La investigación biomédica está destinada a obtener conocimientos y proponer soluciones a problemas de salud de la población. Incluye la investigación en ciencias biológicas, orientada a la fisiología humana; en medicina clínica, para prevenir, diagnosticar, tratar y evaluar la severidad o la prevalencia de una enfermedad; en salud pública, enfocada a problemas poblacionales; en administración sanitaria para mejorar la atención médica; y en ciencias sociales, para conocer los comportamientos que puedan influir sobre la salud.
Aunque comúnmente se piense que el objetivo principal de la investigación científica es incrementar conocimientos para entender y mejorar nuestra existencia, ella también produce y mantiene docentes que enseñan los fundamentos de las ciencias en un marco de rigurosidad científica, transfiere a la práctica los conocimientos generados en disciplinas básicas, e identifica problemas de la población para corregirlos y prevenirlos.
La búsqueda de conocimientos nuevos es una “investigación por curiosidad” y la que tiene otros objetivos es “por necesidad” (llamada también “aplicada”) porque pretende generar y promover conocimientos para resolver problemas reales. Ambas son importantes, pero la que es por necesidad busca resolver asuntos urgentes de las personas.
En 1998 se denunció que en el mundo, sólo 10% de los recursos utilizados en investigación científica en salud se destinaba al 90% de las enfermedades más letales, lo que se ha denominado la brecha 10/90.
La investigación biomédica aplicada no sólo sustenta el desarrollo de medicamentos, vacunas y otras aplicaciones sino también debe ser la base de las decisiones de salud pública. Basándose en estos conceptos, en 2001 el Ministerio de Salud creó junto con Conicyt, el Fondo Nacional de Investigación y Desarrollo en Salud para “financiar proyectos que generen y potencien el conocimiento científico y tecnológico para contribuir a mejorar la toma de decisiones en salud, abarcando desde el diseño de políticas sanitarias hasta el nivel de decisiones clínicas”. Es y fue razonable que los recursos destinados a investigación contemplen recursos especiales para las investigaciones aplicadas, dado su interés para la población.
Es deseable un salto cuantitativo y cualitativo en este asunto, incrementando los recursos destinados a este programa, incorporando a empresas vinculadas al negocio de la salud y estableciendo prioridades para resolver los problemas. Lo que en esto se invierta tiene un retorno seguro en lo económico pero mayor aún, en bienestar de las personas.