Los escépticos del cambio climático ya ganaron
La humanidad ha decidido bostezar y dejar que los peligros reales y actuales del cambio climático se acumulen...
Por: Equipo DF
Publicado: Miércoles 22 de mayo de 2013 a las 05:00 hrs.
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La humanidad ha decidido bostezar y dejar que los peligros reales y actuales del cambio climático se acumulen. Ese fue mi argumento la semana pasada. Ninguna de las respuesta a él socavaron dicha conclusión. En todo caso lo reforzaron. A juzgar por la inacción del mundo, los escépticos del cambio climático han vencido. Para el resto de nosotros, la pregunta es si hay algo que aún pueda hacerse, y de ser así, ¿qué es?
Al considerar este tema, una persona racional con seguridad debe reconocer la magnitud del consenso de los científicos sobre la hipótesis de calentamiento como obra del hombre. Un análisis de reseñas de 11.944 artículos científicos, publicados entre 1991 y 2011 y escritos por 29.083 autores, concluye que el 98,4% de los autores que tomaron una posición respaldaron la idea del calentamiento global como obra del ser humano (antropogénica), un 1,2% la rechazó y un 0,4% se declaró inseguro.
Una respuesta posible es insistir en que todos estos científicos están equivocados. Obviamente eso es concebible. Los científicos se han equivocado en el pasado, pero seleccionar esta rama de la ciencia para rechazarla, sólo porque sus conclusiones son incómodas, es irracional, aunque comprensible.
Esto lleva a una segunda línea de ataque, que es insistir en que estos científicos han sido corrompidos por el dinero y la fama. Mi respuesta a esto es: ¿En serio? ¿Es plausible que toda una generación de científicos haya inventado y defendido un engaño obvio a cambio de (modestas) ganancias materiales, sabiendo que serán descubiertos? Es más plausible que científicos que rechazan la visión usual lo hagan justamente por dichas razones, ya que al consenso climático se oponen poderosos intereses.
Desafortunadamente, sin importar lo racional que sea buscar reducir el riesgo de desenlaces catastróficos, no es lo que está sucediendo ahora ni pareciera posible que suceda en un futuro cercano. Los datos sobre la quema de combustibles fósiles desde mediados del siglo 18 muestran un continuo aumento de las emisiones anuales de dióxido de carbono. Es verdad que estos datos muestran una reducción de la tasa de incremento de emisiones anuales en los 80 y 90, pero esta baja se revirtió en la década del 2000, cuando aumentó la quema de carbón de China. Actualmente, el 30% del CO2 en la atmósfera se debe directamente a la humanidad.
Lo que está detrás de este reciente aumento en emisiones está bastante claro: son las consecuencias del crecimiento. China fue responsable del 24% de las emisiones globales totales en 2009, frente al 17% de Estados Unidos y el 8% de la eurozona, pero cada chino sólo emite un tercio de un estadounidense y menos de cuatro quintos de un residente de la eurozona. China es una economía emergente relativamente derrochadora, en términos de sus emisiones por unidad de producción. Sin embargo, aún así emite menos per cápita que los países ricos porque su pueblo sigue siendo relativamente pobre. Sus líderes sienten, y con razón, que no hay argumentos morales para aceptar un límite a las emisiones para cada individuo chino menor al nivel que los estadounidenses quieren para sí.
A medida que los países emergentes se desarrollan, las emisiones por persona tenderán a subir hacia los niveles de los países ricos, lo que aumentará el promedio global. Es por esto que las emisiones globales por persona subieron un 16% entre 2000 y 2009, que fue un período de rápido crecimiento en las economías emergentes.
Así que olviden la retórica: no sólo la acumulación, sino también la circulación de CO2 en la atmósfera empeoran. Los escépticos convencidos de que lo mejor es no hacer nada deberían dejar de quejarse: han ganado.
¿Y el resto de nosotros? La posibilidad de que la humanidad logre reducir las emisiones necesarias para mantener las concentraciones de CO2 debajo de las 450 partes por millón y así mayormente los riesgos de un incremento de la temperatura global de más de 2°C son cercanas a cero. El recorte de 25%-40% en emisiones en los países ricos hasta 2020, necesario para poner al mundo en este rumbo, no ocurrirá.
Sin embargo, de ninguna manera esto significa que la inacción deba continuar. A menos que se haga realidad el escenario más apocalíptico, la humanidad es capaz de limitar las emisiones y comprar tiempo. En esta desoladora situación, ¿qué hay que hacer? Hay ocho posibilidades.
Primero, implementar impuestos al carbono. Gravar algo malo es siempre un buen punto de comienzo. En el contexto actual, las emisiones son así de malas. Los impuestos son la forma más simple de cambiar los incentivos. Como los ingresos se acumularían para cada gobierno, las ganancias podrían usarse para reducir otros impuestos, como aquellos que gravan el trabajo, por ejemplo. Podrían ignorarse las complejas cuestiones de distribución global. Lo mejor sería que fuera posible que los gobiernos se comprometan con una escala impositiva de larga data, para darle a los inversionistas un grado de previsibilidad del costo del carbono.
Segundo, la opción nuclear. Esto explica que Francia sea una economía tan baja en carbono. Es un modelo que otros deberían evaluar, no ignorar.
Tercero, imponer estándares de emisión realmente altos a autos, electrodomésticos y otra maquinaria. Como ha sucedido frecuentemente antes, en respuesta a la mezcla de precios y estándares regulatorios, florecerá la innovación. No sabemos qué negocios son posibles si no nos atrevemos a intentarlos.
Cuarto, crear un régimen global seguro de comercio de combustibles bajos en carbono. Esta es una forma de convencer a China de dejar el carbón.
Quinto, desarrollar formas de financiar la transferencia de la mejor tecnología disponible para la creación y, lo que es aún más importante, el ahorro de la energía en todo el planeta.
Sexto, permitir a los gobiernos invertir en investigación e innovación inicial mediante una mezcla de patrocinio a la investigación universitaria y el apoyo a las asociaciones público-privadas.
Séptimo, invertir en la adaptación a los efectos del cambio climático. Con seguridad, esto será un foco de la ayuda para el desarrollo en el futuro. Dicha adaptación bien podría incluir movimientos poblacionales a larga escala.
Finalmente, pensar en geo-ingeniería, en la manipulación a larga escala del planeta para revertir el cambio climático, por terrible que sea esta idea.
Nada de esto puede ser suficiente para eliminar los inapropiados riesgos de cambios climáticos, pero parece ser lo mejor que podemos hacer ahora, dadas las presiones económicas.
El intento de cambiar nuestras opciones de las que actualmente impulsan el constante aumento de emisiones ha fracasado. Por ahora, seguirá fracasando. Las razones de este fracaso están bien asentadas. Sólo la amenaza de un desastre más inminente probablemente cambie esto y, para entonces, podría ser demasiado tarde. Esa es la triste realidad. También eso podría ser un maldito fracaso.
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