la Concertación.
En esa línea, para el bacheletismo representa un desafío especial tratar de conquistar a quienes se inclinaron por Velasco, teniendo en cuenta que éste, aun cuando acudió a respaldarla e incluso manifestó que trabajaría para que lograra el triunfo, no llamó a votar por ella, dejando en claro, que su éxito era un llamado de alerta para morigerar el discurso y las propuestas más radicales que hubo en la primera etapa, lo que de hecho la propia candidata asumió al decirle que esperaba contar con su aporte y sus buenas ideas.
Con la derrota de Claudio Orrego, a Michelle Bachelet se le dificulta más la conformación de una coalición con el centro, puesto que la expectativa era que éste lo representara básicamente la Democracia Cristiana, con la que tenía menos diferencias programáticas y además sabía que se sumaría sin condiciones a su candidatura, en parte porque a diferencia de Velasco, dicho partido tiene la expectativa de integrarse a un posible gobierno bacheletista.
El camino de Longueira
En contraste con la candidatura de la oposición, en que los principales desafíos estarán en lograr una propuesta que los interprete a todos, los desafíos que enfrentará el ahora candidato aliancista, Pablo Longueira, no corren en esa dirección, porque como quedó demostrado en la campaña que no existen diferencias programáticas.
Para el abanderado de la UDI que sorprendió a no pocos con su triunfo, considerando que entró en carrera hace sólo dos meses después de la traumática bajada de Laurence Golborne, la primera meta que tiene que cumplir es transformarse en un candidato que se muestre competitivo frente a Bachelet, para lo que el primer requisito es lograr que esa unidad declarada desde antes de estas primarias, espíritu que se confirmó anoche, sea una realidad.
En ese sentido, pese al golpe que puede significar para Andrés Allamand una derrota como ésta en su carrera política, en su entorno aseguran que tanto él como RN se sumarán sin condiciones a la candidatura de Longueira. Pero como el propio candidato de la UDI sabe que no necesariamente despertará entusiasmo en sus aliados, su apuesta sería acercarse al máximo al presidente Sebastián Piñera, con el propósito de que si éste se juga como se presume, se pueda neutralizar el desencanto de sus aliados logrando un trabajo común como ocurrió en 2009.
También, así como Bachelet estará conminada a morigerar sus discurso para no perder el centro, también Longueira deberá reorientar su estrategia hacia ese segmento de electores que o se inclinó por Allamand por considerarlo más moderado, o incluso lo hicieron por Velasco.
En este cuadro, el actual candidato aliancista cuenta a su favor que estará presente el fantasma de Golborne que parecía amenazante si es que el ganador era Allamand, lo que no significa que en su desafío para mostrar que tiene opciones baste que no tenga ruido en su sector, porque la meta que tiene frente a Bachelet, es demasiado grande.
Pero como se confirmó anoche, ni a él ni a su partido le falta entusiasmo.