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Los ahorrantes chinos pueden arrasar con el mundo

Este año el monto nacional bruto de ahorros de China estará cerca de...

Por: | Publicado: Miércoles 9 de abril de 2014 a las 05:00 hrs.
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Este año el monto nacional bruto de ahorros de China estará cerca de los US$ 5 billones (millones de millones). En EEUU ese monto será sólo de US$ 3 billones. Si, tal como estaba previsto, China fuese a abrir su cuenta de capital -permitiendo que los extranjeros inviertan en China y que los chinos inviertan en el extranjero- la escala de sus ahorros sin duda cambiaría el panorama financiero mundial. Si se implementa bien, la liberalización traería grandes cambios. Si se hace mal, podría sacudir los cimientos ya frágiles de las finanzas mundiales.

La cuenta de capital cerrada de China imparte un beneficio importante tanto para el país como para el mundo. Esto hace que sea relativamente fácil para Beijing gestionar las crisis financieras nacionales. Una desaceleración china severa e inesperada sería un gran evento, pero al menos el contagio a los sistemas financieros del resto del mundo sería relativamente leve.

Si la cuenta de capital se abriera, eso cambiaría: las crisis podrían ser más difíciles de manejar y sus impactos en el resto del sistema financiero mundial también serían mucho mayores. Si, a largo plazo, las entidades chinas se convirtieran en los mayores propietarios a nivel mundial de activos financieros, cualquier gran conmoción dentro de China se convertiría en un evento mundial, al igual que la Gran Depresión de la década los ‘30 y la Gran Recesión de la década pasada en EEUU sacudieron la economía del mundo.

En un documento publicado en 2012, el Banco Popular de China sostuvo que una cuenta de capital abierta mejoraría la calidad de los activos chinos en el extranjero, promovería el uso transfronterizo del yuan y ayudaría a las empresas del país a reestructurarse. Por otra parte, insistió en que los controles de capital se estaban volviendo ineficaces. Además, sugirió que “China no se enfrentaría a grandes riesgos” si se abriera la cuenta de capital, ya que los activos y pasivos de los bancos estaban denominados en yuanes, la deuda a corto plazo era una pequeña proporción de las deudas extranjeras de China y los riesgos en el mercado nacional del inmobiliario y de capital eran manejables.

El orgullo precede a la caída. Como hemos visto muchas veces, la calidad de los balances puede deteriorarse con terrible rapidez, especialmente si se introducen oportunidades y participantes desconocidos en los mercados internos. En 1998 Stanley Fischer, entonces primer subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, sostuvo que las condiciones previas para la liberación exitosa de las cuentas de capital eran un entorno macroeconómico estable, un sistema bancario sólido y mercados financieros desarrollados. Sin duda, China carece del tercero. También puede debatirse si cuenta con el segundo y, por lo tanto, con el primero. Dados los riesgos de la liberalización de la cuenta de capital, sobre todo en una economía de semejante envergadura, el punto de vista sensato indicaría que China todavía no está lista.

El Banco Popular reconoció esta situación. Propuso dividir la tarea en tres etapas. Durante los primeros tres años, los controles sobre la inversión extranjera directa de las empresas se relajarían. En un plazo de tres a cinco años, el objetivo sería relajar los controles sobre el crédito relacionado con el comercio e impulsar la internacionalización del yuan. En la siguiente etapa de cinco a diez años, el plan consistiría en abrir la entrada de capitales antes de las salidas. El Banco Popular tenía previsto dejar las transacciones personales, los instrumentos de mercado monetario y los derivados hasta el final. También deseaba descartar las transacciones especulativas (difíciles de definir) de forma indefinida.

Es fácil ver por qué semejante plan de apertura es atractivo. En primer lugar, podría ser un fuerte estímulo para la reforma interna. En segundo lugar, los gigantescos ahorros de China se encuentran encerrados dentro del país. La principal forma de salida de capitales ha sido la acumulación de reservas en moneda extranjera por parte del gobierno. Al sumar US$ 3,8 billones el diciembre pasado (casi US$ 3.000 por cada chino), son gigantescas y muy poco gratificantes. Sería mucho mejor si parte de este monto se convirtiera en activos reales.

Sin embargo, la apertura también es arriesgada. Grandes aumentos en los flujos brutos (y acciones) ocurrirían en ambos lados de los balances. Un estudio publicado por el Banco de Inglaterra a fines del año pasado sugiere que la combinación de la apertura, el relativamente rápido crecimiento económico y una reducción de la tendencia a preferir los activos nacionales podría aumentar los activos y pasivos externos de China desde menos de 5% del PIB mundial a casi 35% en 2025.

Del mismo modo, un estudio del FMI publicado en agosto sostuvo: “la liberalización de la cuenta de capital puede ser seguida por un ajuste de balance de los activos chinos en el extranjero en el orden del 15%-25% del PIB y un ajuste más pequeño de activos extranjeros en China en el orden del 2%-10% del PIB. Esto implicaría una acumulación neta de activos internacionales netos chinos de 11%-18% del PIB”. China pasaría entonces de ser un personaje relativamente pequeño en los mercados mundiales de capital a uno de los personajes centrales.

Un capítulo en el “Camino de China a una mayor estabilidad financiera”, publicado por el FMI el año pasado, enumera algunos de los países que se embarcaron en la liberalización del sistema financiero y la cuenta de capital y encallaron: Indonesia, México y Corea del Sur se encuentran entre ellos. Toda liberalización abre oportunidades desconocidas. Pero la apertura de la cuenta de capital aumenta las oportunidades y la falta de familiaridad. Si el sistema a abrirse está plagado de distorsiones de precios y empapado de ambigüedades morales -y China tiene ambos a gran escala- las posibilidades de un accidente son grandes. Si los reguladores están operando en un entorno desconocido, como sería el caso de China, las posibilidades son mayores. Y si la proporción de crédito interno y de liquidez con respecto al PIB es también muy alta (como en China), las posibilidades son aún mayores. Por último, éste es un asunto de interés mundial cuando la economía en cuestión sería la más grande del mundo.

El instinto del Banco Popular de que la liberación de la cuenta de capital podría ser la punta de lanza de la reforma es acertado. Por otra parte, esta reforma no sería meramente financiera y económica. También sería política. Si la cuenta de capital de China fuera totalmente liberalizada, el gobierno perdería el control de la más eficaz de todas sus medidas económicas.

Sean cuales sean los atractivos de actuar rápidamente, este proceso tiene que ser manejado con cuidado. Para China y el mundo, los riesgos son demasiado grandes como para actuar de otra manera. Todos nos hemos seguramente divertido con las crisis financieras por varios años. China necesita reformarse primero y sólo entonces podrá abrirse, idealmente en estrecho diálogo con sus socios. A la larga, la cuenta de capital de China probablemente se abrirá en gran parte y con el paso del tiempo, sin duda, los ahorradores de China serán los propietarios de una gran parte del mundo. Pero, como decían los romanos, dejemos que se apuren lentamente.

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