Pedro Félix Vicuña, el padre de los liberales

Por Alejandro San Francisco
Profesor del Instituto de Historia y la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile.

Por: | Publicado: Viernes 15 de abril de 2011 a las 05:00 hrs.
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En la primera mitad del siglo XIX Chile vivió una explosión de ideas que procuraban sentar las bases de un país independiente y con régimen político republicano. La religión, el orden constitucional, la organización del ejército y ciertamente la economía ocuparon el interés intelectual y gubernativo del sector dirigente nacional.

En ese contexto se inscribe la figura de Pedro Félix Vicuña (1805-1874), cuya turbulenta historia le permitió moverse por distintos lugares y posiciones. De convicciones liberales, le correspondió ser derrotado en la crisis de los años 1829 y 1830, cuando se impusieron las fuerzas conservadoras del General Joaquín Prieto, iniciando una época de ostracismo personal y dificultades de distinto género.

Esa situación desmejorada se produjo en parte por lo que el mismo Vicuña resume en sus Memorias íntimas: “yo tenía la necesidad de emociones para vivir; la actividad de mi alma rebosaba fuera de mí y estos son los impulsos que me arrastraban a la política. Quizá había en mi corazón un más poderoso estímulo y es la idea de la justicia, mi sensibilidad por todo lo que es bello y noble y mi amor por la libertad”.

En la década de 1840 participó de la redacción de La Reforma, interesante periódico crítico a la acción del gobierno, y años contribuyó también de las páginas de El Mercurio de Valparaíso. En 1858 publicó una de sus obras más importantes, El Porvenir del hombre, donde expone sus convicciones económicas y sociales, denunciando la injusta repartición de la propiedad como la causa del malestar presente en la sociedad.

En su obra criticaba la tiranía del capital y proponía la creación de un banco nacional y el establecimiento de un crédito público, entre otras cosas. Vicuña era un proteccionista económico, que también era partidario de una reforma agraria acotada. La obra, según Dany Jaimovich, merece ser leída en primer lugar por la pasión con que está escrita, además de por las avanzadas ideas que contiene.

En la etapa final de su vida, correspondió a Vicuña luchar en la llamada revolución de 1851, al mando del General José María de la Cruz. La derrota de ese movimiento llevó a Pedro Félix Vicuña a abandonar la actividad política, para consagrarse a una vida más cómoda en el campo. Como eso estaba fuera de su naturaleza, decidió volver a la lucha en la década de 1860, alcanzando a ser elegido diputado en un par de ocasiones y senador en 1871.

A pesar de los sufrimientos y persecuciones en su vida, Pedro Félix Vicuña estaba convencido de su adhesión al partido que tenía su bandera “en las ideas y progresos de la humanidad”. Por eso, lejos de arrepentirse de haber abrazado esa causa con tanta fe, “yo no he tenido motivos sin para congratularme”. Las dificultades habían valido la pena.

Vicuña falleció en 1874, poco antes que su hijo Benjamín Vicuña Mackenna decidiera postular a la Presidencia de la República.

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