La compró en 1998 a hurtadillas, a espaldas del gobierno francés y del fisco. Entonces, Liliane Bettencourt, Madame L’Oréal, pagó
US$ 18 millones por la isla paradisíaca de Arros, en las Seychelles. Ahora, la principal accionista de la compañía ha vendido la propiedad, un terreno de dos kilómetros de extensión que se convertirá en reserva natural, por casi
US$ 55 millones.
El islote pasará de las manos de la millonaria a las de una empresa ligada a la organización “Save our Seas”.
El ministro de Medio Ambiente de Seychelles, Rolph Payet, se alegró del cambio de propietario porque, según dijo, “los nuevos dueños están interesados en la conservación y tienen buenos antecedentes”.
No puede decir lo mismo la francesa. La isla es objeto de una investigación por fraude fiscal, según explicó el gobierno de las Seychelles tras anunciar la transacción. En 2001, la justicia ya condenó a la mujer más rica de Francia a pagar más de cien millones de euros por evasión de impuestos.
Además de varias cuentas ocultas en Suiza, la millonaria heredera había omitido la propiedad de la isla. El gobierno del archipiélago al que pertenece Arros también la ha penalizado con una multa de
US$ 6 millones para compensar el dinero que no desembolsó en impuestos en 1998, cuando la adquirió y la ocultó a la Hacienda gala.
Isla sin declarar
Vendida la isla, no se acabaron los problemas para Bettencourt.
Hace unos meses, la francesa fue inhabilitada por los jueces por su débil estado de salud y aún se la investiga por evasión fiscal.
Su fortuna la gestionan ahora su hija y sus nietos. Además, se sospecha que pudo financiar de manera ilegal la campaña electoral que llevó a Nicolas Sarkozy al Elíseo en 2007.
Un año antes, Bettencourt colocó la isla bajo el paraguas de una fundación, creada ad hoc, “por el equilibrio ecológico, estético y humano”. La sociedad tenía su base en Liechtenstein y contaba con un capital de veinte millones de euros.
Los estatutos de esta sociedad preveían donaciones a algunos beneficiarios, entre ellos
François Marie Banier, pintor amigo de la anciana e investigado por tratar de enriquecerse a su costa aprovechando su debilidad.
Ahora, la polémica isla de Arros se convertirá en un espacio natural, gestionado por la citada fundación, que se encarga de proteger a los delfines. La organización denuncia que, hasta ahora, el territorio no se beneficiaba de ninguna medida de protección.
“Todo el mundo podía ir allí y hacer lo que quería”, critican. La ex propietaria sí está autorizada a alojarse en ella siempre que lo desee hasta su muerte.