Claudio Alvarado, director ejecutivo del IES: “Boric parece navegar entre la perplejidad, las palabras de buena crianza y la negación de lo ocurrido”
El director ejecutivo del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) y director de la revista “Punto y coma” asegura que en el plebiscito, “las izquierdas chilenas, comandadas por la nueva izquierda de la generación del Presidente, acaban de sufrir la mayor derrota democrática de su historia”.
Por: Rocio Montes
Publicado: Viernes 30 de septiembre de 2022 a las 04:00 hrs.
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El Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), un centro independiente de centroderecha, esta semana ha publicado el número siete de su revista “Punto y coma” y esta edición semestral está dedicada a analizar, a través de diferentes autores, a la nueva izquierda chilena. Es una radiografía de la generación del Presidente Gabriel Boric que ilumina diferentes ámbitos, desde sus lazos con la izquierda clásica, sus inspiraciones teóricas y su relación con movimientos con el feminismo. Es el lugar desde donde Claudio Alvarado, director ejecutivo del IES y director de la revista, concede en esta entrevista donde disecciona en profundidad a la actual clase gobernante, su llegada al poder, los problemas de estos seis meses, sus desafíos y sus posibles vías de salida. Fue lo que, en parte, el miércoles se conversó en el lanzamiento de “Punto y coma”, donde participó, entre otros, uno de los fundadores del Frente Amplio, Noam Titelman.
“Hasta ahora el Gobierno no logra ofrecer una autocrítica a la altura de las circunstancias. Y sin esa autocrítica, sin decir las cosas por su nombre, no podrá rectificar”.
“Es paradójico y triste, pero el primer gobierno del Frente Amplio nos va a legar un aparato estatal muy deteriorado”.
– ¿Hay efectivamente una nueva izquierda en Chile?¿No se trata acaso de una generación de la misma izquierda tradicional, sobre todo socialista, que ha emergido por fuera de los partidos?
– Sí, todo indica que el grupo que llegó a La Moneda sí encarna una nueva izquierda. En términos biográficos, su trayectoria está marcada por la dirigencia estudiantil y los movimientos sociales, incluso en el caso de la ministra Camila Vallejo y otros dirigentes con largo historial de militancia. Y, en términos ideológicos, se construyeron renegando de la Concertación y los “30 años”, pero tampoco se trata simplemente del estatismo sesentero. Es otra cosa.
– Entonces, ¿no es Boric, finalmente, un socialista, como dicen algunos de los mismos socialistas?
– El propio Presidente Boric se ha reconocido heredero de la tradición socialista. Si recordamos el debate que rodeó a la convención, sin embargo, se advierten algunas diferencias entre el PS y el mundo del primer mandatario. Cultivan distintas prácticas políticas, sostienen una mirada diferente de la historia reciente y no estoy seguro de que compartan exactamente los mismos ideales. Cristóbal Bellolio hace pocos días decía que Gabriel Boric es un socialista libertario. En una línea similar, yo diría que el Presidente Boric y la nueva izquierda promueven un estatismo individualista.
– ¿Y qué caracteriza a la nueva generación de izquierda que hoy gobierna?
– Lo primero que debe reconocerse es su eficacia electoral, porque apenas una década atrás protestaban en las calles y hoy están en La Moneda. Pero también debe decirse que ese éxito electoral no fue de la mano de una maduración política igual de acelerada.
– ¿A qué se refiere?
– En palabras simples, han sido buenos ganando elecciones y desmontando lo construido en las últimas décadas, pero han tenido severas dificultades para encarnar una actividad política responsable, adulta. No es fortuito que ahora les cueste tanto gobernar.
– ¿Por qué, a su su juicio, les cuesta gobernar?
– Porque era tanto su afán por refundar y transformar que nunca se tomaron muy en serio la disciplina y el rigor que exige administrar el Estado. Hasta hoy muestran cierto desprecio por lo que llaman la “mera administración”. Quizá por ese mismo motivo como oposición exhibieron una dureza e, incluso, una falta de compromiso democrático que ha envejecido muy mal. Muchos avalaron la violencia para el estallido. Hasta quisieron acusar constitucionalmente a un ministro que incurrió en el “grave pecado” de promover la asistencia a clases. Hoy, que tienen el deber de gobernar, quizá, logren entender cuán dañina fue esa actitud.
– ¿A qué cree que se deben los problemas que ha enfrentado “antes de lo imaginado”, como planteaba en un texto que abre la revista? “La entrada de la nueva izquierda al palacio de Gobierno ha sido bastante más polémica e ingrata de lo previsto”, dice usted…
– Aunque influyen varios factores coyunturales, como la falta de experiencia o la soberbia con la que enfrentaron la cuestión constitucional, me parece que lo principal aquí son dos cuestiones de fondo. Lo primero es que la nueva izquierda olvidó o ignora las lecciones de la renovación socialista, a saber, que los proyectos políticos ambiciosos o transformadores requieren mayorías políticas y sociales a la altura de esa ambición. Y lo segundo es que este mundo político tiene una confianza excesiva en el aparato estatal, pero carece de un proyecto que les permita conducir el Estado. Ya sea en orden público, economía o relaciones exteriores, al final la disyuntiva se ha reducido a cometer errores elementales o recurrir a los viejos tercios concertacionistas. Es paradójico y triste, pero el primer gobierno del Frente Amplio nos va a legar un aparato estatal muy deteriorado.
– También usted se pregunta cómo habrían actuado los actuales gobernantes frente a la actual administración si fueran oposición. ¿Qué piensa sobre eso?
– Considerando su actitud bajo el gobierno anterior, probablemente habrían llovido las acusaciones constitucionales. Porque desde la fallida visita a Temucuicui hasta los reiterados incordios en materia de política exterior, lo cierto es que la actual administración sufre problemas básicos casi a diario. Este punto permite subrayar algo que se ha dicho poco: más allá de la legítima crítica política, el centro y la derecha en general han adoptado una actitud bastante deferente con el Presidente Boric y su gobierno. El expresidente Piñera ya se habría querido una oposición así.
– En la revista “Punto y coma” se analiza la influencia teórica de esta nueva izquierda de Boric. Álvaro Vergara se enfoca en Mariana Mazzucato, mientras Josefina Araos y Rodrigo Pérez de Arce apuntan a los enlaces con Podemos. ¿Cuál es el proyecto que hay detrás?¿Cuál es el horizonte y qué los distingue de la centroizquierda que lideró la transición?
– En la nueva izquierda confluyen una visión agonal o excesivamente conflictiva de la política, un desprecio o al menos una visión excesivamente crítica del pasado reciente, la lógica del Estado emprendedor y una política identitaria asociada a un fuerte progresismo cultural, que en algunas versiones es bastante intolerante e invasivo. Estos énfasis inundaron la convención y también el programa de gobierno de Gabriel Boric. Y dichos énfasis, por supuesto, los distancian de la generación que lideró la transición. Ella valoraba mayoritariamente la trayectoria republicana del país, el consenso político y las instituciones propias de la democracia representativa. Abrazó la economía social de mercado. No tenía problemas con el uso legítimo de la fuerza. Y así, suma y sigue.
– ¿Y qué tanto este proyecto que describe ha quedado suspendido tras la derrota del plebiscito y los problemas de los seis primeros meses? La economía y la política están dirigidas por el socialismo, con Marcel, Tohá y Uriarte…
– Lo lógico y lo esperable sería decir que quedó suspendido, pero la verdad es que no lo sabemos, se trata de una noticia en desarrollo. Porque hasta ahora el Gobierno no logra ofrecer una autocrítica a la altura de las circunstancias. Y sin esa autocrítica, sin decir las cosas por su nombre, no podrá rectificar. Por algo siguen ahí las dudas con el llamado TPP11, los espectáculos del embajador de España y las polémicas sobre el subsecretario Ahumada. Al parecer, es más fácil escudarse en la cantinela de los ritmos y las velocidades que aceptar lo obvio: las izquierdas chilenas, comandadas por la nueva izquierda de la generación del Presidente, acaban de sufrir la mayor derrota democrática de su historia.
– ¿Cómo describiría el actual momento del gobierno de Boric tras el plebiscito? Max Colodro decía hace algunos días que “el Presidente no está todavía en condiciones políticas y emocionales, humanas, para asumir en plenitud la magnitud de esa derrota”.
–Efectivamente, no tenemos ningún indicio de que el Presidente haya asumido la derrota a cabalidad. Por desgracia, Boric parece navegar entre la perplejidad, las palabras de buena crianza y la negación de lo ocurrido; de ahí sus declaraciones y decisiones equívocas. Mientras siga así, el Gobierno carecerá de una hoja de ruta, por más talentosas que sean las nuevas ministras. Las definiciones y el norte claro tienen que venir desde la presidencia.
– Hablemos de los puntos a favor. ¿Cuáles son los grandes fuertes de esta generación de izquierda que pueden ayudarla a conducir una salida a la crisis?
– Recordar cómo llegaron al poder. Gabriel Boric le ganó a Daniel Jadue y no al revés. El actual Presidente se sobrepuso a la derrota de la primera vuelta adquiriendo un tono de Estado y alterando sus énfasis y prioridades. Algo de eso retomó en la cuenta pública de junio. Si el Presidente Boric adopta la decisión de que ese ánimo, esa voluntad de encarnar un proyecto de alcance nacional, impregne a todo el Gobierno, las cosas podrían comenzar a cambiar. Pero, ¿existirá algún día esa voluntad? Espero equivocarme, pero me temo que fue sólo un recurso electoral.
– Noam Titelman ha sido una de las voces de la nueva izquierda que ha hecho un análisis profundo sobre las razones de la incrucijada y las vías de salida. ¿Qué destaca de su diagnóstico sobre las reformulaciones que esta nueva izquierda debe hacer en los tres años y medio de gobierno y de cara al futuro?
– Tanto él como Alfredo Joignant y Rafael Gumucio, por mencionar otros ejemplos, son voces que desde las izquierdas han partido por un dato elemental: tomarse en serio la percepción ciudadana y el voto de las grandes mayorías. Es decir, todo lo contrario al estado de negación y al triste roteo que inundó las redes sociales. Ellos aceptan la contundencia de la derrota y reconocen errores importantes de la convención. Parece algo básico, pero es el primer paso para retomar el diálogo político y así intentar articular los acuerdos transversales que demanda el país.
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