Ayer concluyó una larga y tensa carrera electoral y Dilma Rousseff tiene justas razones para celebrar. Pero cuando los festejos terminen, la presidenta reelecta deberá asumir una compleja tarea. La mayor economía de Latinoamérica está en recesión, y la inflación amenaza salirse de control. Un creciente déficit fiscal pone en riesgo el grado de inversión del país, y la confianza empresarial, en mínimos de cinco años, hundió la inversión a su menor tasa entre las naciones BRICS, que incluyen además a Rusia, India, China y Sudáfrica.
Para poner a la economía de vuelta en la senda de crecimiento, la mandataria debería reducir el gasto, levantar los límites a los precios controlados y permitir que la moneda se deprecie, dijo a Bloomberg el director gerente de Spiro Sovereign Strategy, Nicholas Spiro.
Sin embargo, esas medidas -que los traders apuestan que incluirá elevar la tasa de interés más alta del Grupo de 20 naciones (G20)- podrían impulsar el desempleo y generar una reducción de los sueldos por primera vez en más de una década.
"Será un escenario post electoral desalentador para el brasileño promedio", afirmó Spiro. "Incluso en el mejor escenario, le tomará dos o tres años a Brasil rebotar", agregó. Brasil crecería 1% el próximo año, según la última encuesta del banco central. Esto es la mitad del ritmo que se vivió durante los primeros tres años de Rousseff en el cargo, y un 25% del ritmo de los dos períodos de su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva.
El PIB se contrajo 0,6% en el segundo trimestre, después de una caída revisada de 0,2% en los primeros tres meses del año, ayudando a erosionar los ingresos tributarios y a ampliar el déficit fiscal a 4% del PIB.
Empleo pierde impulso
Pese a que la tasa de desempleo de 4,9%, está cerca de un mínimo récord, hay señales de que el mercado laboral pierde impulso. La creación de empleos en los nueve meses a septiembre se desaceleró 30% desde el año anterior. Los aumentos anuales de sueldos fueron de 1,5% para el mes, ajustados por inflación, en comparación con 2,5% en agosto.
El desempleo podría subir y los sueldos reales, cuyo crecimiento ha superado a la productividad, podrían caer el próximo año por primera vez en una década, comentó el economista jefe para Latinoamérica de Goldman Sachs, Alberto Ramos.
"Fue, en parte, una falsa prosperidad porque el crecimiento de los empleos no era sostenible", explicó Ramos a Bloomberg.
INVERSIONISTAS ESCÉPTICOS SOBRE MINISTRO DE HACIENDA
Rousseff todavía no anuncia quién sucederá a Guido Mantega como ministro de Hacienda en su segundo período, pero es probable que el escogido no sea bien recibido por los inversionistas, quienes se muestran escépticos respecto de un cambio en la política que ha implementado hasta ahora la presidenta y que se ha basado en la intervención estatal. Mantega, quien lleva más de ocho años en el cargo convirtiéndose en el jefe de dicha cartera con más años de servicio, dejará el puesto a fines de diciembre. Su reemplazante enfrenta la difícil tarea de reimpulsar el crecimiento en el segundo mayor mercado emergente del mundo, contener las alzas de los precios y mejorar las deterioradas finanzas públicas.
Diversos funcionarios del Ejecutivo y fuentes del sector público cercanos al pensamiento de Rousseff comentaron a Reuters que la mandataria está considerando nombrar a un empresario con conexiones políticas. Según las fuentes, Nelson Barbosa, ex viceministro de Finanzas; Aloizio Mercadante, actual jefe de gabinete, y Josue Gomez, director ejecutivo del gigante de textiles Coteminas, están dentro de las opciones.
Ninguno de ellos genera mucho entusiasmo en el mercado, ya que los inversionistas no creen que sean capaces de adoptar un giro en la política económica. De hecho, Barbosa y Mercadante comparten la visión de Rousseff que el Estado debe guiar el crecimiento económico en vez del sector privado.
"Incluso si ella coloca a alguien que tenga una buena reputación, al final del día el éxito dependerá de cuánta autonomía le dé a esa persona", sostuvo Gustavo Rangel, economista jefe para la región de ING.