“Ya no estoy en edad”. Esa frase, que escuchaba frecuentemente entre sus pares etarios, empezó a hacerle ruido e incluso a molestarle. “No me gusta ver a personas cercanas que se están marginando de sus vidas, desechando proyectos porque sienten que ya no son capaces”, dice la gestora cultural de 82 años.
Comenzó tratando de convencer a su entorno más cercano de que había tanto desde donde contribuir, y como no encontró mucho eco, decidió publicar en su cuenta de Instagram y en su LinkedIn, a personas famosas y desconocidas que estén aportando después de los 90 años incluso. “Empecé a postearlo como una prueba de que eso era posible”, dice.
Anthony Hopkins (87), Carolina Herrera (86), Isabel Allende (82), Paul McCartney (83), Jane Goodall (91) o Dolly Parton (79), son algunos de los megafamosos mundiales que ha posteado, pero también hay muchos ejemplos locales: el actor Héctor Noguera (87), la banquetera Amelia Correa (91), la locataria de una tienda de géneros Elena Velasco (88), el artista Eduardo Martínez Bonati (94), la chocolatera Nora Weisser (92).
La brecha personal
El 1 de agosto entraba en rigor el fin de las tarjetas de coordenadas para realizar transferencias bancarias, medida de la Comisión para el Mercado Financiero que generó discusión y debate. “La CMF ha asestado un fuerte golpe a los adultos mayores al forzarlos a usar apps para autorizar transferencias. Mi madre tiene 95 años y no puede ni siquiera usar un celular. ¿Cómo hará ahora sus pagos?”, firmó José Gaggero Jara en una Carta al Director de El Mercurio. Su preocupación era la de muchos, y finalmente este jueves la entidad bancaria anunció que se postergará por un año la eliminación de este sistema análogo.
“Encuentro positivo que las personas mayores se sientan más tomadas en cuenta. Pero yo tengo 82 años y hace años que dejé de usar la tarjeta de coordenadas, me complicaba más buscar los numeritos al hacer una transacción. Mi manera de ver esto es: ‘Pongámonos al día’. Perfectamente uno puede capacitarse. Hay que aprovechar las oportunidades digitales. No te puedes quedar al margen, al contrario, aprender es mejor para tus neuronas, fortalece la autoestima, la conexión social. La tecnología puede ser un aliado. No veía por qué había tal escándalo”.
Autoedadismo
Drina es ingeniera comercial de la Universidad de Portland, Oregon. Trabajó hasta los 40 años como ejecutiva de la industria de los seguros en Estados Unidos y desde que volvió a vivir en Chile, hace 40 años, se ha dedicado a ser gestora cultural. Actualmente es presidenta del Capitulo Chileno del National Museum of Women in the Arts que visibiliza artistas mujeres; Past President y miembro del Board Global del International Women’s Forum; y VP de la Corporación Cultural de Lo Barnechea.
“Es importante tener en cuenta que el 84% de las personas mayores están sanas. La población mayor de 60 años en Chile es de 4 millones, eso significa que hay 3.3 millones de personas sanas que pueden perfectamente seguir aprendiendo, contribuyendo, trabajando e inventando cosas. Pero si tú no tienes proyecto de vida, si sientes que no sirves para nada, tu salud mental se daña”, dice. Señala que por eso estimular a que las personas mayores sean productivas es además saludable para la economía.
Insiste en que la capacitación es fundamental, y para eso existen varias posibilidades. Los municipios tienen áreas que atienden a las personas mayores que generalmente incluyen talleres digitales. Además, menciona programas de la Fundación Conecta Mayor, Travesía 100, el SENAMA. “Está lleno de organizaciones que te pueden capacitar. Entonces sentarte en tu casa a decir ‘Ay, yo no sé hacerlo’, me indigna. Encuentro que nadie puede ser tan pasivo”, plantea.
- ¿Cuáles considera usted son las dificultades que enfrentan las personas mayores?
- Creo que lo más difícil es el autoedadismo. ¿Qué es edadismo? Los prejuicios que hay contra la longevidad. Éstos se traducen en el lenguaje. “Abuelita, siéntese aquí, quédese tranquilita”. A cualquier señora mayor la tildan de abuelita, aunque no tenga nietos, eso es infantilismo del lenguaje. Después está el tema de las decisiones que se toman sin considerar a la persona mayor involucrada. “Vamos de vacaciones”, y la abuela va como un paquete. Se resta a las personas mayores de las tomas de decisiones. Ese es un ejemplo de discriminación. Veo que muchas personas mayores se automarginan, se rinden ante el lenguaje discriminatorio, dejan que otros tomen sus decisiones. Creo que lo más duro es autopercibirse como una persona inútil, desechable. Además, nos etiquetan como que si fuéramos todos iguales. Todos malgenio. Todos testarudos. La personalidad individual no existe. Esa actitud de etiquetar a un segmento etario también es una manera de edadismo.
Apunta que también es un tema cultural. Hay sociedades como la japonesa donde hay un gran respeto por los mayores. O los países nórdicos donde la tercera edad tiene mucha autonomía. En Latinoamérica en general existe más discriminación, plantea. Se dice mucho que en Chile los adultos mayores sufren la soledad. Pero eso, opina Drina, también es una decisión personal: “Si tú estás sentada esperando que te venga a acompañar un nieto, un hijo o alguien que te mandó la trabajadora social, eso es problema tuyo. Hay tantas maneras de buscar compañía, te puedes meter en cursos, puedes acercarte a una iglesia, a una fundación, a una municipalidad donde necesiten voluntarios. A mí me hace ruido eso de que las personas mayores están solas y hay que ir a acompañarlas. Si están sanos eso no corresponde.
- ¿Entendemos la vejez como una especie de enfermedad o de padecimiento?
- Sí, por eso el lenguaje tenemos que cambiarlo. Uno empieza a envejecer cuando nace. Entonces no digamos viejos, digamos longevos. Es un cambio cultural que se puede lograr de diferentes maneras. Mi grano de arena es mi campaña en LinkedIn o Instagram, y me trae un montón de feedback. Mucha gente me comenta y me convidan a participar en SelloMayor, SeniorLab o Icare me invita a sus paneles sobre longevidad. Si mi pequeña campaña tiene esa respuesta, ¿cómo no se va a poder hacer algo a nivel nacional que cree consciencia de que las personas mayores tienen mucho que ofrecer?
- El equilibrio demográfico está cambiando. Tenemos menos natalidad y más longevidad. ¿Cómo debiéramos enfrentarlo?
- Hay varias organizaciones como las que he mencionado que están mostrando un camino nuevo para las personas longevas que quieran aportar. Hay que sacarnos de la cabeza la imagen del viejito con el bastón, porque esas personas son una minoría que sí requiere de programas distintos y asistencialismo. Es importante preocuparse de la baja natalidad y tratar de revertirlo, pero tampoco pensemos que las personas que están viviendo más años son una carga.
Longfluencer y socialité
Hasta hace poco se definía como “activista del gerofeminismo”, por la doble discriminación que sufren las mujeres por su género y su edad. Pero ha expandido su causa a todas las personas mayores. Drina cuenta que en Estados Unidos se habla de superagers o superseniors para referirse a la gente mayor con plena actividad. “El lenguaje crea realidad, pero también la realidad crea lenguaje”, dice sobre la importancia de utilizar un vocabulario adecuado.
- ¿Tiene algún referente en particular?
- Para mí cualquier persona que está usando su capital cerebral en pos de seguir aportando. Mi referente sería tal vez Eleanor Roosevelt. Ella dijo una frase que uso mucho: “Cuando uno deja de contribuir, uno comienza a morir”. No quiero dejar de contribuir porque ahí voy a empezar a morir. Todas las personas que conozco, sin excepción, que dejan de ser activas, ven cómo su capacidad cognitiva se empieza a deteriorar. Hay tantas cosas que tú puedes hacer, no sólo trabajo remunerado. Pero levantarte en la mañana a mirar televisión, con razón que te sientes inútil. “Ay, no me llama el nietecito, ¡qué ingrato!” En cambio, si tú eres entretenido el nieto te va a venir a ver porque se va a inspirar en ti.
- ¿Qué cosas han mejorado para usted con la edad? ¿Se siente más libre hoy?
- Es que siempre he tenido mucha libertad. Sí me he puesto mucho más empática. Entiendo más a las otras personas, la importancia de no ser la poseedora de la verdad. Hubo una época en mi vida que yo sentía que mis opiniones eran las válidas y que los demás estaban equivocados. Ahora no. Trato de tener diálogo con personas de todo tipo. No me asustan quienes piensan distinto que yo. Hoy día estamos en una sociedad tan polarizada que creo que es importante. Me carga eso de que, si osas opinar distinto que tu tribu, te echan. A mí me motiva entender al otro y no me da susto salir de mi tribu.
- ¿Siempre tuvo tanta energía?
- Es que la energía tiene que ver con buena salud. Y yo tengo buena salud. Atribuyo mi buena salud a que me chequeo, hago ejercicio, duermo bien y si no duermo bien me tomo la pastilla que corresponda. Creo que la buena salud también viene por un autocuidado.
- ¿Podríamos decir que usted es influencer?
- Sí, podría ser. Voy a buscar una palabra, podría ser geroinfluencer. O se me acaba de ocurrir longfluencer, que vendría de longevity e influencer.
- A usted se le identifica también como socialité, ¿le molesta esa palabra?
- Todo lo contrario. Porque socialité quiere decir una persona que hace vida social y eso es una tremenda ventaja para el networking. Tú no puedes hacer gestión cultural si no tienes una amplia red. Como trabajo en organizaciones sin fines de lucro me nutro de auspiciadores, colaboradores, voluntarios. Mientras a más cosas me invitan, más voy. No le digo que no a nada, salvo que me topen dos eventos. Encuentro que siempre aprendo algo o conozco a alguien interesante. Como gestora cultural si no uso mi networking, estoy muerta