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Martin Wolf, Financial Times: Cómo hacerlo mejor que la “nueva mediocridad”

Es vital elaborar estrategias para el crecimiento que no ignoren las limitaciones de la demanda y que tampoco dependan de los auges crediticios.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 15 de octubre de 2014 a las 05:00 hrs.
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¿Debemos creer que un menor crecimiento en la economía mundial llegó aquí para quedarse? Así lo piensa Christine Lagarde del Fondo Monetario Internacional; la "nueva mediocridad" es el desalentador término de la directora gerente para lo que ella ve como la nueva normalidad. Los peores pronósticos en publicaciones sucesivas del Panorama Económico Mundial (WEO, su sigla en inglés) apoya su visión. Significativamente, mientras el desempeño de las economías de altos ingresos ha sido pobre, especialmente en la zona euro, en el mediano plazo son las perspectivas de las economías emergentes las que aparecen más sombrías. Sin embargo, las decepciones necesitan mantenerse en proporción. Si el crecimiento anual promedio de las economías emergentes se mantiene sobre 5%, su Producto Interno Bruto se duplicaría cada catorce años. Esto significaría rápidos aumentos en los estándares de vida de una enorme proporción de la humanidad. Una fuente adicional de buen ánimo es que se espera que las economías de Asia emergente logren una expansión de 6,5% este año y 6,6% en 2015. Esto no es pequeño, ya que Asia emergente contiene a la mitad de la humanidad. El FMI no ha recortado sus estimaciones para esta región desde abril.

Además, la segunda zona con crecimiento más rápido es África subsahariana. Se espera una expansión de 5,1% este año y 5,8% el próximo. Como estas dos regiones contienen a casi toda la población pobre del mundo, este desempeño es de mucha mayor importancia humana que las decepciones en otras partes. Sin embargo, la preocupación es que las reducciones podrían continuar en el futuro más distante. Una razón para creer que este no es el caso es la escala de las recientes decepciones. La economía rusa, por ejemplo, está estancada. El desempeño de las economías de América Latina y el Caribe es un poco mejor, con un pronóstico de 1,3% para este año y 2,2% en 2015. Siempre es posible que estas economías estén peor: la aceptación de Vladimir Putin de una relación hostil con Occidente podría hacer esto bastante probable para Rusia. Pero el potencial significativo al alza también existe. El problema es que los vaticinios de mediano plazo del FMI ya asumen tal repunte en las economías emergentes. El organismo teme que este esperado repunte pueda no ocurrir debido a una "falta de acción sobre limitaciones estructurales... un ajuste de las condiciones financieras globales, un ritmo lento de recuperación en las economías avanzadas o cualquier combinación de estos factores".

El FMI añade que la economía de China podría sufrir una mayor desaceleración que la asumida actualmente. Esto probablemente se debería no a una crisis financiera (que debería ser evitada), sino a un fracaso para reemplazar la demanda perdida cuando bajan los auges crediticios insostenibles. Esto, después de todo, es lo que sucedió en los países de altos ingresos luego de que su crecimiento impulsado por el crédito se detuvo hace siete años. El WEO destaca los riesgos a mediano plazo de un bajo crecimiento potencial y de un "estancamiento" secular en las economías avanzadas. El primero significa una débil expansión de la demanda. La rápida contracción del crédito vista en países vulnerables afecta a ambos. Y hay una relación de retroalimentación entre los dos: el débil crecimiento de la demanda debilita la confianza y enfría la innovación y la inversión. Cuando se espera que el crecimiento sea lento, el consumo privado y la inversión flaquean. Tal espiral se verá en la zona euro, donde la demanda real está 5% por debajo de su máximo pre-crisis y los riesgos deflacionarios son altos. Inflación ultrabaja, y ni digamos la deflación, exacerba la carga de la deuda.

En Estados Unidos, donde los balances ya no están tan limitados y por lo menos ha habido crecimiento modesto desde 2009, la economía ahora podría comenzar a acelerarse. Entre los factores que impulsan tal crecimiento estarían la energía barata, un repunte en la inversión y una recuperación en la formación de hogares, que ha estado en la mitad de los niveles pre-crisis. Es poco probable que esto produzca el tipo de salto inadecuado en la inflación que forzaría a la Reserva Federal de EEUU a aplicar frenos. Con la economía mundial debilitándose y los precios del petróleo cayendo, la inflación no debería ser un peligro real. La Fed debería ajustar lentamente y es poco probable que esto cree problemas para las economías fuera de EEUU. La posición de la zona euro es diferente. Alemania, su país más solvente, sigue dependiendo de la demanda externa. También se opone ampliamente a las políticas monetarias no convencionales que podrían estimular la demanda. Se opone incluso más a las potentes políticas fiscales, tanto en casa como en la zona euro. Espera que la magia de la "reforma estructural" despierte el espíritu animal, aunque sus propias reformas estructurales en la última década no despertaron tales espíritus en casa.

Por la insistencia de Berlín, la zona euro se ha convertido en un campo de batalla para escasos trozos de demanda, bajo la rúbrica de "competitividad". Esta inhabilidad de moverse más allá del marco intelectual de una pequeña economía abierta hacia una continental es una tragedia. Una renovación de la crisis es posible, dado el riesgo de que los rendimientos de los bonos de países vulnerables -ahora bajostrepen de nuevo. Es importante no exagerar la historia de desaceleración en la economía mundial. Sin embargo, también es vital evitar una caída progresiva en el crecimiento. Para abordar este riesgo, es necesario lanzar reformas bien diseñadas tanto en mercados emergentes como desarrollados. En los últimos, los mayores desafíos están dentro de la zona euro, donde los fracasos de crear una estrategia económica equilibrada se mantienen como indignantes y muy peligrosos. Como argumenta el FMI, también existe un argumento poderoso para una mayor inversión pública en infraestructura. Esto podría pagarse por sí mismo, por lo que reduciría en vez de aumentaría la deuda pública, en las circunstancias de hoy de débil crecimiento y tasas de interés reales ultrabajas. Es vital elaborar estrategias para el crecimiento que no ignoren las limitaciones de la demanda y que tampoco dependan de los auges crediticios. ¿Se puede hacer eso? Sí. ¿Se hará? Lo dudo.

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