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El asediado futuro de las políticas de comercio

La agenda comercial de Obama quiere poner a EEUU en el centro de una zona integrada de comercio que abarca dos tercios de la economía.

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 13 de mayo de 2015 a las 04:00 hrs.
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¿Deberían ser bien recibidos los acuerdos comerciales plurilaterales propuestos por Estados Unidos? Esta es una gran pregunta, no menos importante para aquellos que consideran la liberalización del comercio mundial como una señal de éxito. Pero también es muy controvertida.

Desde el fracaso de las negociaciones multilaterales de la Ronda de Doha, poco después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, el foco de la política de comercio mundial se ha desplazado hacia los acuerdos plurilaterales restringidos a un subgrupo limitado de socios.

Los más significativos son dirigidos por Estados Unidos: Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, su sigla en inglés) y el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (TTIP, su sigla en inglés). Como recoge un estudio realizado por el consejo de estado de Asesores Económicos (CEA), la agenda comercial de la administración Obama pretende poner a Estados Unidos "en el centro de una zona integrada de comercio que abarca casi dos tercios de la economía mundial y casi el 65% del comercio de bienes de EEUU".

El TPP es una negociación con once países, y principalmente con Japón. Los socios representan el 36% de la producción mundial, el 11% de la población y cerca de un tercio del comercio de mercancías. El TTIP es el acuerdo entre EEUU y la Unión Europea, que representan el 46% de la producción mundial y el 28% del comercio de mercancías. El socio principal no incluido en estas negociaciones es, por supuesto, China.

Algunos de los países que participan en el TPP todavía tienen barreras a las importaciones de bienes bastante altas. El CEA destaca los aranceles relativamente altos en Malasia y Vietnam, y la protección agrícola en Japón. También argumenta que los socios del TPP y la UE tienen mayores barreras a las importaciones de servicios que EEUU.

La reducción de las barreras es, sin embargo, sólo una parte del objetivo de EEUU. El informe de la CEA añade que, en el TPP, Washington propone "protecciones laborales exigibles y políticas más verdes". Pero también está buscando "una fuerte implementación de los derechos de propiedad intelectual". En el TTIP, "ambas partes buscan un acuerdo sobre disciplinas transversales en coherencia normativa y transparencia"; en otras palabras, hacer las leyes más compatibles entre sí y más transparentes para las empresas.

Así, tanto el TPP como el TTIP son esfuerzos para dar forma a las reglas del comercio internacional. El ex director general de la Organización Mundial del Comercio, Pascal Lamy, sostiene que el "TPP trata sobre todo, aunque no únicamente, de temas clásicos de acceso a mercados protegidos... El TTIP es principalmente, aunque no únicamente, sobre convergencia regulatoria".

Si estas negociaciones tienen éxito dependerá de si la administración obtiene autoridad para la promoción del comercio del Congreso. ¿Pero deberíamos querer que tengan éxito?

Los puntos a favor son sencillos: los acuerdos plurilaterales son la mejor manera de liberalizar el comercio mundial dado el fracaso de las negociaciones multilaterales; sus nuevas normas y procedimientos ofrecen el mejor patrón para el futuro; y traerán significativas ganancias.

Estos argumentos tienen fuerza. Sin embargo, también hay argumentos en contra.

Con un capital político limitado, el enfoque de los acuerdos de comercio plurilaterales arriesga desviar los esfuerzo por parte de la OMC. Eso podría socavar la fuerza de las reglas globales. Jagdish Bhagwati, de la Universidad de Columbia, subraya tales riesgos. Por otra parte, los acuerdos comerciales preferenciales arriesgan distorsionar las complejas cadenas globales de producción.

Otra preocupación es que EEUU está utilizando su influencia para imponer regulaciones que no están en el interés de sus socios. Estaría menos preocupado por los estándares laborales y ambientales, aunque ambos podrían ser inapropiados, que sobre la protección de la propiedad intelectual. No es cierto que las normas más estrictas vayan en el interés de todos. Por el contrario, si los estándares de EEUU terminan imponiéndose, los costos podrían ser muy altos.

Por último, es poco probable que las ganancias económicas sean grandes. El comercio ya ha sido sustancialmente liberalizado y cualquier ganancia desciende cuando las barreras caen. Un estudio sobre el TPP del Instituto Peterson para la Economía Internacional en Washington sugiere que el aumento de los ingresos reales de EEUU estaría por debajo del 0,4% del ingreso nacional. Un estudio sobre el TTIP publicado por el Centro para la Investigación de Política Económica en Londres llega a cifras ligeramente superiores para la UE y Estados Unidos. La finalización del TPP y del TTIP podría elevar los ingresos reales estadounidenses en un 1% del PIB.

El acuerdo entre EEUU y la UE no plantea preocupaciones sobre la capacidad de Estados Unidos para intimidar a sus socios. En comercio, las dos partes están muy igualadas. Sin embargo, hay otras tres preocupaciones respecto del TTIP.

En primer lugar, Jeronim Capaldo de la Universidad de Tufts ha argumentado que las estimaciones de las ganancias ignoran los costos macroeconómicos. Su enfoque keynesiano argumenta que la UE perderá demanda a causa de una caída en su superávit comercial. Esto es ridículo. Los problemas macroeconómicos deben abordarse con políticas macroeconómicas. La política comercial tiene diferentes objetivos.

En segundo lugar, algunas de las barreras que están tratando de eliminar reflejan diferentes actitudes ante el riesgo. Los negociadores tendrán que elaborar un texto que permita la coordinación de los procedimientos reglamentarios, sin imponer preferencias idénticas. Si los europeos no quieren organismos modificados genéticamente, se les debe permitir preservar esa preferencia. Si la política comercial pisa un terreno tan sagrado, va a morir.

Por último, tenemos la controvertida cuestión de la resolución de disputas entre inversionista y Estados. Muchos se quejan de que las decisiones de política podrían ser puestas en riesgo por sistemas sesgados en favor de las empresas. Los mediadores niegan fervientemente esto.

En resumen, los beneficios del TPP y TTIP probablemente serán positivos, pero modestos.

Pero hay riesgos. No deben convertirse en una alternativa a la OMC o un intento de hacer a China a un lado de la adopción de la políticas comerciales. No deben ser utilizados para imponer regulaciones perjudiciales o subvertir las legítimas. Excederse puede ser contraproducente.

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