La extraordinaria historia de Ousman Umar y su ONG que quiere convertir a Ghana en el Silicon Valley de África
Era aún un niño cuando, buscando un futuro, dejó Ghana. Se ganó la vida trabajando de sol a sol a cambio de un plato de arroz, cayó en manos de traficantes de personas, cruzó el Sahara a pie y el Mediterráneo en una balsa. En Barcelona, dice, nació por segunda vez, a los 17. En 2012 creó Nasco Feeding Minds, ONG que capacita en informática a estudiantes ghaneses. De paso en Chile, cuenta su historia y explica por qué la mejor ayuda humanitaria en África es alimentar cerebros y no estómagos.
Por: Patricio De la Paz
Publicado: Sábado 11 de mayo de 2024 a las 21:00 hrs.

Habla sin apuros, en un perfecto español porque vive hace casi dos décadas en Barcelona. Llegar hasta la ciudad catalana fue, sin embargo, una prueba constante de vida y de muerte. Que incluye episodios amargos como ser víctima de traficantes humanos, cruzar a pie el Sahara o el Mediterráneo en una frágil patera.
Y momentos más luminosos como haber sobrevivido a todo eso, encontrar un propósito para darle sentido a su experiencia y fundar una ONG, Nasco Feeding Minds, que buscar educar a chicos ghaneses para que no pasen lo mismo que él y que ha sido reconocida hasta con premio en la ONU.
Abandonado en el Sahara
Allá además había oportunidades, o eso pensaba él. La idea era que aprendiera chapistería, pero los escasos recursos familiares permitieron pagar apenas un par de clases. El niño quedó a la deriva, en la casa de un conocido. Trabajaba de sol a sol arreglando carrocerías de vehículos. Comía escasamente. Pero seguía pensando en llegar al paraíso.
“No podía dejar de pensar en toda esa magia que fabricaban los blancos. La curiosidad era el motor que me mantenía sin desmoronarme. La curiosidad era incluso más fuerte que el hambre”, recuerda.
A los 12, se subió ilegal a un camión para atravesar la frontera: pagó el traslado haciendo soldaduras en la carrocería. Le habían prometido que en Libia tendría trabajo y sueldo.
Alguien dijo que sabía llegar al norte, a Libia, y los demás lo siguieron, después de pasarle el poco dinero que les quedaba en los bolsillos. Fue una travesía durísima, “donde descubres la maldad y la bondad humanas al mismo tiempo”. Caminaron 19 días. Sólo seis llegaron con vida. Entre ellos Ousman Umar, el más pequeño de todos.
El viaje largo
“Yo me mantenía enfocado en una sola idea: no quería morir. Jamás perdí la esperanza. Porque si la pierdes, se acabó todo, se apagan todas las luces”, explica.
“Yo me mantenía enfocado en una sola idea: no quería morir. Jamás perdí la esperanza. Porque si la pierdes, se acabó todo, se apagan todas las luces”.
La segunda vez tuvieron más suerte, y la patera en que iba él logró llegar a costas españolas. Después del control obligatorio, y considerando su situación de protección por ser menor de edad -tenía 17-, le preguntaron adonde quería ir. Él pensó en el único equipo de fútbol local que conocía -el Barca- y dijo Barcelona. “Por fin iba a pisar el paraíso”, comenta.
Del estómago a la mente
Hasta que dos meses después se cruzó con una mujer que fue un punto de inflexión en su vida. “Como nacer de nuevo”, precisa él. En uno de esos golpes de suerte que le hacen decir que es un hombre afortunado, se cruzó en la calle con Montserrat: ella le habló, lo llevó a su casa -con su marido y sus hijos- y pidió su tutela legal. Le dio cariño, le dio seguridad.

Ousman no desperdició la oportunidad: aprendió a leer y a escribir -hasta entonces era analfabeto-, se puso a trabajar en un taller de reparación de bicicletas, dio exámenes, entró a la universidad a estudiar publicidad y marketing.
Y comenzó a hacerse una pregunta vital: ¿Para qué había sobrevivido mientras tantos otros como él habían quedado en el camino?
“Así encontré el propósito que iba a moverme desde entonces: ser la voz de los que habían muerto en el intento y trabajar en el origen, para que otros no volvieran a pasar lo que yo pasé”, explica. El paraíso, finalmente, no estaba afuera, sino instalado en Ghana. Sólo había que potenciarlo.
Cerrar el círculo
Hoy, ya hay 28 personas formadas como programadores informáticos que trabajan desde Accra para siete empresas españolas, como el Banco Santander. “Y todo desarrollado desde Ghana, sin subir a una patera, sin cruzar la frontera. Nasco Tech está registrada en España, firma los convenios con las empresas y los chicos tienen un sueldo digno. Con ese dinero compran zapatos en una tienda cercana, una camisa a un vecino y así. Se llama desarrollo económico. Es el motor del progreso de cualquier país”.
Me siento agradecido y orgulloso del chaval que llegó con una mano delante y otra detrás, durmiendo en las calles de Barcelona hace 16 ó 17 años: hoy no sólo he salvado mi plato, sino que gracias a este sacrificio hay 28 personas que cobran un sueldo digno y en su casa hay seis o siete personas de su familia que también se benefician. He creado esperanza en toda esa cantidad de jóvenes que ven que el futuro está en su hogar. Si me muero hoy, ya he cumplido mi parte.
“Para crecer más, con esto no llegamos. Tenemos que lograr que más empresas apuesten por nosotros, contratando nuestros servicios informáticos o con donaciones que luego puedan descontar de impuestos por responsabilidad social corporativa”.
En 2017, Nasco Feeding Minds recibió un premio de la ONU, el International Communication Union.
“Fue muy emocionante, no me lo esperaba -dice Ousman-. Que te premien siendo una ONG pequeña. Reconoce a proyectos informáticos que tienen un componente social. Fue un logro. Y lo más surrealista es que invité a mi hermano a que viniera a recibir este premio conmigo a Ginebra. Desde Ghana, él tardó apenas cinco horas en vuelo. Yo había demorado cinco años a pie en lograrlo”.
Y agrega: “Después de un premio así, la prensa -que antes no te daba importancia- te empieza a considerar. Y la gente, al conocerte, piensa: ‘Hay una ONG que ayuda a los pobres porque son de su misma comunidad y los entiende desde adentro’”.
Un año después, en 2018, el Papa Francisco lo invitó al Vaticano. Dice que fue porque cuando el sacerdote asumió ese cargo, le tocó ir a Lampedusa, donde se habían encontrado los cadáveres de 382 personas que habían intentado entrar a Italia: quedó tan impresionado que le pidió a un asesor encontrar a un migrante que pudiera relatarle este drama. Por eso contactaron a Ousman.
“Para mí fue emocionante y chocante entrar allí. Mi padre es chamán, mi madre era musulmana, mis tíos son cristianos. El más importante representante de la religión católica en la Tierra se permitía recibir el hijo de un chamán y una musulmana. Hablamos media hora. Le resumí mi historia, cómo fue el camino, por qué me lancé a la boca del león, mi propuesta para cambiar las cosas. Él me animó y me citó la Biblia, algo que escribió Mateo y que dice que lo que recibes gratis, dalo gratis”.
En 2021, Nasco Feeding Minds recibió el Premio Princesa de Girona Social por, según el certamen, “su labor en la construcción de un proyecto transformador que aúna educación, tecnología y alianzas aportando soluciones al fenómeno migratorio”.
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