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REGÍSTRATE AQUÍPor: Padre Raúl Hasbún
Publicado: Viernes 20 de junio de 2014 a las 05:00 hrs.
Según el Diccionario de la Lengua Española, significa apretar con el pecho, o -coloquialmente- cargar con una obligación o circunstancia ingrata o no deseada. En diccionarios alemanes figura descrito como “fest umarmen” (abrazar con fuerza). En francés, “pousser avec la poitrine”; o “se résoudre, se résigner à une entreprise”. ¿Y en inglés? “To push with the breast or to face with courage something distasteful”.
Coinciden, todos, en asignarle un valor de ternura cordial, afecto nutriente y fortaleza magnánima: atributos asociados al seno de la mujer-madre. La actual Ministra de Salud lo usó en una entrevista sobre el aborto: “es la mujer la que apechuga en el embarazo; no el cura”. Aunque se declara “súper empática” con la Iglesia, “los gobiernos no están al servicio ni de ideologías ni de religiones”.
Si empatía es identificarse mental y afectivamente con lo que siente el otro, no se entiende cómo la Ministra de Salud puede confundir tan reductivamente a la Iglesia con “los curas”. Son poco más de 400 mil, en un universo de bautizados que se empina largamente por sobre los mil millones.
Entre éstos hay distinguidos médicos, varones y mujeres, que honrando un juramento hipocrático no inventado por la Iglesia se esmeran en acompañar, con ternura afectiva y efectiva, a toda madre en cualquier tipo de embarazo, defendiendo con experto e infatigable celo las vidas de ambos. Eminentes juristas, varones y mujeres, han alegado ante la Corte Suprema y ante el Tribunal Constitucional, obteniendo sendos fallos inapelables que reconocen al embrión, desde su concepción, como persona y titular del derecho a la vida.
Mujeres súper empáticas con lo que una mujer siente ante un embarazo destinan gratuitamente horas y horas a contactar a las que se ven solas y vulnerables a la tentación de abortar: su acompañamiento es tan eficaz, que en pocos años han salvado miles de vidas. Se inspiran en otra gran mujer, que estuvo en Chile, la Madre Teresa de Calcuta. Clamaba: “no aborten a sus hijos. Dénmelos a mí, yo cuidaré de ellos”.
Alega, la Ministra, que los gobiernos no deben estar al servicio de las religiones. ¿En qué país vive? ¿Qué pueden hacer los credos religiosos sino proponer? Y lo hacen: ejerciendo un garantizado derecho constitucional. Y no utilizan, en sede parlamentaria o judicial, argumentos bíblicos o dogmáticos, sino científicos, jurídicos y empíricos.
La desafortunada frase de la Ministra desconoce o pretende ningunear la monumental obra que el cristianismo ha realizado, por dos milenios, a favor de las vidas mínimas, “inútiles”, descartadas: huérfanos, viudas, ancianos, indigentes, forasteros, enfermos, leprosos, encarcelados, esclavizados, prostituidas, analfabetos, minusválidos, exiliados, explotados, damnificados. Dondequiera hay una vida amenazada o desvalida, allí corren los discípulos de Cristo a nutrirla, abrazarla y responder por ella. Madre y Maestra, la Iglesia apechuga como ninguna. Apechuga siempre.
El gerente general de la farmacéutica en Chile argumenta que, ante el envejecimiento de la población, debe haber un cambio de paradigma hacia una lógica de prevenir las enfermedades, más que solo curarlas.