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Felipe Bulnes: “Chile no puede bailar al ritmo de la música que quiera poner Bolivia”

El exagente afirma que para reanudar la relación, el país vecino debe cambiar “completamente el tono y la actitud” que ha tenido hacia Chile.

Por: Claudia Rivas A. | Publicado: Viernes 5 de octubre de 2018 a las 04:00 hrs.
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El 6 de mayo de 2013, menos de 15 días después de que Bolivia concretara la demanda contra Chile por la salida al mar (24 de abril de 2013), el presidente Sebastián Piñera designaba al abogado, exministro y embajador Felipe Bulnes Serrano como el agente chileno para liderar el proceso ante La Haya. Casi dos años y medio después, el profesional renunciaba a su cargo, tras la decepción que engendró en el mundo político el rotundo fallo de la Corte Internacional de Justicia, que rechazó las objeciones preliminares de Chile, tras lo cual ha mantenido un bajo perfil.

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Después de tres años en que siguió el caso como espectador y nervioso, como la mayoría de los chilenos, el exagente siguió en solitario la lectura de la sentencia. Quería estar concentrado para entender los fundamentos de los jueces. Así es que desde su oficina en un piso 12 recibió con alegría el categórico e inesperado fallo. Con DF conversó sobre este tema y también sobre la objeción preliminar promovida por el equipo que lideró en la primera fase del proceso.

- A la luz del resultado final de la demanda, ¿reivindica la estrategia de la objeción preliminar?

- No creo que deba reivindicar nada, pero lo que sí puedo decir es que creíamos que era fundamental hacerla valer para empezar a minar la credibilidad del caso boliviano desde el principio y denunciar tempranamente que no tenía ningún fundamento jurídico.

- ¿Comparte la crítica que algunos hacen a la corte de que no debió haber aceptado el caso porque era más político que jurídico?

- En su momento hice valer la objeción preliminar y, de alguna manera, decíamos que este caso estaba buscando modificar el tratado de 1904. Pero, mire, es muy difícil pedir a una corte que en una etapa temprana desestime un caso, porque implica empezar a hacer un juicio sobre el fondo, que puede ser prematuro. Lo que pasa es que nunca se entendió lo que estaba diciendo la corte.

- ¿Y qué es lo que dijo la corte en ese momento?

- Que Bolivia empezó a retroceder en sus aspiraciones y en vez de pedir una obligación con un resultado, en los alegatos de la objeción preliminar, dijo que lo que buscaba era solamente una obligación de conducta, lo que hace una diferencia fundamental para efectos de los intereses de Chile, porque las partes tienen que sentarse a conversar, pero no están obligadas a llegar a acuerdo.

- Eso se demostró al final…

- Con el tiempo se fue asentando, al punto que en los alegatos finales fue una de las piedras angulares que se invocó y la corte lo volvió a repetir en forma todavía más clara al dictar su sentencia final. Este caso estaba fundamentado en ganas, pero no en el derecho internacional.

- ¿Este proceso generó altas expectativas para el pueblo boliviano, con costos millonarios para ambos países y terminó alejándolos más?

- Sí. Creo que esta demanda boliviana y el proceso en general, sobre todo por la conducción que hizo Evo Morales, por supuesto que dañó las relaciones e hizo retroceder las confianzas entre los pueblos a un nivel pocas veces visto.

- ¿Morales utilizó esta demanda internamente?

- No es sano que los chilenos nos pongamos a sacar al pizarrón a Morales, porque es una iniciativa que tiene que surgir de los propios bolivianos. Lo que sí es indesmentible es que siempre la causa chilena en Bolivia es un factor aglutinador y tiene réditos políticos.

-A partir del actual escenario, ¿cómo quedan las relaciones con Bolivia?

- Es muy difícil de predecir, pero cualquier consideración de diálogo y de complementación, de reanudar la relación entre ambos países pasa primero porque Bolivia cambie completamente el tono y la actitud que ha tenido hacia Chile en los últimos años. Y es vital que de cualquier instancia de entendimiento, hoy día, se excluya de la agenda bilateral una salida soberana al Océano Pacífico.

- Pero es inevitable pensar que mientras Morales siga gobernando Bolivia van a hacerse más complejas las relaciones porque la salida al mar es un elemento central de su discurso interno.

- Ese es un problema que tendrán que resolver los bolivianos en función de los distintos elementos que les corresponde ponderar a ellos. Sí que, desde el punto de vista de Chile, es imposible un diálogo con un presidente, sea Evo Morales o cualquier otro, que insista en incorporar la salida al Océano Pacífico en la agenda bilateral, porque Chile no va a aceptar eso.

- ¿La estrategia de Chile hacia adelante con Bolivia debe ser no mencionar a Morales, no caer en sus provocaciones?

- En algunos momentos hemos cometido el error de amplificar demasiado los dichos y las actitudes bolivianas. Chile no puede bailar al ritmo de la música que quiera poner Bolivia y tiene que desarrollar su política exterior pensando en que nuestra vocación es integrarnos con los distintos países, pero en la medida que haya una cierta reciprocidad.

- Pero el reclamo de Bolivia puede seguir eternamente.

- Creo que también hay que restarle dramatismo al reclamo permanente boliviano. Nos vamos a tener que acostumbrar a vivir con la idea de que Bolivia va a tener esa pretensión a la que nosotros no vamos a acceder.

"No puede ser que nos quedemos en el Pacto de Bogotá por inercia"

- El expresidente Lagos dijo a DF que es difícil para Chile una relación con vecinos que nos están llevando permanentemente a tribunales internacionales, ¿comparte esa mirada?
- Es evidente que el país viene saliendo de dos juicios, uno tras el otro, y eso genera una sensación incómoda.
- ¿Chile debe dejar o no en el Pacto de Bogotá? Algunos dicen que sí.
- Tenemos que hacer una reflexión respecto a la conveniencia o no de mantenernos en el Pacto de Bogotá. Lo que no puede ser es que nos quedemos simplemente por inercia, tenemos que pensar cuáles son los beneficios y qué perdemos. Si nos quedamos que sea como consecuencia de que renovamos nuestros votos de convicción de que nos conviene estar ahí. Lo que no puede ocurrir es que después de todo esto no haya un análisis que nos lleve a tomar una decisión.
- Algunos excancilleres argumentan que salir no nos protege de nuevas demandas.
- Hay que tener un debate, porque hay opiniones encontradas. Lo que sí se sabe es que una vez que uno se sale del Pacto de Bogotá hay un plazo de un año, donde la renuncia no surte efecto; durante esa ventana sí nos podrían demandar. En ese sentido, no produce efectos inmediatos, pero como decía el excanciller Hernán Felipe Errázuriz 'está bien, sometámonos un año a conocer todas las demandas que nos quieran presentar, pero después de ese año quedamos liberados de seguir expuestos a la corte', para ser justo con los argumentos que están arriba de la mesa.

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