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REGÍSTRATE AQUÍPor Alejandro San Francisco Profesor del Instituto de Historia y la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile.
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 12 de agosto de 2011 a las 05:00 hrs.
El 21 de mayo de 1879 es recordado como uno de los días más gloriosos de toda la historia de Chile. En esa ocasión Arturo Prat, el capitán de la Esmeralda, murió demostrando gran valor y con ello pasó a ser la principal figura del panteón de héroes nacionales del siglo XIX.
Eso mismo ha permitido dejar en un segundo plano, y muchas veces en el olvido, a otros hombres que también destacaron en la jornada y permitieron, a la larga, la victoria chilena en la Guerra del Pacífico. Entre ellos el más destacado, sin duda, es Carlos Condell (1843-1887), un gran marino porteño, que se formó en los Sagrados Corazones de Valparaíso.
Su gran vocación fue el mar, y siendo muy joven pasó a formar parte de la Escuela Naval de Chile en esa famosa generación de 1854, que integraban además figuras como Juan José Latorre, el futuro presidente Jorge Montt, Luis Uribe y el gran Arturo Prat, con quien había participado en la Guerra contra España de 1865. Sin embargo, faltaba mucho tiempo para llegar a su momento de mayor gloria: la Guerra del Pacífico.
En 1879 estaba al mando de la Covadonga, que enfrentó junto a la Esmeralda a la Independencia y el Huáscar, ambos peruanos. En esa jornada, recordada por el hundimiento de la Esmeralda, la Independencia persiguió a la Covadonga de Condell sin cesar, pero finalmente el blindado peruano chocó con una roca sumergida e imprevista. Como dice Rafael Mellafe con emoción, la Independencia “emitió un ronco y gutural gemido, como un animal herido de muerte y cayó sobre su banda de estribor”, quedando perdida, con muchos heridos, sin capacidad de defensa y bajo el cañoneo de la Covadonga, lo que llevó al comandante Juan Guillermo More “a la penosa decisión de tener que arriar su bandera”.
En una interesante reflexión sobre la jornada, descrita en el Parte del Comandante Condell, el héroe destacaba la victoria chilena de la siguiente manera: “Los oficiales, tanto de guerra como mayores, se condujeron valientemente y cada cual estuvo siempre a la altura de su deber y de su honor, como oficial y como chileno. Respecto a la tripulación, supo cumplir con su deber; y hubo momentos tales de entusiasmo, que cada cual manifestó que estaba resuelto a morir, obedeciendo al generoso sentimiento patriótico de no entregar el buque”.
Después de la guerra tuvo funciones administrativas, ascendió a capitán de navío y tuvo una comisión de servicios al país en Europa y, finalmente, asumió como jefe de la Escuadra nacional en 1887. Sin embargo, ese mismo año falleció, habiendo alcanzado el grado de Contralmirante.
Su vida queda bien resumida en este comentario de Virgilio Figueroa: era “el émulo de Prat en el heroísmo, pero no en la muerte ni en la inmolación por la patria. Fue el héroe que sobrevivió a la épica hazaña de Punta Gruesa.”.