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Los Estados crean dinero útil, pero abusan de ello

La teoría monetaria moderna es analíticamente correcta, dentro de lo que puede.

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 29 de mayo de 2019 a las 04:00 hrs.
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El Estado es la innovación más importante de nuestra institucionalidad. Es el garante máximo de seguridad. Pero su poder también lo hace aterrador. Por esta razón, a veces las personas fingen que es más débil de lo que es. En un área de la economía, esto es particularmente cierto: el dinero. El dinero es una criatura del Estado. La teoría monetaria moderna, un recuento polémico de esta verdad, es analíticamente correcta, dentro de lo que puede. Pero en lo que no puede, es crucial: el dinero es una herramienta poderosa, pero puede ser objeto de abuso.

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L. Randall Wray de la Universidad de Kansas-Missouri, propuso estas ideas en Modern monetary Theory. Ellas tienen los siguientes elementos fundamentales.

Primero, los impuestos impulsan el dinero. Esta doctrina es llamada chartalismo. Los gobiernos pueden forzar a sus ciudadanos a usar el dinero que emiten, porque es como las personas pagan sus impuestos. El dinero del Estado se convertirá en el dinero usado en las transacciones domésticas. Los bancos dependen del banco central como entidad crediticia de última instancia. Los pagares de los bancos –la forma de dinero predominante en la economía de hoy- son sustitutos imperfectos de ese dinero soberano. Son imperfectos, porque los bancos se pueden hacer ilíquidos o insolventes e incluso pueden caer en default. Es por eso que las crisis bancarias son comunes.

Segundo, contrario a las creencias convencionales, no existe una relación mecánica entre la tencencia de pasivos del banco central por parte de los bancos (esto es, reservas) y la creación de dinero bancario. Desde la crisis financiera, los balances del banco central y las reservas bancarias han crecido mucho, pero los agregados monetarios más amplios, no lo han hecho. La explicación es que el conductor dominante del suministro de dinero es la rentabilidad de los préstamos (ajustada por riesgo), la que es alta en los auges y baja en las contracciones. La debilidad del crédito también explica por qué la inflación ha permanecido baja.

Tercero, los gobiernos no deben nunca incumplir el pago de créditos en sus propias monedas. El gobierno no necesita elevar los impuestos o endeudarse para pagarlos; es posible para ellos crear el dinero que necesitan. Esto hace que sea simple para los gobiernos tener déficits, para asegurar pleno empleo.

Cuarto, sólo la inflación fija los límites en la capacidad de gasto de un gobierno. Pero, si surge la inflación, el gobierno tiene que contener la demanda, subiendo los impuestos. Finalmente, los gobiernos no necesitan emitir bonos para autofinanciarse. La razón para endeudarse es manejar la demanda, modificando las tazas de interés o la oferta de reservas a los bancos.

Teoría monetaria moderna

Hasta cierto punto, este análisis es correcto. También tiene implicancias en las políticas públicas. Un gobierno soberano siempre puede gastar para sustentar la demanda. Nuevamente, la expansión del balance del banco central no hace probable una alta inflación, mucho menos inevitable. Los que creen en la teoría monetaria moderna (TMM) argumentan que el poder de crear dinero debería ser usado para garantizar una oferta universal de trabajos o para financiar programas como el Green New Deal propuesto por los demócratas en Estados Unidos. Pero esas ideas no provienen de sus análisis. Son sólo sugerencias de dónde deberían gastar los Estados.

¿Cuáles son entonces los problemas con la TMM? Son dos: económicos y políticos. Una dificultad económica importante, clara desde la dolorosa experiencia occidental de los ‘70, es que es difícil saber cuando el “pleno empleo” miente. Un exceso de demanda puede existir en algunos sectores o regiones, y una demanda deficiente en otros lugares. El pleno empleo es un rango altamente incierto, no un simple punto.

Un error económico aun más importante es ignorar las expectativas que dirigen el comportamiento de las personas. Supongamos que quienes tienen dinero temen que el gobierno esté dispuesto a gastar en sus temas alta prioridad, con independencia del sobrecalentamiento al que puede llegar la economía. Supongamos que quienes tienen dinero temen que el banco central también esté completamente sujeto a los caprichos del gobierno. Es probable que abandonen el dinero en favor de algún otro activo, lo que produce un colapso monetario, precios elevados de los activos y un auge en la demanda por bienes durables. Esto podría no conducir a una hiperinflación absoluta. Pero puede llevar a un estallido de alta inflación, que se consolide. El foco de quienes proponen la TMM en los balances y que su indiferencia a las expectativas que impulsan el comportamiento son grandes errores.

Error político

Estos errores son los económicos, pero hay un error político relacionado y mucho peor, como argumenta Sebastián Edwards de UCLA. Si los políticos creen que no deben preocuparse por una posibilidad de default, sólo por la inflación, su tendencia puede ser asumir que el Producto Interno Bruto puede ser mucho más alto, y el desempleo mucho más bajo, de lo que es posible sin generar un aumento de la inflación. Eso ocurrió en los ‘70 en muchos países occidentales. Con más frecuencia le ha ocurrido a los países en desarrollo, especialmente en América Latina. Pero las consecuencias económicas y sociales de grandes saltos en la inflación puede ser muy perjudiciales.

Sin embargo, lo mismo es cierto también para el alto desempleo. Entonces, al administrar una economía monetaria moderna, uno tiene que evitar dos errores graves. Uno de ellos es confiar demasiado en la demanda del sector privado, ya que eso puede fácilmente terminar en auges y crisis financieras altamente destructivas. El error contrario es confiar demasiado en la demanda impulsada por el gobierno, ya que eso puede generar auges y crisis inflacionarias destructivas.

La solución, casi todo el tiempo, es delegar la discreción necesaria a bancos centrales independientes y reguladores financieros. Sin embargo, los partidarios de la TMM tienen razón en que durante un período de demanda privada estructuralmente débil (como en Japón desde 1990) o una crisis profunda, un gobierno soberano debe y puede actuar, por sí solo o en cooperación con el banco central, para compensar la debilidad privada. No hay razón entonces para temer las restricciones. Debería ir por ello.

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