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El debate sobre la reforma tributaria en el país trajo de nuevo al primer plano a la clase media: ¿quiénes son?

Son familias muy diversas, pero tienen tres rasgos que los distinguen de los menos favorecidos y de los acaudalados: creen más firmemente en la meritocracia, valoran la educación y temen descender en la escala social.

Por: Alejandra Lizana Pérez
 | Publicado: Lunes 28 de abril de 2014 a las 05:00 hrs.
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En Chile es común escuchar como anuncios o inicios de demandas frases del tipo: “Esto ayudará a la clase media”, “con esta iniciativa se ve afectada la clase media”, “hechos de este tipo perjudican a la clase media”, y ni hablar de las promesas políticas o campañas publicitarias, que suelen interpelar a este segmento social.

Pero, ¿qué es realmente ser de clase media en Chile? ¿Quiénes componen este grupo que parece ser tan cotizado? Cuando uno pregunta a expertos de las más diversas disciplinas sobre el tema, escucha de inmediato las más variadas respuestas, desde las más conservadoras de quienes creen que sólo cabe en esa definición la “clase media-media”, hasta los que aseguran que en Chile no hay clase media. En el centro se ubican quienes se refieren a ese segmento como “el grueso” de los ciudadanos chilenos (entre un 60% y un 48% de los compatriotas pertenecería a ese grupo).

Para definir algo que tiene tantas acepciones al parecer, algunos se fijan en los ingresos, otros en la segmentación socioeconómica, desde la sociología hay una mirada que prioriza la ocupación de ese grupo y no son pocos los que hacen referencia a una caracterización cultural.

La visualización de este segmento se dificulta más todavía debido a que, tal como explica el gerente comercial de Adimark GFK, José Miguel Ventura, actualmente no existen datos sociodemográficos exactos pues los entregaba el censo, “que no sabemos para cuándo llegará”.

Sin embargo, apunta que “perceptualmente pensamos que hoy tenemos prácticamente igual número de ABC1 y E, por ende la clase que se ha visto más aumentada en los últimos años es la C3, sobre todo pensando en la superación de la pobreza de los E antiguos y la consolidación económica que ha empujado sobre todo a este segmento”.

Lo que dicen las cifras

Si se mide por ingresos, lo lógico es utilizar la división por quintil de la población, siendo de clase media los individuos que están justamente en los quintiles centrales, es decir, los que ganan entre $ 363.725 y 
$ 781.820, de acuerdo a cifras de la encuesta Casen de 2011 (la más actualizada).

Bajo el enfoque de caracterización socioeconómica, la clase media vendría a estar formada por los individuos de C2 y C3. O sea, familias que ganan entre 
$ 400.000 y $ 1.200.000 y viven en sectores muy diversos como Maipú, La Florida, Quilicura y Providencia.

Un enfoque más universal, porque permite comparar Chile con otros países, es el que propone la economista e investigadora del programa social de Libertad y Desarrollo, Paulina Henoch. Ella precisa que, de acuerdo a criterios definidos por el Banco Mundial, los ingresos anuales de una familia de clase media de cuatro integrantes oscila entre US$ 14.600 y US$ 73.000, lo que equivale aproximadamente a casi $ 500.000 y $ 2.500.000 mensuales. Con esta definición, dice, se estima que en Chile un 11,8% de las personas vive en situación de pobreza; el 41,1% como vulnerable; el 42,3% es clase media y 4,8% alta.

Tal distribución ubica al país como el tercero con mayor porcentaje de población de clase media en la región. “En los primeros lugares de América Latina se ubican Uruguay y Argentina, que son los países con mayor proporción de clase media, 56,3% y 46,5%, luego, Chile con 42,3%. El Salvador es el país que menos clase media, con un 16,3% de sus ciudadanos en esta situación”, señala Henoch.

El perfil del empleo 

La socióloga de la Pontificia Universidad Católica, Andrea Canales, precisa que si se realiza un corte para definir la clase media ella está formada por personas (padres e hijos) que trabajan principalmente en el sector servicios. “Se trata -explica- mayoritariamente de asalariados que se desempeñan en tareas administrativas, en instituciones financieras, en industrias, además de individuos que realizan tareas rutinarias no manuales y también de pequeños empresarios”.

Este variopinto de definiciones genera la característica esencial de la clase media chilena actual: la diversidad. A primera vista pareciera no haber nada unificador, a diferencia de lo que ocurría en los ‘60 y ‘70, cuando la mayor parte de este segmento eran personas que se desempeñaban en el sector público. Pero tal cualidad se perdió.

“El gran golpe a la clase media chilena -como se conocía hasta entonces- vino dado por la reducción del aparato estatal que se realizó en el gobierno de Augusto Pinochet”, resalta el historiador y académico de la Universidad de Los Andes, Augusto Salinas. A partir de entonces, agrega, se fue perfilando la diversidad en este segmento. “Con estos cambios la clase media comenzó a estar formada por ejemplo, por pequeños comerciantes”, dice el académico en referencia a ciertos individuos que al salir del aparato estatal se transformaron en micro y pequeños empresarios.

El miedo a caer

Más allá de los cambios que generaron modificaciones al sistema económico durante el gobierno militar, con la crisis de 1982 y las reformas que se implementaron en esa época, quedó de manifiesto una característica intrínseca de la clase media en todo el mundo: “su precariedad para mantenerse en esa posición”.

“Con los cambios en la década de los ‘80 se produjo que muchos de los empleados públicos que fueron alejados de las empresas en que trabajaban cayeron nuevamente a los segmentos más bajos, mientras que otros se mantuvieron en la clase media (gracias a que se emplearon en otros lugares o se convirtieron en comerciantes)”, dice Salinas.

El propio Banco Mundial señala en un informe respecto a movilidad económica que “el gran temor de la clase media es a bajar”.

En tal sentido, la socióloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Andrea Canales, destaca que la contracara de todos los logros que ha tenido la clase media chilena en los últimos años, la cercanía a los segmentos de mayores ingresos, la mejoría en términos de consumo, el acceso a mejor educación y a mejores niveles de escolaridad, es la vulnerabilidad. “Si el padre o la madre quedan sin trabajo, el auto, el colegio, la Isapre, etc. se acaban. Y, en ese sentido, es una clase media más vulnerable que la que existía hace más de una década”, indica.

El propio segmento está consciente de su situación. El gerente comercial de GFK Adimark resalta que cuando se le pregunta a las clases medias-bajas sobre sus temores, “el mayor miedo del C3 es hoy volver a ser pobre, versus -por ejemplo- la clase D que declara que su mayor miedo es no poder darles a sus hijos una vida mejor que la que ellos tuvieron. Por ende, ante períodos de estabilidad y bonanza, son los primeros en cambiar la estructura de consumo. Y cuando se cambia, es muy difícil poner pie atrás en ello”.

Precisamente, el temor a caer y la necesidad de diferenciarse son dos de las escasas características comunes que tiene este amplio segmento social-económico. Debido a esto, Andrea Canales indica que el Estado debiera tender a proteger esta clase media en sus políticas. Dada su vulnerabilidad, es fácil que algunas personas abandonen este grupo para convertirse en integrantes de los sectores de menores ingresos.

Ya se han visto medidas en ese ámbito: la creación del seguro de cesantía obligatorio, que de cierta forma ataca esa precariedad en que se encuentra este segmento social; y la creación del crédito con aval del Estado para la educación, que se ve como una forma de colaborar en la formación de los hijos de este sector.

“Es un grupo que no tiene identidad colectiva y, por tanto, no actúa como estrato social”, precisa Canales. Y ello impide, por ejemplo, que constituyan un conglomerado particular, por lo que a cambio se ven pequeños subgrupos de este sector actuando como “indignados” ante algunos casos, como la colusión de las farmacias o La Polar. Sin embargo, no se trata de movimientos de “una clase social” señalan los sociólogos.

La socióloga de la Universidad Católica advierte que eso pudiese estar cambiando en las nuevas generaciones. “Un ejemplo de las excepciones a la visión individualista de la clase media chilena es el movimiento estudiantil, que es más un tipo de organización colectiva. Aunque no podemos asegurar que todos los estudiantes que lo forman correspondan a la clase media”, señala.

El rol de la meritocracia

No obstante esos casos, tanto los expertos como la literatura, resaltan como rasgo distintivo de este segmento el hecho de que la filosofía de este grupo pareciera ser: “rascarse con sus propias uñas” y eso muy vinculado a un valor crucial en este segmento: la meritocracia.

Debido a lo anterior la educación es clave en este segmento, según explica Patricio Carrasco, investigador de Política Educativa de Educación 2020. “En promedio los integrantes de la clase media tienen 8,5 años de educación completa, frente a los 7,1 que tiene la clase baja y los 11,1 que tiene la clase alta”, grafica el especialista. A su modo de ver, tales cifras son una muestra más de la vulnerabilidad del segmento, ya que lo posiciona más cerca de la clase inferior que de la superior.

Así, recalca que diferentes estudios, tanto de la OCDE como de sociólogos nacionales, dan cuenta que la clave de la movilidad social en este segmento (y también en los inferiores) es la educación. “Debido a ello, ese grupo social le da un rol valórico al esfuerzo para obtener mejor educación”, precisa.


Consumo versus ahorro

Si hay algo que caracteriza a la actual clase media chilena, o más bien a la diversidad de personas y grupos que la componen, es el consumo. La socióloga de la consultora Lado Humano, Javiera Karmy, explica que “a través del acceso a productos “grandes” estas personas buscan generar un entorno atractivo para la vida puertas adentro. Especialmente cuando se tiene hijos”.

En los últimos años, agrega, se ha detectado un importante crecimiento de bienes relacionados al equipamiento de los hogares y conectividad. “Y, por ello, vemos que las acciones del retail y la banca están en la base de dicho crecimiento, principalmente a causa de las facilidades de endeudamiento”, señala.

Sobre las formas de financiar este consumo, mayoritariamente la clase media gasta a través de tarjetas de casas comerciales. De acuerdo a cifras de la Casen, un 36% de las familias asegura mantener estos instrumentos de pagos, mientras que un 29% señala preferir las tarjetas de débito y un 13% las de crédito.

Desde el punto de vista financiero, la clase media chilena tiene ciertas particularidades. Por ejemplo, porcentualmente a sus ingresos ahorra más que la clase baja. Según la Casen este segmento destina un 50% de sus ingresos a ahorro sin fines específicos, mientras que un 26% tiene como destino guardar recursos para vivienda.

Los préstamos y créditos son también un factor relevante en este sector y dentro de ellos los que vienen de parientes o amigos son claves, ya que en promedio el pago de éstos representa el 28% de los desembolsos mensuales del presupuesto, mientras que los préstamos bancarios y de cajas de compensación equivalen a un 25% y 22%, respectivamente.

En relación al endeudamiento de este grupo, el gerente comercial de GFK Adimark, José Miguel Ventura precisa que éste tiene un doble rol, porque es visto como una oportunidad de conseguir ciertas cosas que se piensan necesarias y también es visto como una obligación que no todos quieren tener.

Al respecto, Javiera Karmy resalta que “ha habido un aprendizaje significativo en el consumo y endeudamiento, de manera progresiva y no exento de vicisitudes. Por ejemplo tras la crisis económica del año 2008 se instaló la cautela y planificación en el consumo y endeudamiento. Entonces se comenzó a poner mayor atención en el “valor” y el “número” de cuotas”.


Emblemática vivienda

Los últimos días el concepto de clase media saltó a la palestra pública luego que en medio de la discusión del proyecto de reforma tributaria presentado por el gobierno de Michelle Bachelet, surgieran diversas opiniones indicando que esta propuesta perjudicaría a la clase media.

Por ejemplo, Libertad y Desarrollo presentó un estudio según el cual la iniciativa significará un desembolso adicional de $ 995.000 para la clase media, lo que en algunos casos es más de lo que percibe mensualmente ese segmento.

Esto, debido a los cambios propuestos en relación al aumento en Impuesto de Primera Categoría, al cambio de base, a la eliminación del Fondo de Utilidades Tributables (FUT); a la implementación de impuestos que encarecen los bienes; al incremento del valor de las viviendas debido a la aplicación del IVA a las compras de inmuebles, a las limitaciones al crédito especial de IVA a la vivienda y el aumento de 100% en el impuesto de timbres y estampillas; entre otros.

Puntualmente en el caso de los cambios en los precios de las viviendas, la propia Cámara Chilena de la Construcción (CchC) advirtió que serían las familias con ingresos medios las que se verían más perjudicadas. Esto podría constituir un golpe relevante para ese sector social, ya que tal como explica la socióloga de la consultora Lado Humano, Javiera Karmy, “para este grupo la casa propia representa un ícono de la tranquilidad y la seguridad”.

En su análisis, la CchC argumentaba el gran impacto vendría dado por un efecto combinado de la restricción al crédito especial de IVA a las viviendas (máximo de 100 UF para viviendas de hasta 2.000 UF, lo que en la actualidad tiene un tope de 225 UF y beneficia a viviendas de hasta 4.500 UF) y el pago de IVA por la venta de inmuebles nuevos. “La aplicación de ambas medidas -a lo que se agregan los mayores costos de los créditos hipotecarios por el aumento del impuesto de timbres y estampillas- traería como consecuencia un incremento del precio final de la vivienda y haría más difícil el acceso a financiamiento”, indicó la entidad.

Un antecedente no menor si se considera, de acuerdo a cifras de GFK Adimark, que la clase media chilena se concentra en la comuna de Santiago y comunas periféricas como Maipú, el Bosque y San Ramón; y en menor medida en el nororiente de la Región Metropolitana Huechuraba y Colina. Al contrarrestar esta información con los datos de mercado en esos lugares, se ve claramente que las viviendas se negocian en valores que van desde las UF 1.000 a las UF 3.000.

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