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Un impago de deuda podría ser la mejor esperanza de los venezolanos

En tanto, el presidente Nicolás Maduro se encuentra enfrascado en una lucha de poder con la legislatura encabezada por la oposición.

Por: | Publicado: Lunes 8 de febrero de 2016 a las 04:00 hrs.
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Azerbaiyán ha pedido ayuda al Fondo Monetario Internacional. Nigeria está recurriendo al Banco Mundial. Rusia y Arabia Saudita están recortando el gasto público y considerando vender los activos del Estado. En Venezuela, donde la caída de los precios del petróleo ha sido aún más devastadora para la economía, las autoridades parecen estar paralizadas. Ahora que el presidente Nicolás Maduro se encuentra enfrascado en una lucha de poder con la legislatura encabezada por la oposición, la mejor esperanza para los venezolanos podría ser que los acreedores externos del país intervengan y obliguen a una resolución. Lo antes posible.

Es difícil concretar los números en un país con tres tipos de cambio oficiales y precios controlados que guardan poca relación con las realidades del mercado negro. Pero la inflación es de tres dígitos, incluso según los indicadores oficiales; el FMI estima que la producción se redujo en un 10% el año pasado; y está claro que el pueblo está sufriendo graves dificultades.

Las exportaciones de petróleo son la única fuente de divisas que Venezuela necesita para comprar casi todas las cosas básicas de uso diario. Las importaciones se han desplomado desde alrededor de

US$ 50 mil millones en 2007 -cuando el crudo Brent promedió US$ 72 por barril- hasta US$ 30 mil millones el año pasado, una importante contracción del 40% que ha provocado escasez de medicamentos, pañales y alimentos básicos como la leche y el arroz.

Las colas, el acaparamiento y la especulación se han convertido en parte de la vida cotidiana. Como el precio del crudo venezolano es apenas superior al costo de producción, las importaciones continuarán disminuyendo este año. No tomaría mucho para que las dificultades diarias se conviertan en una crisis humanitaria y en una ola de refugiados.

Sin embargo, no hay ninguna señal de acciones efectivas para evitar el desastre. Maduro ha mantenido los restrictivos controles de precios y los subsidios a los combustibles que sirven simplemente para enriquecer a personas cercanas al régimen. Ha intentado asegurar su control sobre el banco central, dañando su ya desgastada credibilidad. Y le ha pedido a la Asamblea Nacional poderes para administrar la economía mediante Decreto de Emergencia, una petición que fue aprobada, posiblemente inconstitucionalmente, por un Tribunal Supremo repleto de empleados del régimen y luego bloqueada por la legislatura.

El resultado ha sido el estancamiento político. Actualmente no hay héroes en la política venezolana, sólo villanos en mayor o menor escala. Nadie ni tiene el control ni legisla y nadie está actuando de forma constructiva, en un momento en que la acción enérgica es vital para evitar una crisis económica que afectaría a la gran mayoría de los venezolanos.

Sin embargo, a pesar del fracaso total de sus políticas, Maduro ha priorizado el cumplimiento de los pagos de la deuda soberana, aún a costa de restringir aún más las importaciones. Esto se debe a que un impago amenazaría la existencia del régimen: les permitiría a los acreedores incautar los cargamentos de petróleo y los activos en el exterior, asfixiando los ingresos de los que depende el sistema de clientelismo político.

El gobierno ha logrado reunir lo suficiente para pagar la deuda, con la ayuda de préstamos chinos y exigencias como canjes de oro y emisiones de alto rendimiento. Podría tambalearse durante unos cuantos meses más. Sin embargo, el pago de aproximadamente

US$ 10.500 millones vence este año y la paciencia de China se está agotando. A menos que repunten los precios del petróleo, incluso reducir las importaciones aún más no será suficiente para cubrir el déficit de financiamiento. Al existir un riesgo creciente de malestar social, la mayoría de los analistas cree que es inevitable que ocurra un impago.

Esto provocaría una fuerte presión si las incautaciones de activos le impiden a Venezuela el acceso a su única fuente segura de ingresos, lo cual empeoraría la escasez existente. Cualquier reestructuración sería difícil, dada la hostilidad de Venezuela hacia el FMI. Sin embargo, un impago al menos forzaría a los políticos delincuentes del país a enfrentar sus problemas, sin importar cuán complicada y demorada sea la solución. En la actual condición de estancamiento, quizás esto sería el mejor resultado.

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