Por Blanca Arthur
Luego de su reconocido buen desempeño en la operación rescate que le correspondió liderar después del trágico accidente en Juan Fernández, todo indicaba que el aterrizaje del ministro de Defensa, Andrés Allamand, en la cartera de Interior era inminente.
Pero las cosas se dieron de otra manera, tal como se encargó de aclarar el propio presidente Sebastián Piñera, quien desestimando cualquier enroque, destacó que desde su cargo, donde está cumpliendo una gran labor, puede desplegar todos sus talentos.
Dichas precisiones no indican, sin embargo, que la opción no se hubiera planteado. Por el contrario, el positivo balance de la gestión de Allamand en la difícil tarea que debió comandar hizo que fuera una posibilidad cierta. Ello, porque además coincidía con la idea que rondaba en palacio de que la intención presidencial era realizar un rediseño en el equipo político para reforzar las carencias que consideraba pendientes después del último ajuste ministerial.
Lo concreto es que, al menos por ahora, el cambio quedó en nada. En parte, porque de acuerdo a lo que indican en palacio, considerando la mejoría en la aprobación al gobierno que entregan sus propias encuestas, no parecía tan necesario, pero además, porque tampoco era lo que le acomodaba al propio Allamand.
En su círculo reconocen que si incluso antes del fatal accidente mostró resistencia a asumir como jefe de gabinete, menos dispuesto estaba ahora. No sólo porque no le parecía oportuno hacerlo como consecuencia del protagonismo adquirido por su labor en la delicada tarea que encabezó, sino que esa faceta humana que mostró, logró marcar una diferencia con la imagen del político tradicional, que es el fantasma que lo persigue para sus reconocidas aspiraciones presidenciales.
La capacidad de liderazgo que exhibió en las tareas de rescate, donde supo equilibrar la sensibilidad que requería una situación que incluso lo afectaba en lo personal, con la responsabilidad de su cargo, le habían otorgado un capital que sus propios asesores estimaron que no podía exponer, como temían si se trasladaba a Interior.
El diseño inicial
Desde la primera vez que se planteó la posibilidad de introducir un cambio en la jefatura de gabinete, como ocurrió cuando el ministro Rodrigo Hinzpeter era duramente cuestionado por no asumir la conducción política, el nombre de Allamand ha asomado como la primera opción.
Fue lo que ocurrió en el último ajuste ministerial, cuando el presidente decidió que debía enfrentar las carencias políticas, en momentos complicados para el gobierno.
Pero desde que llegó al gobierno decidido a posicionarse como figura presidencial, el diseño estratégico de Allamand ha sido distanciarse de todo lo que se relacione con conflictos.
Es cierto que -como lo ha confesado- le interesaba ser parte de un ministerio, por lo que luego que Piñera desestimara nombrarlo en Cancillería en el primer gabinete, apenas apareció la posibilidad de asumir en Defensa con la partida de Jaime Ravinet, él mismo se encargó de persuadirlo para que en esta oportunidad lo nominara.
Pero aun cuando él sabía que desde esa cartera las posibilidades de lucimiento eran pocas, apostó a mostrarse como un hombre de Estado distante de la contingencia política. Tanto fue así que, pese a los intentos que hubo en ese momento para que asumiera un mayor protagonismo, se resistió a integrarse a cualquier instancia de toma de decisiones con el fin de no exponerse a que sus opiniones en temas conflictivos atentaran contra la imagen que se proponía proyectar.
De hecho, su opción fue concentrarse en las tareas propias de su ministerio, desde el cual - como indican en su círculo- logró posicionarse, consiguiendo cifras de aprobación que incluso superaron sus expectativas.
Pero aún así, en su entorno tenían claro que no bastaba, menos cuando el ministro de Obras Públicas, Laurence Golborne, aparecía encumbrado a niveles que parecían prácticamente inalcanzables.
Entre sus propósitos, estaba liberarse de la imagen de político díscolo que tenía como senador, pero ni el haberlo logrado desde su cargo ministerial, ni la buena gestión en Defensa parecían suficientes.
Evitar riesgos
Hasta que de pronto a Allamand se le presentó una oportunidad tan inesperada, como fue el trágico accidente aéreo que, comparable a lo que le ocurrió al propio Golborne con los mineros atrapados en el norte, le permitió escalar en la aprobación hasta donde nunca se sospechaba.
Con resultados en las encuestas en que -al menos en las internas del gobierno- el ministro de Defensa aparece con una aprobación que supera en casi 15 puntos al titular del MOP, para su entorno más próximo, trasladarse a Interior habría sido un suicidio, más aún considerando la actitud en que está la oposición, mientras tampoco el conflicto con los estudiantes parece de fácil salida.
En los cálculos, incluso del círculo presidencial, la posibilidad de que Allamand asumiera la jefatura de gabinete, había reaparecido dada la debilidad de Hinzpeter, al punto que las tareas de articulación política, en los hechos han recaído en el titular de la secretaría general de Gobierno, Andrés Chadwick.
Pero ni siquiera la posibilidad de formar una dupla potente con el actual vocero -con quién tiene especial afinidad- parecen haber tentado al ministro de Defensa a cambiar su diseño. Porque, como indican sus cercanos, si ello no ocurrió antes de que el trágico accidente en Juan Fernández lo posicionara como ha ocurrido, en las actuales circunstancias entendió que era sólo exponerse a perder el capital que acumuló con su buen desempeño.
No a la sobreexposición
Esto no quiere decir que Allamand desconozca que, desde Defensa, la tarea de mantener la performance que alcanzó en estos días, en que en algunos sondeos aparece con una aprobación de 72%, no le resultará fácil.
Por de pronto, una de las dudas que apuntan quienes han estado atentos a su reposicionamiento, es si será capaz de mantenerse, como le ha ocurrido a Golborne, teniendo en cuenta que en su caso, la exposición fue de sólo dos semanas, a diferencia de la situación de los mineros que duró meses.
En la mirada de sus cercanos, un factor que lo favorece es que tiene cerca de un 90% de conocimiento, por lo que a partir de ahora, lo que debe hacer es no sobreexponerse.
Para ello, la estrategia es que aparezca poco, pero con un liderazgo de hombre de Estado, que además fue capaz de mostrar una dimensión humana, de cercanía con la gente, en momentos en que las circunstancias lo requerían.
La idea es que se mantenga, tal como ha ocurrido hasta ahora, alejado de la contingencia, sin perjuicio de entregar sus opiniones en instancias como el G10, grupo que reúne a los ministros con más perfil político cuando se requiere un análisis de situaciones complicadas.
Pero no más. Porque aparte de los costos que implicaría estar en un cargo como es la jefatura del gabinete en momentos que continúan difíciles para el gobierno, tampoco desestima el desgaste interno que le podría significar la posibilidad de que, con su carácter en que tiene opiniones propias, termine en conflicto con el presidente cuando no comparta sus decisiones.
Despolitizar imagen
En el actual escenario, donde Allamand aparece como el indiscutido presidenciable de su partido, la estrategia que diseñan sus asesores, es que ello no le juegue en contra para su propósito de despolitizar su imagen.
Eso explica, por ejemplo, que se apresurara a rechazar el homenaje que le preparaba RN, no sólo porque le parecía inadecuado en momentos en que la operación de rescate no había concluido, pero además, por el riesgo de que ello lo ligaba inmediatamente a un partido, justo cuando quiere liberarse de la imagen de político tradicional.
Es que existe coincidencia entre sus cercanos, en que si su intención es llegar a lo menos en similares condiciones que Golborne a la definición del candidato de su sector, la primera condición es que no puede afirmarse sólo en que es el incuestionable candidato de RN.
Para que la competencia sea real con quién estaba instalado como el abanderado prácticamente seguro del oficialismo, la idea es que mantenga las características de cercanía o humanidad que mostró, que son las que han mantenido al titular del MOP en el tiempo, además de tratar de estrechar lazos con la UDI, partido que hasta ahora parece tener puestas todas sus cartas en Golborne.
Lo claro es que la apuesta de Allamand después de este inesperado despegue en la carrera presidencial, es impedir que su pasado como político profesional, le juegue en contra.