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Publicado: Jueves 14 de febrero de 2013 a las 05:00 hrs.
La perseverancia es una virtud. Pero si el objetivo final de la tarea arroja recurrentemente resultados contraproducentes, se transforma en terquedad, obstinación. El kirchnerismo comenzó a implementar tibiamente los primeros acuerdos de precios con empresas a inicios de 2005. Ese año la inflación se duplicó: pasó del 6% al 12%. Intervención al Indec mediante, a fines de 2007 ya bordeaba el 20%. En 2012 terminó en torno al 23% según mediciones privadas y provinciales. Es decir, su ritmo de aumento se multiplicó por cuatro en 8 años. Y desde esos primeros esbozos de la política de acuerdos de precios la inflación acumulada ya supera el 300%.
La inflación es un fenómeno macroeconómico y, por lo tanto, requiere como “antídoto” un enfoque sistémico. ¿Qué sentido tiene forzar a las empresas a congelar precios por 60 días si el gobierno continúa emitiendo dinero a un ritmo del 40% anual o expandiendo el gasto público al 30% anual? Esos pesos que están en la calle irán a forzar la demanda, en cuanto las restricciones sobre los precios se levanten.
La inconsistencia de la renovada iniciativa oficial pasa por la ausencia de una visión integral del problema y un excesivo enfoque sobre la demanda, descuidando la oferta agregada.