Economía

La guerra en Ucrania y la seguridad en Asia

Una lección central para la creación de estructuras durables para la paz y la seguridad en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial es que la solidaridad entre los países participantes es indispensable.

Por: | Publicado: Martes 3 de enero de 2023 a las 04:00 hrs.
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Yuriko Koike, gobernadora de Tokio y exministra de Defensa de Japón
Yuriko Koike, gobernadora de Tokio y exministra de Defensa de Japón

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La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania nos llevó a quienes habitamos en el Indopacífico a preguntarnos si hay poblemas ocultos o claramente enconados aquí que también puedan conducir a una guerra declarada. Después de la histérica respuesta ante la visita a Taiwán en agosto de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la respuesta queda demasiado clara. Desde el Hindukush al mar de la China meridional y al paralelo 38 en la península coreana, al Indopacífico no le faltan antagonismos históricos profundos y falsos reclamos de soberanía que podrían explotar y convertirse en conflictos sin previo aviso.

La verdadera pregunta que enfrentan los líderes en todo el Indopacífico, entonces, es si la región puede crear una estructura de paz para evitar que ambiciones y hostilidades nacionales escalen hasta convertirse en una guerra declarada. Esto dependerá en gran medida de que las potencias democráticas de la región -Australia, India, Indonesia, Japón, Corea del Sur y EEUU- puedan forjar la confianza estratégica necesaria para que si alguien quisiera perturbar la paz lo piense dos veces antes de iniciar hostlidades.

Una lección central para la creación de estructuras durables para la paz y la seguridad en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial es que la solidaridad entre los países participantes es indispensable.

La Fundación Abe

El Indopacífico sufrió una complicación rumbo a ese objetivo cuando un hombre armado cometió una de las grandes tragedias políticas y humanas de 2022: asesinó al exprimer ministro japonés Shinzoō Abe. Abe había dedicado los nueve años de sus dos mandatos y el año que vivió después de dejar el cargo a estudiar los tipos de alianzas, tratados y estructuras institucionales que serían necesarios para crear las señales y frenos adecuados para canalizar pacíficamente el dinamismo inevitable de Asia. Abe entendía que Asia es mucho menos densa que Europa en términos de organizaciones multilaterales y alianzas, y que esos organismos son fundamentales para mantener la paz y prosperidad.

Con esos conocimientos, Abe se convirtió en el arquitecto de dos estructuras clave que, esperemos, se convertirán en pilares de la paz estable en el Indopacífico: el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad) -que agrupa a Australia, India, Japón y EEUU- y el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (creado como sucesor del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica después de que Donald Trump huyera del TPP al inicio de su presidencia aislacionista). El TPP11 que reúne a países de la cuenca del Pacífico.

Con la creación del Quad y el rescate del Acuerdo Transpacífico, Abe ayudó a crear dos instituciones que podrían establecer normas de convivencia para todo el Indopacífico. El Quad está señalando el camino hacia la seguridad mediante la profundización de los vínculos entre sus cuatro miembros principales, quienes además están fortaleciendo otras asociaciones estratégicas, como las que existen entre EEUU y Corea del Sur, India y Vietnam, y Australia y la orgullosamente neutral Indonesia. Más allá de lo amorfos que puedan ser esos vínculos para la seguridad, el Quad contribuye de todos modos a crear una red de países decididos a mantener la paz y la seguridad en la región. Y otros vínculos, como los ejercicios militares conjuntos que Japón e India practican frecuentemente en la actualidad con Vietnam, distan de ser amorfos.

Abe entendía que poniéndose a la cabeza del CPTPP los líderes asiáticos podrían actuar con eficacia, incluso cuando EEUU prefierese dar un paso al costado. Junto con los restantes líderes asiáticos que firmaron el CPTPP, comprendían que eso impediría que China dominara excesivamente Asia con su propio acuerdo comercial, la Asociación Económica Integral Regional. El CPTPP, ya en su cuarto año, está creando innumerables oportunidades para que líderes regionales cooperen de manera coherente y colectiva.

El eslabón más débil

Hay que nutrir aún más esa cooperación. Una lección central para la creación de estructuras durables para la paz y la seguridad en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial es que la solidaridad entre los países participantes es indispensable. La inquebrantable solidaridad de la OTAN persuadió al presidente ruso Vladímir Putin, al menos hasta ahora, de limitar su guerra a Ucrania. La sensación de seguridad que la OTAN poporciona a sus miembros convenció incluso a Suecia y Finlandia -países con una larga historia de neutralidad- de asociarse a esa alianza.

Por supuesto, es más fácil crear solidaridad cuando se trata de temas económicos o se está ante una amenaza existencial como la que enfrentaba Europa cuando se fundó la OTAN, en el punto más álgido de la Guerra Fría. Que el CPTPP se adoptara e implementara tan fácilmente, incluso sin EEUU, sorprende a pocos.

Por el contrario, el Quad carece de una sensación de seguridad completa y genuina, como lo demostró la miope respuesta de India ante la guerra de Ucrania. Desde que declaró su independencia en 1947, India creyó que podía garantizar su seguridad mediante la neutralidad e iniciativas bilaterales. Aunque las frecuentes incursiones chinas en territorio indio en el Himalaya, sumadas al estrecho vínculo entre Abe y el primer ministro Narendra Modi, ayudaron a que el país se convenciera de que ya no podía garantizar su seguridad en forma independiente. A Modi, como a la mayoría de sus compatriotas, le cuesta romper con los viejos hábitos.

Desde hace mucho los japoneses entendemos el papel fundamental que India puede y debe tener en la creación de un marco para la paz y seguridad que abarque a los océanos Índico y Pacífico. Como ministra de Defensa de Japón, visité India en 2007, cuando plantamos las semillas de los primeros ejercicios navales conjuntos de nuestros países. La relación floreció desde entonces y se convirtió en una forma cada vez más dinámica de cooperación militar y de inteligencia.

A medida que el Quad se enraiza para convertirse en la principal organización de seguridad de Asia, esperemos que India sea capaz de reconocer que mantener una distancia similar con sus socios del Quad y con Rusia ya no será una política viable, especialmente ahora que esta última se está convirtiendo cada vez más en un Estado vasallo de China. En un conflicto entre India y China, los indios no debieran sorprenderse si China obliga a Rusia a dejar de proporcionarles equipos militares, energía y otras importaciones críticas. Ningún gobierno indio debiera estar dispuesto a correr riesgos tan intolerables en el futuro.

Cómo superar los obstáculos

Los viejos hábitos también ponen en peligro la seguridad en la península coreana. Casi ocho décadas después del final de la guerra del Pacífico, las disputas sobre su historia siguen obstaculizando con demasiada frecuencia la cooperación eficaz entre los gobiernos de Corea del Sur y Japón, a pesar de los incesantes avances del dictador norcoreano Kim Jong-un para desarrollar su arsenal nuclear.

Durante décadas EEUU intentó, una y otra vez, eliminar esa brecha; pero en última instancia, solo Corea del Sur y Japón pueden hacerlo. Debieran reconocer que sus diferencias palidecen cuando se las compara con la amenaza muy real para la seguridad que ambos enfrentan debido a las ambiciones hegemónicas del presidente chino Xi Jinping y el régimen canalla de Kim Jong-un. Resulta alentador que ambos países se hayan involucrado profundamente para asistir a Ucrania.

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