Por Wang Xiangwei
¿Es un desastre natural o una desgracia ocasionada por el hombre? Un fuerte temporal que comenzó el sábado y duró hasta las primeras horas del domingo convirtió a Beijing en una piscina gigante, dejando 37 muertos y causando un caos generalizado.
Las autoridades aseguraron que la lluvia es la más fuerte que ha azotado a la ciudad de casi 20 millones de personas en seis décadas, indicando que es un desastre natural. Pero para muchos residentes, también es una desgracia ocasionada por el hombre que pudo ser evitada, pero que continuará plagando la metrópolis, a menos que la ciudad mejore su inadecuada infraestructura y sistema de evacuación de aguas servidas, e implemente un sistema de manejo de emergencias eficiente.
El pronóstico del tiempo es impredecible, pero los meteorólogos chinos acertaron cuando emitieron una alerta el viernes de que caería una fuerte lluvia en el norte de China, incluyendo Beijing, en los próximos días.
Autoridades de Beijing se jactaron ante los medios de que estaban preparados y prometieron que colocarían a trabajadores en cada paso nivel, y que bombearían agua para asegurar que las calles no se inundaran. Lamentablemente, los cientos de pasos nivel que hay en la ciudad se inundaron, dejando a autos y buses atrapados.
Los medios estatales han entregado amplia cobertura a cómo las autoridades de la ciudad movilizaron a más de 100 mil personas, incluyendo soldados y policía, para realizar los rescates. Pero el gran daño ya estaba hecho, con pérdidas de vidas, y más de 80 mil personas varadas en el aeropuerto de Beijing.
A nivel nacional, Beijing no está sola. La mayoría de las ciudades de China continental enfrentan un desafío nacional. Los visitantes extranjeros pueden maravillarse ante las relucientes torres y elaborados pasos nivel en Beijing, Wuhan y Shangai, que rivalizan con Londres o París. Al verlo más profundamente, esas ciudades no están nada de cerca en términos de planificación de la ciudad, sobre todo en el sistema de recolección de aguas subterráneo.